Cuando alguien cambia de casa, como les ocurre en estos días a los registradores, es momento de hacer limpieza y de empezar, casi, de nuevo. Es momento de tirar cosas y de comprar otras nuevas. Momento de hacer una limpieza en profundidad, de cosas materiales, y quizá de cosas espirituales. No hablo de rezar, que también puede ser, me refiero a cuestiones profundas, cuestiones que tienen que ver con principios y valores, con nuestra educación, con nuestra vida. Quizá sea un momento para dar a “inicio”, “reiniciar”, o como decimos ahora, “resetear”.
En estos últimos tiempos los españoles hablamos de todo lo que está pasando, de todo lo que están haciendo desde la Política. Y no quiero hablar de ideologías, ni de la derecha ni de la izquierda. Eso agota, lo veo hasta pasado de moda, aunque todo está polarizado, muy polarizado, y lo están haciendo a propósito. O estás conmigo o estás contra mí. O eres progresista o eres facha. Con qué facilidad se manipula a las masas, con qué facilidad colocan a cada uno en un sitio, sin comerlo ni beberlo, y con qué facilidad se posiciona cada uno en un lado u otro. No se trata de eso, se trata de ser coherente, de respetar a todos y a cada uno, de que todo el mundo tenga su espacio y se le escuche, y de dejar a la gente en paz, pero no de imponer.
Vivimos momentos extraños, se puede decir así. Una evolución de la sociedad que camina desde hace años y de forma muy rápida a lo instantáneo, a querer las cosas ya, a hacer lo que sea porque “yo lo valgo”, a un individualismo atroz sin que importe si se daña a alguien. Lo vemos. Y lo vemos en la clase política, que es un reflejo de la sociedad, que es parte de la sociedad. Es quien manda, quien hace leyes
Vivimos momentos extraños, se puede decir así. Una evolución de la sociedad que camina desde hace años y de forma muy rápida a lo instantáneo, a querer las cosas ya, a hacer lo que sea porque “yo lo valgo”, a un individualismo atroz sin que importe si se daña a alguien. Lo vemos. Y lo vemos en la clase política, que es un reflejo de la sociedad, que es parte de la sociedad. Es quien manda, quien hace leyes. Y las leyes, últimamente, parece que se hacen a la carta de determinados intereses. Está claro todo lo que se está haciendo por un puñado de votos, por siete votos. Con interferencias del Poder Político en el Judicial, con acusaciones e insultos a jueces desde la tribuna del Parlamento y con permiso, o mutismo, desde la presidencia de la Cámara. Y desde el Parlamento se meten demasiado en nuestra vida para dirigirla.
Pasan tantas cosas, raras, y con tanta intensidad que se normalizan. La intensidad hace que todo se normalice y, sobre todo, que canse, para no dar importancia a lo que lo tiene. Es un grave problema. Es una manera de manipular. La sociedad, parte de ella, se adormece, se narcotiza, y aquí no pasa nada. Pues sí pasa. Y pasa que unos más que otros se adormecen y no les importa nada porque creen que no va con ellos, pero cuando les afecte responderán. Sólo cuando les afecte. Mientras tanto, lo dejan pasar.
Esta deriva no sabemos hacia donde nos puede llevar, o sí. Puede ser una oportunidad para hacer limpieza y resetearse, para ver por dónde queremos que vaya nuestra vida, nuestra vida individual que afecta a la comunidad. En otros artículos de esta revista les he contado que voy de voluntariado en verano, en mi tiempo de vacaciones, a América y a África, sobre todo a América, a Ecuador, Perú y República Dominicana. En esas misiones hay diferencias, son países distintos, pero tienen muchas similitudes. Hay mucha gente que lo pasa mal, que tiene muy poco, que los poderosos les quitan lo que es suyo, lo que han conseguido con mucho esfuerzo durante muchos años. Una vida muy dura.
No quiero decir que tengan que ser un ejemplo para nosotros. Su vida nada tiene que ver con la nuestra, pero yo aprendo de ellos. Aprendo de su lucha, de no estar quietos, de no estar adormecidos. Y en muchas ocasiones, en algunos aspectos, me enseñan a dar a “inicio”, me enseñan a “resetear”.