El papel desempeñado por los colegios mayores ha sido objeto de atención de los historiadores, especialmente los de la Edad Moderna, ya que dichos centros fueron uno de los principales proveedores de los grandes burócratas de la Monarquía del Antiguo Régimen. Por el contrario, las investigaciones de la Edad Contemporánea, en lo referente a la educación, se han dirigido sobre todo al estudio de los movimientos reformadores, pero apenas existen análisis del papel jugado por los colegios mayores.
Sin duda alguna el Colegio Mayor San Juan de Ribera, ubicado en un edificio singular, que fue residencia veraniega del arzobispo san Juan de Ribera, tiene una historia y una estadística que le sitúan como el mejor de España.
Inició su andadura en 1916, con unos fines que quedaron fijados en el testamento de su fundadora, Carolina Álvarez, pocos años antes: “una institución benéfico-instructiva para dar albergue y ayudar en su carrera a estudiantes pobres con aptitud y voluntad propicia para el estudio”. Estas funciones fueron completadas en los Estatutos, en los que se fijaban tres ámbitos de excelencia: el religioso y moral; el intelectual (“lo más sobresalientes posibles en las ciencias y letras a que se dediquen”); y social (“ciudadanos que sean gloria del Colegio al salir del mismo, como modelos de padres de familia, hombres de provecho para la Patria y eminentes en su arte o profesión”).
Para ingresar en el Colegio se estableció la existencia de exámenes y se prohibían tajantemente las recomendaciones en favor de los aspirantes. Y la permanencia en el disfrute de la beca implicaba el mantenimiento de un buen rendimiento académico, fórmula que en los primeros años fue perfilándose y que quedó reflejada de una forma más precisa: conseguir los dos tercios. Es decir, aprobar todas las asignaturas y obtener la calificación de sobresaliente en dos terceras partes de ellas, y las matrículas de honor tenía el valor de dos sobresalientes.
Las noticias de prensa en las que se daba cuenta de los premios y buenas calificaciones obtenidas incluían a un notable número de colegiales. Ello ayudó a que desde los primeros momentos se consolidase una merecida fama del saber hacer de la institución.
Con motivo de su cincuentenario se celebraron una serie de actos, entre los cuales uno de ellos fue de perfil académico, que tuvo lugar en el paraninfo de la Universidad, bajo la presidencia del ministro de Educación y Ciencia, Manuel Lora-Tamayo Martín. En su intervención el ministro elogió “la labor desarrollada por el Colegio Mayor San Juan de Ribera en la formación de unos hombres que brillan hoy en la vida intelectual española”.
El Colegio Mayor San Juan de Ribera, ubicado en un edificio singular, que fue residencia veraniega del arzobispo san Juan de Ribera, tiene una historia y una estadística que le sitúan como el mejor de España
Proporcionando algunos datos sobre los becarios egresados, es posible hacerse una idea de que su historia es una empresa de éxito: dos ministros (José Luis Villar Palasí y Jaime García Añoveros); dos presidentes del CSIC (José Luis Villar Palasí y Enrique Gutiérrez Ríos); cuatro rectores de universidad (José Corts Grau, Enrique Gutiérrez Ríos, Pedro Laín Entralgo, e Isidro Ramos); tres parlamentarios (Carlos Llinares Ariño, Auxilio Goñi Donázar, Manuel Sánchez Ayuso), dos consejeros autonómicos (Juan Sisinio Pérez Garzón y Joaquín Azagra Ros); dos magistrados del Tribunal Supremo (Benjamín Gil Sanz, Salvador Ortolá Navarro); numerosos científicos de primera fila, varios de ellos miembros de prestigiosas academias (José Bonet Solves, Rafael Calvo Serer, Guillermo Céspedes del Castillo, Eugenio Coronado, Hermenegildo García, Jaime Gómez Hernández, Juan José López Ibor, Vicente Rubio, Alberto Sols) o reconocidos artistas (Francisco Lozano Sanchís, José María López Yturralde). A ello habría que añadir vicerrectores, directores generales, subdirectores generales, decanos, etc.
A lo largo de su existencia hemos pasado por el Colegio, mixto desde el año 2016, unas cuatrocientas personas. En el estudio que estamos realizando la carrera de Derecho fue cursada por un 20% de los becarios (75 casos), entre los que destacan los catedráticos de universidad, seguidos por los profesionales de la fe pública (tres notarios y seis registradores). Dicha carrera no se reparte de forma homogénea, pues se concentran mayoritariamente en el periodo anterior a la Guerra Civil y en el inmediatamente posterior.
Los nombres de este último grupo son: Gonzalo Vallejo Martínez-Raga, Justo Robles Figueroa, José María Martínez Silvestre, Vicente Carbonell Serrano, Fernando Méndez González, y Nicolás Nogueroles Peiró.
A ellos hay que añadir los de otros que también se presentaron a las oposiciones, pero que, por distintas razones, no alcanzaron su objetivo, y que desaparecieron durante la Guerra Civil. En primer lugar, hay que mencionar a Joaquín María Polonio Calvente, juez fusilado en Melilla, quien se presentó a las oposiciones de 1923 y 1925, e incluso desempeñó una suplencia de registrador en Olmedo durante el mes de septiembre de 1925. Rafael Pastor Domenech firmó las oposiciones de noviembre de 1935, y alistado en el Ejército republicano, falleció víctima de un bombardeo, el 8 de enero de 1939, en Martos (Jaén).
Vallejo pertenece a la primera promoción del Colegio, al igual que Polonio, y Robles entró un año más tarde. La coincidencia de tres personas que optaron por buscar una salida profesional en las oposiciones a registrador, permite pensar en la existencia de alguna persona que prestó su consejo o ejerció algún tipo de influencia en la definición de su vocación.
Los tres primeros registradores (Vallejo, Robles y Silvestre) desempeñaron su profesión con profesionalidad, pero no hay informaciones de otras actividades intelectuales o sociales. A pesar de que Vallejo había descollado durante la carrera por sus propuestas de reforma universitaria.
El perfil de los tres últimos (Vicente, Fernando y Nicolás) es muy diferente. Su indiscutible profesionalidad ha estado y seguirá estando acompañada por su compromiso con la profesión, al que han añadido actividades académicas (docencia y publicaciones) y sociales (presencia y asesoramiento de entidades públicas y privadas.
Es decir, su paso por el Colegio les ha marcado en su profesión.
José Ramón Urquijo Goitia