La supremacía masculina no es un hecho natural sino histórico, contingente e injusto, que debe quedar atrás. Aunque es mucho lo que se ha conseguido en el terreno de las leyes y los derechos, las relaciones entre los sexos no han cambiado tanto como pudiera parecer a primera vista. En la Administración de Justicia, en la universidad y el mundo científico, en la investigación, en la alta dirección y el liderazgo en general, los datos de presencia femenina no se corresponden con el nivel que las mujeres alcanzan en la educación universitaria y la superación de pruebas selectivas de alta cualificación cuando éstas son objetivas, anónimas o libres de todo sesgo. Tampoco, con el hecho de que las mujeres representan, al menos, la mitad del talento disponible. Constatar la permanencia de aquella supremacía y de todo lo que la hace posible, no supone negar y condenar los avances reales y el camino que éstos nos muestran.
Ese camino es propiamente la movilización como tarea de toda la sociedad. Una movilización que puede verse arrastrada por intereses políticos o incurrir en desviaciones o excesos, pero que sigue siendo decisiva para ampliar el círculo de la conciencia de cada uno y para superar estructuras mentales, jurídicas y sociales ya inasumibles. Necesitamos leyes contra la violencia sobre la mujer y frente a cualquier forma de discriminación, pero también, incrementar el liderazgo femenino basado en la formación, elevando el rigor en las decisiones de evaluación, los nombramientos, la asignación de incentivos y recompensas; distribuir equitativamente las cargas del cuidado familiar; identificar los prejuicios y sesgos en el propio discurso o en el de otras personas; rechazar en la publicidad, los medios de comunicación y el lenguaje común los estereotipos sexistas y la presión icónica sobre el cuerpo de la mujer…, proponer como fuente de inspiración y valor, modelos de conducta femenina inteligente y libre, honrando los logros de las mujeres y a las mujeres de logros.
No podemos conformarnos con lo ya conseguido por mucho que lo celebremos, ni permanecer pasivas. Debemos seguir alertas, ser creativas y colaboradoras, acopiar la contribución de los hombres para mejorar el mundo juntos
No podemos conformarnos con lo ya conseguido por mucho que lo celebremos, ni permanecer pasivas. Debemos seguir alertas, ser creativas y colaboradoras, acopiar la contribución de los hombres para mejorar el mundo juntos, creando capacidades y posibilidades humanas de libertad y justicia que sólo son posibles desde la igualdad.
Consuelo Madrigal Martínez-Pereda