martes, diciembre 3, 2024
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    ESPECIAL NÚMERO 100

    Tus herederos no te olvidan

    Quién le iba a decir a Marx y a Lenin que el alargamiento de la vida iba a acabar con la herencia. Si tienen un rato libre miren por curiosidad las listas de fallecidos que publican los periódicos y cuenten el número de personas que han sobrepasado los 90 años al morir: casi todos los días alrededor del 10 por ciento en cualquier ciudad. Hace poco más de dos décadas, la gente, por término medio, dejaba de existir entre los setenta y los ochenta años, hace medio siglo, entre los sesenta y los setenta; hace un siglo entre los cincuenta y los sesenta. Hoy, existe una alta proporción de españoles que supera los 85. Han pasado los tiempos de la alimentación insana, el cáncer incurable, los accidentes cerebrales irreversibles, los infartos insuperables, la inexistencia de tecnología y medicamentos para prolongar la vida.

    Un informe de Naciones Unidas anuncia que, dentro de medio siglo, existirán en el mundo 370 millones de mayores de 80 años, cuando hoy sólo existen 66 millones, y que España tendrá la población más vieja del mundo. ¿Cuál va a ser la principal consecuencia sociológica de la prolongación de la vida? Que dentro de dos generaciones el mundo estará lleno de jóvenes de la «cuarta edad» que viajarán por todo el mundo, gastarán sus ahorros y sus pensiones en clínicas sin pensar en «el futuro». Y ocurrirá que habrá desaparecido la denostada institución de la herencia. 

    Años atrás, los herederos contaban entre treinta o cuarenta años cuando sus padres fallecían: hoy, casi nadie hereda hasta después de cumplir los sesenta y cinco. Lo que quiere decir que aquella vieja aspiración comunista de abolir la propiedad y suprimir la herencia ya casi carece de sentido. Porque ¿quién espera a los 65 años para resolver su vida con ayuda del dinero de papá o mamá que tiene ya 90 años y se están haciendo un “lifting” o, lo que es peor, soportan un penoso envejecimiento con decrepitud? 

    Hoy, con tipos de interés ridículos, entre el uno y el cinco por ciento, mucha gente de padres ricos llega con dificultades a fin de mes porque sus ahorros no le dan ni para pagar la factura del móvil

    Pero es que también hay menos rentistas. Hace veinte años con tipos de interés del 15 por ciento en las supercuentas y en las letras del Tesoro cualquiera que ahorrara, aunque fuera poco, podía formar un capitalito o complementar su salario con una modesta renta. Hoy, con tipos ridículos entre el uno y el cinco por ciento, mucha gente de padres ricos llega con dificultades a fin de mes porque sus ahorros no le dan ni para pagar la factura del móvil. Un capital de cinco millones tenía hace poco más de cuatro lustros una renta de 50.000 pesetas al mes: una ayuda importante. Hoy, una cuenta corriente renta el 0,1 y la mejor inversión sin riesgo de esos 5 millones apenas proporciona 15.000 después de impuestos.

    El número total de grandes patrimonios en el mundo creció un tres por ciento durante el año pasado hasta alcanzar a 7,1 millones de personas, a pesar de las caídas de las bolsas, según el informe anual sobre la Riqueza en el Mundo elaborado por Merrill Lynch. Pero no es que haya más nuevos ricos como consecuencia de la suerte en los negocios o la herencia. Es que han crecido los patrimonios personales que dan derecho a ser incluidos en esa lista. Lo que demuestra que no han pasado a ser millonarios los herederos de las grandes fortunas sino que sus propietarios, muchos de los cuales están a punto de alcanzar los 90 años y sufren, pero sí heredaron a poco de cumplir los 35 años; siguen enriqueciéndose mientras sus hijos, que han sobrepasado los 65, se tienen que conformar con un cargo y un sueldecito decente. También demuestra que va a haber que ir pensando no en la eutanasia, qué horror, pero sí en una legislación que abarate las trasmisiones y donaciones “inter vivos”. Y dejarse de zarandajas en los impuestos de IRPF, Patrimonio y Sucesiones.

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    Revista nº19

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