Nicolás Pascual de la Parte, hoy en día eurodiputado, recuerda bien cómo, en julio de 2018, se comportó Donald Trump cuando asistió a su primera cumbre de la OTAN. Pidió a sus socios europeos, especialmente a Alemania, que se “rascarán el bolsillo” e hicieran un mayor esfuerzo en defensa, rememora Pascual que entonces era embajador de España ante la Alianza Atlántica.

Seis años después Trump volverá a la carga con el agravante de que ahora sus socios necesitan aún más que antes a EE UU. En Europa se libra desde 2022 una guerra desencadenada por un enemigo histórico, Rusia. El presidente electo ha anunciado que impondrá la paz en “24 horas” sin explicar cómo. Si recorta la ayuda militar y económica a Ucrania obligará, desde luego, a su presidente, Volodimir Zelenski, a negociar en desventaja y entregar al adversario parte de su territorio empezando por el Donetsk y Louhansk.

Si Vladimir Putin gana frente a Zelenski puede además tener la tentación de propiciar algunos zarpazos a otros países de la antigua esfera de influencia de la Unión Sovética sean o no miembros de la OTAN. Los más expuestos de la Alianza son los bálticos y Polonia y fuera Moldavia y Georgia. ¿Cumplirá el presidente electo con su compromiso con sus aliados europeos?

Durante su anterior mandato Trump amenazó a puerta cerrada con abandonar la OTAN, según reveló el diario “New York Times”, pero no dio un paso en esa dirección. En la precampaña electoral llegó incluso a decir que él “no les protegería” a esos socios si no “pagan sus facturas” en lo concerniente a la defensa.

El senador republicano, Marco Rubio, se apresuró en matizar sus palabras. Su próximo nombramiento como secretario de Estado ha sosegado a los europeos. Este político de origen cubano puede apostar más por ahondar la estrategia Indo-Pacífica, pero no avalaría una salida de EE UU de la OTAN. 

Quizás el regreso de Trump a la Casa Blanca debería ser visto de este lado del Atlántico como una doble oportunidad. Primero la UE podría suplir la rebaja de la ayuda de EE UU a Ucrania evitando así su derrota y bloqueando el expansionismo de Putin. Segundo, más importante aún, es ahora el momento de poner en pie una auténtica defensa común europea integrada dentro de la OTAN.

“La única cuestión, en el fondo, es si estamos dispuestos a defender los intereses de los europeos”, se preguntó el presidente Emmanuel Macron en la cumbre europea de Budapest en noviembre. “No tenemos que seguir responsabilizando de nuestra seguridad a los norteamericanos”, añadió. La idea no es nueva, pero no prosperó antaño y tampoco es probable que lo haga ahora.

Quizás el regreso de Trump a la Casa Blanca debería ser visto de este lado del Atlántico como una doble oportunidad. Primero la UE podría suplir la rebaja de la ayuda de EE UU a Ucrania evitando así su derrota y bloqueando el expansionismo de Putin. Segundo, más importante aún, es ahora el momento de poner en pie una auténtica defensa común europea integrada dentro de la OTAN

Primero no todos los miembros de la UE tienen la misma percepción de la seguridad. Para el húngaro Viktor Orban o para el eslovaco Robert Fico, Putin no es una amenaza. Quizás incluso la italiana Giorgia Meloni comparta esa percepción. Ellos y otros cuantos dirigentes europeos no son proclives a hacer mayores esfuerzos en defensa cuando la deuda pública equivale ya al 90% del PIB.

Además, parte de la UE, empezando por Alemania, está en recesión. A esas economías estancadas, y a Europa en general, Trump les quiere aplicar un arancel del 10% a todos los productos que exporten a EE UU. Esa guerra comercial podría recortar hasta un 1,5% el crecimiento del PIB de la UE en su conjunto.

Más grave aún que todo esto es que el que fue el motor de la construcción europea, el eje París-Berlín, está averiado y para rato. En Alemania el Gobierno del canciller socialdemócrata Olaf Scholz está en minoría y perderá probablemente el poder tras las elecciones anticipadas de febrero en las que la extrema derecha antieuropea de Alternativa para Alemania se convertirá en segunda fuerza política. En Francia, tras las elecciones legislativas de julio, Macron ha perdido poder y el gobierno que formó su primer ministro, Michel Barnier, es quizás el más endeble de la V República.

Por todas estas razones es de temer que la arrolladora victoria del candidato republicano no suponga un electrochoque emancipador para Europa. Quizás, como ya sucedió durante su primer mandato, aunque haya ladrado mucho en campaña, Trump no muerda tanto como algunos vaticinan.

Ignacio Cembrero