“Las mujeres aportamos en política una manera de hacer las cosas, una perspectiva distinta, muy enriquecedora”
Tuve la oportunidad de conocer personalmente a Rosa Aguilar Rivero (Córdoba, 7 de julio de 1957) en la época en que fue consejera de Justicia e Interior de la Junta de Andalucía, aunque anteriormente habíamos coincidido siendo ella consejera de Cultura en la Junta de Andalucía, si bien su trayectoria profesional es amplísima. En ese momento, ya era una referencia importante en la política estatal porque, como sabemos, ejerció como ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino de España en el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero.
A pesar de esta carrera política, que la ha llevado a los cargos de mayor responsabilidad estatal, siempre está presente para todos su etapa como alcaldesa de Córdoba, entre los años 1999 y 2009, en la que la ciudad experimentó un crecimiento y desarrollo reseñable, atribuible a una magnífica gestión que unánimemente se le atribuye.
Culta, amable, discreta y muy comprometida con los ideales que la han unido a los partidos políticos de izquierda, es firme defensora de los servicios públicos universales de calidad, los derechos sociales y el desarrollo sostenible.
Rosa Aguilar es andaluza orgullosa de serlo. ¿Cómo ha visto la evolución de nuestra Comunidad en la España de las autonomías? ¿Cómo le gustaría ver a Andalucía en los próximos años?
Me gustaría ver una Andalucía de derechos y libertades para los ciudadanos, que aproveche los tiempos y los fondos europeos para crear oportunidades y trabajo, que avance en servicios públicos (sanidad, educación, transportes y comunicaciones…) y no se quede atrás. Una Andalucía libre y sostenible en la que nos reconozcamos todos.
Como pionera en la gestión política española de más alto nivel, ¿qué valor añadido cree que aportamos las mujeres en los cargos de responsabilidad política? ¿Cree que son necesarias políticas de incentivo de esta participación de las mujeres en cargos directivos?
Yo llegué a la política con 16 años, con un compromiso cristiano y social, buscando en la política una forma de ayudar a las personas que sufren y de dar respuesta a sus problemas. Acabé en una candidatura muy joven y ese componente social se hizo realidad en los puestos que he ido desempeñando. Me he dedicado a conocer a la gente y quererla y entregarme para defender sus derechos y libertades.
Las mujeres aportamos en política una manera de hacer las cosas, una perspectiva distinta, muy enriquecedora.
Como mujer, ¿cree que la factura y el peso de asumir cargos de responsabilidad es más alta en nuestro caso que en los hombres? Si es así, ¿cree que merece la pena asumirlos o que muchas mujeres prefieren no intentarlo por miedo a ese sobrecoste? ¿En algún momento de su carrera ha sentido la tentación de dejar la política y las responsabilidades y sinsabores que conlleva?
En nuestro caso, la autoexigencia es muy alta. Y la exigencia hacia nosotras del público, también. Al hombre el valor se le supone, las mujeres tenemos que demostrarlo continuamente. Cuando comencé en política, y en los años ochenta, el listón estaba muy alto, y por supuesto había que demostrar la valía diariamente.
El movimiento feminista desde luego ha servido para que en todos los ámbitos se consiga una igualdad, pero esta igualdad ha de ser efectiva y tiene que seguir avanzando, porque hay que cambiar el mundo. El cambio será revolucionario cuando sea real, y este cambio vendrá no solamente los 8 de marzo o los 25 de noviembre sino todos los días, con el esfuerzo de las mujeres y de los hombres que se sumen a nosotras. Lo que es evidente es que la desigualdad tiene muchas caras, y la más perversa, la violencia de género y la violencia vicaria, son una realidad a día de hoy, y hay que seguir luchando con más sororidad.
“El cambio será revolucionario cuando sea real, y este cambio vendrá no solamente los 8 de marzo o los 25 de noviembre sino todos los días, con el esfuerzo de las mujeres y de los hombres que se sumen a nosotras”
Usted es cordobesa, aunque se licenció en Derecho en la Universidad de Sevilla, pero siempre ha permanecido estrechamente unida a su ciudad natal y a sus vínculos familiares. ¿La intensa carrera política le ha dificultado en alguna medida o le ha supuesto sacrificios personales o familiares?
Obviamente, cuando uno se exige el cien por cien y pone alma y corazón en lo que hace, existe un sacrificio importante a nivel personal y familiar, pero vale la pena en la medida en que uno puede, desde la política, mejorar la vida de las personas y hasta pactando el propio desacuerdo se puede ayudar más que desde la confrontación.
Siempre he estado en los momentos difíciles presente con mi familia y amigos, no así en las celebraciones, que muchas me he perdido. Pero mi responsabilidad es prioritaria, las personas que confían en uno no merecen que dejes de asistir a tus reuniones y hacer el trabajo para el que te han elegido, aunque se resienta tu descanso o la salud. La política es una responsabilidad altísima, las decisiones que se toman afectan a un país entero, en el caso de una ministra.
En cuanto a la política actual, ¿cree que es cierto que se ha perdido la ejemplaridad y el apego al ciudadano y sus problemas cotidianos en términos generales? ¿Cuáles cree que son los motivos por los que el ciudadano se siente decepcionado con la política?
La política sin alma, sin corazón y sin sentimientos no es nada. Dicho esto, la política debe ser siempre una búsqueda de acuerdos en beneficio de la ciudadanía, y si lo que hay es confrontación sin más, la ciudadanía siente desapego y se decepciona.
¿Cuáles son sus mejores recuerdos dentro de esa trayectoria dedicada al servicio público?
He tenido distintas responsabilidades institucionales, de ámbito estatal, como ministra de Medio Ambiente, y autonómico andaluz, como consejera de Obras Públicas, Transporte y Vivienda, Cultura (la cultura andaluza es un ámbito inabarcable, imagínate), Justicia (donde se planificó un cambio profundo), he sido diputada… En cada etapa he de decir que he entregado el máximo esfuerzo, y que he contado con equipos excelentes, a los que he agradecido su implicación. Han sido todas etapas intensas, pero recuerdo la Alcaldía de Córdoba de una forma especial, porque para mí, la política tiene sentido desde la cercanía, estando presente de manera cercana, constante y habitual con las personas y sus problemas. El ámbito local permite humanizar la política y compartir con las personas.
La charla dio para muchísimo más. Rosa Aguilar es una andaluza admirable, trabajadora incansable y excelente gestora, de profundas convicciones religiosas y compromiso social. Le agradezco muchísimo que se haya prestado desinteresadamente para aportar su experiencia en nuestra Revista. El movimiento feminista, sin duda, debe mucho a Rosa Aguilar y mujeres pioneras que, como ella, no dudaron en asumir puestos de responsabilidad en la gestión política española cuando la presencia de la mujer en ellos era insólita.
Rosario Jiménez