Una marea de protesta recorre el mundo, desde Seúl, hasta Estocolmo, Madrid, París, Barcelona, Roma, Londres… La masacre de miles y miles de palestinos, como respuesta a la acción terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023, con 1.195 personas asesinadas entre civiles y militares y el cruel secuestro de 251 hebreos, ha provocado un cataclismo con consecuencias devastadoras para la zona y la humanidad.
La insoportable destrucción de vidas, por bombardeos, metralla, derrumbes y hambre, ha ido dando paso a una creciente indignación de ciudadanos de cientos de países que se preguntan dónde está el orden internacional; dónde están las instituciones que se crearon para prohibir invasiones ilegítimas y asesinatos.
De las reglas, con limitaciones y asimetrías, se ha pasado a la ley del más fuerte; ya sea para invadir países y para practicar un genocidio, en su definición teórica, sea o no ese el nombre jurídico que finalmente, la Corte Penal Internacional sentencie sobre el Gobierno de Israel.
El multilateralismo, imperfecto, sí, ha involucionado hacia acuerdos, o contratos público-privados dirigidos por el país más importante del mundo, desde múltiples variables, Estados Unidos, con otros pocos actores. Aunque todo está por concretar y definir, y aún no hay soluciones, lo ostentosamente demostrado es que las instituciones internacionales y el concierto entre naciones está ausente.
Los historiadores e intelectuales que alzaron la voz décadas atrás contra guerras y agresiones injustificadas, recuerdan a las que ahora claman por el cumplimiento de todo el cuerpo doctrinal e institucional que debe asegurar un mundo decente
No se cuenta ya con Naciones Unidas; a Europa se la ha expulsado de la crisis de Oriente Medio, en tanto se normaliza que las negociaciones las lleve el presidente de los Estados Unidos con el Gobierno de Israel, y países del Golfo Pérsico. Los europeos se ven impelidos a aumentar los gastos de defensa en proporciones muy considerables para defenderse de Rusia, en tanto que quien fuerza a ese rearme, el presidente norteamericano, se reúne en Alaska, con el invasor de Ucrania, Vladimir Putin, con sonrisas, prolongados estrechamientos de manos y elogios mutuos. Y sin las instituciones.
Con desasosiego se rememora el final de la segunda guerra mundial, a la creación de la Organización de Naciones Unidas, después de un mundo en ruinas. La ONU se creó para la paz. Ahora, está bajo un intenso sabotaje.
Los movimientos que empiezan a crecer en contra de las invasiones y masacres, singularmente por el apoyo a la barbarie contra los palestinos, remiten a otro momento de efervescencia pacifista cual fue la protesta contra la guerra de Vietnan en 1963; no solo en Estados Unidos, sino su expansión internacional. Hubo que llegar a la invasión de Irak en 2003, por una decisión, que dividió de nuevo a la comunidad internacional y que provocó el estruendoso `No a la guerra´ para asistir a movilizaciones masivas.
La mecha de la protesta se ha encendido de nuevo. Nunca se olvidará el 7 de octubre de 2023 en el que se produjo el asesinato de israelíes por Hamás. A partir de ese día empezó la aniquilación de palestinos, el incumplimiento de las leyes internacionales y las resoluciones sobre el derecho de los palestinos a tener su propio Estado, como lo tiene Israel.
Los historiadores e intelectuales que alzaron la voz décadas atrás contra guerras y agresiones injustificadas, recuerdan a las que ahora claman por el cumplimiento de todo el cuerpo doctrinal e institucional que debe asegurar un mundo decente. No solo se trata de exigir los derechos de ucranianos y palestinos, sino del restablecimiento del orden internacional para que el mundo se rija con humanidad, sin pisotear los derechos humanos y no impere la ley de la selva, en la que se puede bombardear embarcaciones y matar a sus ocupantes, sin detención, juicio y probable condena, con el argumento a posteriori de que eran delincuentes, como está ocurriendo en el Caribe.
En el mundo de ayer se instauraron reglas y normas que fueron y son imprescindibles a pesar de la frustración e inequidad que han causado en demasiadas ocasiones. Pero ahora, que el tablero ha saltado por los aires, hay que volver a ellas, con el refuerzo de las instituciones. Los ciudadanos de buena parte del mundo lo van a exigir, la inmensa mayoría, pacíficamente.
Anabel Díez