La muestra aporta una nueva visión de la historia de la abstracción desde sus orígenes hasta la década de 1980, a través de las obras de más de cien mujeres artistas que abarcan las artes plásticas, la danza, la fotografía, el cine y las artes decorativas.
La exposición que se presenta en el Museo Guggenheim Bilbao pone de relieve los procesos que condujeron a la invisibilización de las artistas y apunta algunos hitos que marcaron la historia de la abstracción.
Las artistas incluidas en la muestra desempeñan, por derecho propio, el papel de autoras y cocreadoras de la modernidad y su legado, y la exposición revela el proceso de invisibilización que marcó el trabajo de estas artistas, al tiempo que presenta sus posicionamientos, con todas sus complejidades y paradojas. Muchas de estas autoras adoptaron una identidad carente de género mientras que otras propugnaron un arte “femenino”.
La exposición, que se podrá contemplar hasta el 27 de febrero, va más allá de la idea de una historia del arte concebida como una sucesión de prácticas pioneras. Al otorgar a las artistas un nuevo lugar en esta historia, demuestra la complejidad y diversidad de la misma. Esto se hace patente ya desde el inicio de la muestra, que comienza con una inédita incursión en el siglo XIX, redescubriendo el trabajo de Georgiana Houghton de la década de 1860 y poniendo de relieve los orígenes cronológicos de la abstracción, remontándolos hasta sus raíces espiritualistas.
Con un análisis cronológico, la muestra pone de relieve los procesos que condujeron a la invisibilización de las artistas y apunta algunos hitos que marcaron la historia de la abstracción
También se revela por qué muchas artistas no buscaron ese reconocimiento, y se analiza las posturas de las propias protagonistas con todas sus complejidades y paradojas. Algunas, como Sonia Delaunay-Terk, adoptaron una posición no marcada por el género, mientras otras, como Judy Chicago, propugnaron un arte femenino. Esta versión en femenino de la historia cuestiona el estudio de la abstracción limitado únicamente a la pintura, una de las razones por las cuales las mujeres han sido excluidas, puesto que ese enfoque moderno rechazaba las dimensiones espiritualistas, ornamentales y performativas de la abstracción. Su perspectiva es también global. El dinamismo de la escena parisina de la década de 1950 queda subrayado mediante ejemplos de combinaciones estilísticas sorprendentes, con obras de la libanesa Saloua Raouda Choucair, la cubano-estadounidense Carmen Herrera o la turca Fahrelnissa Zeid.
La exposición también explora la modernidad de Latinoamérica, Oriente Medio y Asia, además de la de las artistas afroamericanas, cuyas voces solo lograron una cierta visibilidad a partir de la década de 1970, cuando relataron su historia con múltiples voces yendo más allá del canon occidental.