“En el ámbito laboral, en el que la igualdad de las mujeres es absolutamente central, se ha avanzado mucho, pero queda mucho por hacer”
¿Qué representa para usted que ha sido la primera mujer en presidir el Tribunal Constitucional la fecha del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer?
En 1975, coincidiendo con el Año Internacional de la Mujer, las Naciones Unidas celebraron el Día Internacional de la Mujer por primera vez, el 8 de marzo, recordando la tragedia de la fábrica Triangle Shirtwaist de marzo de 1911. Como sostiene la propia Organización de las Naciones Unidas, en este día recordamos a las mujeres “corrientes como artífices de la historia”, y la conmemoración “hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre”.
Han pasado casi cincuenta años desde el primer día internacional de las mujeres, desde la primera huelga feminista. La Constitución ha cumplido cuarenta y dos años. Y debemos seguir celebrando esa conmemoración para señalar la importancia que la igualdad de género tiene en la sociedad y la necesidad de que se convierta en igualdad real y efectiva, como la Constitución quiere, lo que dista aun de ser una realidad. La igualdad de la mujer ha retrocedido en la pandemia -como puede comprobarse en estudios internacionales y nacionales que han analizado sus efectos, que aun no conocemos en su totalidad porque, desgraciadamente, la pandemia no ha cesado-, y sigue enfrentándose a problemas todos los días, el más execrable y cruel la violencia machista sobre mujeres y niñas y niños.
En esta conmemoración de la necesaria igualdad de las mujeres en todos los ámbitos de la vida me satisface mucho haber sido la primera mujer en presidir el Tribunal Constitucional. Me entristece, sin embargo, haber sido la única mujer en haber alcanzado su presidencia. Es una anomalía en la historia del Tribunal Constitucional, órgano encargado de la defensa última de los derechos fundamentales y, entre ellos, de los derechos a la igualdad y a la no discriminación.
En estos cuarenta y un años en que la justicia constitucional ha venido acompañando los avances promovidos por el legislador en materia de igualdad de género, sólo seis mujeres, frente a cincuenta y siete varones, han ocupado la alta magistratura constitucional. Los órganos constitucionales llamados a proponer juristas de reconocido prestigio para ser nombrados magistrados y magistradas del Tribunal Constitucional deberían tenerlo en cuenta para corregir la desigualdad.
En el ámbito de la igualdad de sexos, ¿qué aspectos destacaría de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional durante su mandato?
La jurisprudencia del Tribunal Constitucional en el ámbito de la igualdad de sexos es muy destacada. Desde la segunda mitad de los años 80, en que admitió la constitucionalidad de las acciones positivas, ha ido ocupándose de perfilar el contenido y el funcionamiento del derecho fundamental a la no discriminación por sexo femenino y ha señalado el valor de cierre de la igualdad real y efectiva que proclama el art. 9.2 de la Constitución en la comprensión e interpretación del conjunto del texto constitucional. Durante mi mandato tuvimos la fortuna de declarar la constitucionalidad de la Ley Orgánica 3/2007, en su reforma de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General para asegurar un equilibrio de ambos sexos en las candidaturas de los partidos políticos y de las coaliciones electorales a las elecciones políticas, lo que redunda en la mejora de la calidad de nuestra democracia; y de la Ley Orgánica de Protección Integral contra la Violencia de Género, cuya importancia es necesario subrayar por los fines de vida, libertad e igualdad de las mujeres, a los que sirve. Se inició la jurisprudencia sobre el ejercicio de los derechos de conciliación de la vida personal, familiar y laboral de las personas trabajadoras y se continuó la tutela antidiscriminatoria en todos los ámbitos, reafirmando el Tribunal el compromiso de la Constitución con un sistema de valores y principios de alcance universal.
«Estaremos empeñados en el logro de la igualdad de género durante tiempo. Pero el camino es irreversible»
También fue usted la primera mujer catedrática de Derecho del Trabajo. ¿Cómo ve la situación de la mujer en el terreno de las relaciones laborales en que usted es experta?
En el ámbito laboral, en el que la igualdad de las mujeres es absolutamente central, se ha avanzado mucho, pero queda mucho por hacer. La brecha salarial y de las pensiones, la precariedad contractual de las mujeres, las interrupciones de sus carreras profesionales, su menor presencia en puestos de dirección y liderazgo, su ausencia o escasa representación en el gobierno de las empresas, siguen describiendo unas relaciones laborales desiguales, y unas estructuras familiares sin corresponsabilidad en las tareas de cuidado. Sobre las mujeres sigue recayendo un volumen muy importante de trabajo de cuidado no remunerado e involuntario. En su informe de 2019 el Fondo Monetario Internacional avisó de que todavía se tardaría un siglo en cerrar la brecha de género. ¿Podemos aceptar pasivamente esta desigualitaria e injusta situación laboral de las mujeres? Estaremos empeñados en el logro de la igualdad de género durante tiempo. Pero el camino es irreversible.
Medalla de Honor
Recientemente le ha sido concedida la Medalla de Honor del Colegio de Registradores 2021. ¿Cómo valora este reconocimiento?
La Medalla de Honor del Colegio de Registradores, en este 160 aniversario de la Ley Hipotecaria de 1861, es un reconocimiento para mí muy especial y emotivo. Es, objetivamente, un orgullo y un honor recibir la medalla, que agradezco profundamente a su Junta de Gobierno y a su decana, María Emilia Adán. Me satisface recibir esta Medalla de Honor con María Teresa Fernández de la Vega y con Ana Pastor, mujeres a las que admiro por el trabajo que han realizado y realizan. Además, y personalmente, recibir este reconocimiento me hace especialmente feliz porque mi padre era registrador de la propiedad y vivió intensamente la vida colegial. La medalla tiene para mí, en consecuencia, un significado, impagable, de renovación de mi permanente unión a su recuerdo y enseñanza de vida.