“A mis 78 años no puedo dejarme llevar por la nostalgia. Soy una comunicadora y quiero contar historias desde el escenario”


Puede presumir de una carrera profesional que roza las cinco décadas y supera los 70 montajes teatrales, en la que ha atesorado innumerables reconocimientos, como la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, varios premios Ercilla y un Premio Valle-Inclán. Fue de las primeras  mujeres en dirigir teatro, y desde hace años compagina la interpretación con la dirección y la docencia. Dando gracias por levantarse cada mañana con un proyecto, actualmente giran por los teatros españoles tres de las producciones que ha dirigido últimamente, mientras que ella pisa con fuerza el escenario encarnando, sin mordazas y con mucho humor, a Molly Bloom, el mítico personaje del Ulises de Joyce que reclama su espacio como mujer.


Interpreta a Molly Bloom más de cuatro décadas después de enfrentarse a ella por primera vez en la función dirigida por Sanchis Sinisterra en 1979. ¿Cómo ha evolucionado el personaje y cómo lo ha hecho su intérprete?

Molly Bloom ha salido de un capítulo del Ulises que Joyce publicó hace cien años, y ya en los ochenta supuso toda una revolución, por lo que decía y porque dimos entidad teatral a un personaje sacado de la narrativa, que cobró otra dimensión. Fui la primera actriz en encarnarla en este país y fue un viaje maravilloso, porque a través de Molly, Joyce se atreve a dar palabra a pensamientos íntimos que no solemos compartir con nadie. Pero las 7.400 palabras que hoy digo sobre el escenario en el monólogo que hemos adaptado Marta Torres y yo no son las mismas de hace 40 años, cuando salíamos de una dictadura y empezábamos a emocionarnos con una democracia muy tierna. Han pasado cuatro décadas, que yo también he vivido, y nuestros intereses y formas de pensar han cambiado. Por eso la Molly de hoy es diferente. Lleva todo lo que a mí me conmueve, me interesa y me golpea el corazón ahora, y dice las cosas desde el humor y la inteligencia, pero sin filtros, de forma descarnada y sin florituras literarias. Se expresa como solemos expresarnos en la intimidad; ahí palpita su revolución.

¿Qué tiene que contar Molly a los hombres y mujeres de hoy?

Muchas de las cosas que Joyce denunciaba a través de ella hace un siglo, desgraciadamente, siguen siendo válidas hoy. Todavía no somos lo suficientemente libres en nuestras relaciones sexuales, porque las mujeres aún no hemos encontrado el tú a tú en la cama y seguimos fingiendo orgasmos como Molly denunciaba hace cien años. Sigue siendo un deseo insatisfecho del universo femenino. Pero también lo sigue siendo la conciliación, otro problema aún sin resolver que ya denunciaba este personaje.

Ella exige su espacio como mujer; ¿usted ha tenido que hacerlo en su vida y en su profesión?

A las mujeres aún nos queda un camino muy largo por delante para alcanzar la paridad. Hombres y mujeres, de la mano, tenemos que seguir trabajando juntos para conseguirlo. De momento, a nosotras no se nos da la visibilidad gratis. Precisamente porque hemos nacido mujeres, necesitamos un plus de autoestima, fuerza y convencimiento para seguir avanzando, y eso lo dice Molly también.

Acaba de dirigir Adictos, una función sobre la adicción a las tecnologías que protagonizan Lola Herrera, Ana Labordeta y Lola Baldrich, ¿cree que los seres humanos seremos capaces de rebelarnos ante esta dependencia?

Las adicciones han existido toda la vida, solo que hemos sustituido unas por otras. Las nuevas tecnologías nos facilitan la vida, pero si no eres capaz de controlarlas, si pasas la línea, te conviertes en adicto, porque una adicción es la pérdida de control sobre una cosa que quieres o necesitas. Y de eso, precisamente, es de lo que habla esta función. Y para mí es casi una utopía conseguir superar todas las adicciones y seguir vivos teniendo el control de las cosas más importantes.

Magüi Mira en una escena de Molly Bloom. Foto: Ángela Ortiz

¿Usted ha conseguido mantener el control sobre este tipo de adicciones?

Intento mantener el equilibrio porque creo que cualquier adicción te saca de la pista de vida, pues pierdes el control. Por eso tengo muchísimo cuidado al usarlas y lo hago con todas las alarmas encendidas, para no perder ese control. Pero creo que ahora deberíamos preocuparnos de otras adicciones que acechan a nuestra sociedad, como son la ansiedad y el estrés, creados porque hemos descubierto que las cosas pueden cambiar o acabarse en cuestión de segundos y eso nos lleva a intentar conseguir más rápido lo que queremos.

También ha dirigido Los nocturnos, de Irma Correa, donde se expone el intensísimo amor entre la escritora francesa George Sand y Chopin, ¿cómo ha abordado este viaje emocional hacia la pasión extrema?

El texto de Irma es una joya y ha supuesto un viaje maravilloso. Lo que más me ha interesado de él es la pasión irracional entre dos genios revolucionarios que coincidieron en el tiempo. Ella, la novelista más famosa del momento, bella, inteligente, rica y transgresora; y él, un niño pobre con mucho talento que empieza a componer con cuatro años. Esa pasión tan potente y física les hizo ser absolutamente felices en unos momentos y muy desgraciados en otros, porque el sexo no es suficiente para encarar un proyecto de vida, por eso no pudieron finalizar su historia, que terminó dos años antes de que él muriera.

¿Cómo se organiza para saltar de un proyecto a otro y de la interpretación a la dirección o la docencia?

La fórmula se reduce a una sola cosa: trabajar, y hacerlo desde bien temprano. Aunque confieso que me gustaría tener más tiempo libre, no soy capaz de quedarme sentada. A mis 78 años no puedo dejarme llevar por la nostalgia, y el trabajo me ayuda. Soy una comunicadora y quiero contar historias desde el escenario, ya sea como intérprete o como directora, o hacerlo en un aula, trasladando el conocimiento que he ido adquiriendo.

“Vivo muchas noches de insomnio a causa de los debates entre la Magüi directora y la Magüi actriz, pero me ayudan a avanzar y crecer en este oficio”

En este momento de su vida, ¿disfruta más sobre el escenario o prefiere ayudar a otros a contar historias sobre las tablas?

La dirección es un privilegio que me apasiona, y como directora intento sumar, crear un equipo y convencerles de que se embarquen en mi proyecto, en el viaje al escenario que les planteo. No obstante, cuando la función arranca sin mí siento un vacío tremendo, porque yo quiero estar ahí, reír y llorar con el público. Ese encuentro con el espectador que te da el escenario, ese respirar con él, es algo que no se puede describir, eso sí que es erótica del poder.

Y después de haber dirigido, ¿le cuesta ponerse a las órdenes de otro para interpretar?

En absoluto. Como sé lo que es dirigir, me dejo guiar para conseguir lo que necesita el director. Eso sí, necesito que quien me dirija sea alguien a quien admire y en quien confíe. Lo acabo de hacer en teatro, con Juan Carlos Rubio en La culpa, de Mamet, y en tres películas: Venus, de Jaume Balagueró, con la que acabamos de abrir el Festival de Sitges; Alguien que cuide de mí, a las órdenes de Elvira Lindo y Daniela Fejerman; y en Olvido, de Inés París, donde he tenido una pequeña participación.

¿Qué le dice la Magüi Mira actriz a la directora? ¿Se llevan bien o tienen sus diferencias?

Vivo muchas noches de insomnio a causa de los debates que mantienen esos dos yos, y aunque a veces son muy dolorosos, porque no los resuelvo, me ayudan a avanzar y crecer en este oficio, que es como un tablero de ajedrez, donde unas veces eres reina, otras, alfil o caballo, y otras, peón. Pero siempre es una partida nueva y siempre hay algo que aprender.


Foto: Ángela Ortiz

MOLLY BLOOM: UN PERSONAJE QUE MADURA COMO EL BUEN VINO

Se inició de forma profesional en el teatro en 1977, con un musical de La Trinca. Dos años después se convertía en la primera actriz española que encarnaba a Molly Bloom, un personaje al que vuelve cuatro décadas después. 

Eso sí, esta nueva Molly es muy diferente a la de entonces. No solo porque Mira es más madura como mujer y como intérprete, sino porque el texto también ha cambiado. Hoy son ella y Marta Torres quienes firman la dramaturgia, mientras que en 1977, fue Sanchis Sinisterra, que también subió al escenario a José María Resel. 

Hoy, sola en el escenario, Mira encarna a esta nueva Molly en un monólogo que se estrenó en noviembre de 2021 y aún sigue girando por España. Los municipios andaluces de Cazorla (Jaén), Atarfe (Granada) y Utrera y Lebrija (Sevilla); los madrileños de Getafe y Pinto, y Montijo (Badajoz) son solo algunos por los que pasará próximamente.

Gema Fernández