La prensa vive en total transformación. No es algo nuevo, contar lo que pasa a nuestro alrededor e intentar explicar las claves de esa realidad es un oficio tan antiguo como el hombre. Desde siempre tuvimos la necesidad de explicar lo que nos rodeaba y cómo nos enfrentábamos a esa realidad. Desde Altamira hasta nuestros días, a través de la pintura, los cantares, la aparición de la imprenta… la necesidad de compartir el conocimiento es innata al ser humano. Y siempre hubo “confusión”. Y la razón de esa “confusión” sigue siendo la misma, solo cambia el entorno.
Hubo tiempos en los que se encargaban “cantares” para glosar victorias. Hubo tiempos en los que se encargaban cuadros para ilustrar grandes victorias. Y hubo un tiempo en el que en las escuelas de periodismo se enseñaba el oficio. Desde la honradez y desde el convencimiento de “servicio social”. Era cuando los periodistas se preguntaban por las famosas “uves dobles” (Who, When, Why, Where, What) que viene a ser responder a las preguntas básicas cuando te enfrentas a una información: quién, qué, cómo, cuándo, dónde, porqué. Eran tiempos en los que se aprendía lo que era una noticia y sus diferencias entre la opinión. Y finalmente los “activistas” eran “expertos”, de los de verdad, que exponían en tribunas sus posiciones sobre los temas.
La denominada “democratización” de la información ha derivado en muchos casos en las fakenews, informaciones falsas, tergiversadas e interesadas de toda la vida. Pero con una intensidad y rapidez de transmisión nunca vista. Y con un alcance, segmentado en muchas ocasiones altamente efectivo para los intereses de los creadores de las mismas. Las fakenews incrementan su efecto por las redes sociales, pero en realidad pueden ser también creadas y difundidas por medios de comunicación, incluidos los tradicionales.
Y en éste punto aparecen los nuevos “periodistas”, algo que la editora del semanario alemán Stern denomina “periodismo activador” para diferenciarse del “periodismo activista” y que en realidad viene a ser lo mismo. Crear climas de opinión basados en realidades minoritarias o con aspiraciones globales. El desgaste del “periodismo activista” impone regresar a los básicos del oficio. Contar lo que pasa diferenciando la información de la opinión. Los periodistas somos, básicamente nuestras fuentes y nuestra honradez profesional. Respondemos a la única tarjeta de presentación razonable, que cada vez es menos el medio para el que trabajas como los lectores, espectadores o escuchantes a los que te debes, sin activismos ni sectarismos. Ante esa nueva revolución nos encontramos, ante la experiencia periodística de contar lo que ves, y no lo que te gustaría ver.
Pilar García de la Granja