Les llegó la hora de retirarse. ¡A las cenizas de la Historia!». A Dmitry Medvedev, el que fuera presidente de Rusia y posterior vicepresidente del Consejo de Seguridad de Vladimir Putin, le faltó tiempo el día después de las elecciones europeas para mofarse de los dos principales mandatarios de la UE: Emmanuel Macron y Olaf Scholz. Calificó la política de ambos con Ucrania como «inepta» y se unió al Kremlin en el elogio al ascenso de partidos euroescépticos o eurófobos.

La gran aventura de la construcción europea tiene poderosos enemigos en el exterior y también populistas en el interior que aprovechan los indudables errores que han cometido las instituciones comunitarias a la hora de afrontar problemas clave para los ciudadanos. Pero la solución es corregir el rumbo y hacer más eficaz el buque, no desmantelarlo, por eso la población española dio un ejemplo de moderación, a pesar de muchos de sus líderes políticos, en las elecciones del 9 de junio.

España contribuyó a la buena noticia de que los partidos centrales, cuya alianza tradicional ha forjado la construcción europea, siguen siendo mayoría en el Parlamento Europeo para disgusto del Kremlin. Se trata del Partido Popular Europeo, socialistas de S&D y los liberales de Renew. Y, aunque resulte increíble por el disparatado debate político actual, las elecciones mostraron que no hay gran economía de la Eurozona con población más moderada y europeísta que la española.

Aunque resulte increíble por el disparatado debate político actual, las elecciones mostraron que no hay gran economía de la Eurozona con población más moderada y europeísta que la española

Si se suman los resultados de las fuerzas políticas adscritas a alguno de esos tres partidos centrales en España superan el 66%. La mayoría gracias al ganador, el PP, y al segundo, el PSOE, pero también hay que sumar el 1,6% cosechado por la alianza del PNV con Coalición Canaria que forman parte de Renew.

Ese porcentaje, que es punto a favor de España en los mercados, duplica prácticamente al registrado en Francia e Italia en los mismos comicios. El propio presidente francés, Emmanuel Macron, se apresuró a convocar unas difíciles elecciones tras la debacle de su partido, adscrito a Renew y que apenas logró el 14,5% de los votos. Aún así superó a los socialistas (13,8%) y populares (7,3%). Todos ellos juntos no suman como el ganador, el partido de Marine Le Pen, y otros partidos extremos. No es extraño que repuntara ya ese día la prima de riesgo de la endeuda Francia.

En cuanto a Italia, el 24,1% de los socialistas y el poco más del 10% de los partidos italianos adscritos al PPE apenas representan un tercio de la población. La primera ministra, Giorgia Meloni, tiene como socio minoritario a los populares de Forza Italia, y está puliendo su eurofobia del pasado, pero sigue lejos de los europeístas tradicionales.

Tampoco en Alemania los tres grandes partidos europeos superan el 50%. La CDU sí cosechó el 30% de los votos, pero con un programa menos entregado a financiar la UE que el de la antigua canciller Angela Merkel. Los socialistas de Olaf Scholz no llegaron al 14% y los liberales de Christian Lindner, poco más del 5%. 

Una excepción aún más atractiva que España para los europeístas es Portugal, que contabiliza un 75% entre populares, socialistas y liberales sin que, además, haya peligro independentista. Su prima de riesgo es sistemáticamente mejor que la de España desde hace tiempo.

Ninguno de los dos países ibéricos habrían superado las últimas crisis sin pertenecer al euro y es lógico que sean un bastión europeísta, pero se la juegan con cada avance de los destructores de la UE en otros grandes socios. El populismo de extrema derecha o izquierda ha demostrado capacidad de infiltrarse en sociedades muy avanzadas, así que la excepción ibérica no está garantizada para siempre ni el euro es inmortal, como avisó Macron en la campaña. Es imprescindible seguir trabajando cada día los valores europeos. Hacerlo con eficacia espantará el populismo y las risas del Kremlin.

Carlos Segovia