La fascinación con la que el mundo acogió los primeros pasos de la Inteligencia Artificial estuvo del todo justificada; tanto como la necesidad inapelable de vigilar su uso. Cada día sus aplicaciones ahondan en desarrollo y progreso para la humanidad, de la misma manera que ponen en peligro el trabajo de colectivos profesionales, el rigor de los datos, y hasta la estabilidad de las democracias.
El peligro que advirtió la empresa editora de “The New York Times” estaba ampliamente fundamentado. El prestigioso periódico demandó a Open AI y Microsoft por uso absolutamente indebido de obras publicadas, con derechos de autor, a través de Inteligencia Artificial.
Trabajos periodísticos, analíticos y de investigación publicados en el diario neoyorkino, correspondientes a miles de artículos publicados en sus páginas, se utilizaron como entrenamiento de chatbots, es decir, softwares basados en Inteligencia Artificial capaces de mantener conversaciones en tiempo real, ya sea por voz o por texto. Con esta usurpación de textos del periódico, se estableció una competencia ilegítima con los recursos del propio diario. ¡Cómo no iba el gran periódico americano a plantear esas demandas!
El ejemplo del mal uso de la IA en los medios de comunicación es una de las facetas del imponente esfuerzo de regulación que ha hecho el Parlamento Europeo. El pasado mes de marzo se aprobó una Directiva, calificada de histórica, para poner orden en la revolución que emana de la IA. La primera en el mundo.
Europa ha querido marcar la pauta en la ordenación de los sistemas de IA, según un planteamiento que ha partido del riesgo; riesgo con mayúsculas. El eurodiputado Brando Benifei, del grupo Socialistas y Demócratas, dirigió el equipo de trabajo del que formó parte el español, del mismo grupo, Ibán García del Blanco.
“Tenemos la primera regulación del mundo que marca un camino claro para un desarrollo seguro de la IA, centrado en el ser humano”, proclamó el político italiano horas después de la aprobación de este hito legislativo.
Una vez que la pauta está marcada, queda todo el resto por hacer: El cumplimiento del buen uso de la IA por parte de las instituciones y las empresas. La norma puso el broche de oro a la legislatura del Parlamento Europeo cuya renovación se ha producido tras las recientes elecciones del 9 de junio.
Ahora, corresponde a la nueva cámara dar más pasos para adentrarse en la regulación, a través de una Directiva, sobre las condiciones y características del uso de la Inteligencia Artificial en los centros de trabajo; un compromiso adquirido por los principales grupos de la cámara que harán suyos los nuevos legisladores. Su desarrollo será de aplicación obligada en los 27 países comunitarios.
Bien por Europa, a la vanguardia de la defensa de los derechos de los ciudadanos, las instituciones y las empresas, consciente, sin embargo, de que solos no podrán garantizarlos. No caben ingenuidades sino la toma de conciencia de establecer una gobernanza para la IA que trascienda a Europa. Otras partes del mundo, por su intenso desarrollo en esta materia, y sin tantos miramientos en su uso, tienen un margen de acción que les puede convertir en infinitamente poderosos.
El ejemplo del mal uso de la IA en los medios de comunicación es una de las facetas del imponente esfuerzo de regulación que ha hecho el Parlamento Europeo. El pasado mes de marzo se aprobó una Directiva, calificada de histórica, para poner orden en la revolución que emana de la IA. La primera en el mundo
Hay tiempo para concienciar del buen uso, o de prevenir las intenciones aviesas, de este ilimitado avance. Toda una arquitectura de control y supervisión se alzará en cada país aunque con el apoyo de la Comisión Europea, en plazos que irán entre uno y tres años.
La necesidad de legislar la vieron los representantes políticos europeos sin el menor titubeo, al tiempo de ser conscientes de la debilidad de la UE ante la competencia abismal de China y Estados Unidos. La inversión privada europea es un reto perentorio, como sostienen todos los analistas europeos. Europa, sí a la cabeza en la defensa de los derechos, pero lejos en potencial económico y de penetración en el mercado de la IA.
La digitalización es el reto de España, de Europa, tanto como la utilización más beneficiosa de la IA. Los peligros, en absoluto conjurados, se conocen.
En el terreno de la información el uso de la IA puede ordenar la sobreabundancia de datos, desenmascarar la desinformación y los bulos y verificar los datos. También, puede hacer lo contrario, ahondar en esas perversiones. El control, es inapelable.
Anabel Díez