El último Seminario de Derecho y Jurisprudencia organizado en el Colegio de Registradores, bajo el título Democracia representativa, democracia directa, sirvió para rendir tributo a la figura de su presidente.
La Sala de Asambleas del Colegio de Registradores acogió una nueva edición del Seminario de Derecho y Jurisprudencia, de la Fundación Coloquio Jurídico Europeo. Pero en esta ocasión se trataba de una convocatoria muy especial: el Seminario servía para homenajear al presidente de la Fundación, Ernesto Garzón Valdés. Bajo el título Democracia representativa, democracia directa, se celebró una jornada en la que numerosos amigos y compañeros del profesor argentino no quisieron faltar a tan señalado acto. Con presidencia de la decana del Colegio de Registradores, María Emilia Adán, y presente la práctica totalidad de los patronos de la Fundación Coloquio Jurídico Europeo, Alfonso Fernández-Miranda, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid, y Paloma Biglino Campos, también catedrática de Derecho Constitucional pero en la Universidad de Valladolid, fueron los ponentes encargados de exponer sus respectivos puntos de vista en este acto-homenaje.
María Emilia Adán valoró el esfuerzo y el trabajo de Ernesto Garzón desde la presidencia de la fundación y se sumó al reconocimiento a una vida dedicada a los valores en defensa de la dignidad de la persona
Previamente a la exposición de los catedráticos, la decana de los registradores dedicó unas palabras al profesor quien, por problemas de salud, no pudo estar presente en el acto. María Emilia Adán presidía por primera vez un encuentro de la Fundación Coloquio Jurídico Europeo. Por este motivo quiso, antes de hablar de Ernesto Garzón, “manifestar públicamente a todo el Patronato y a todos los que colaboran con la Fundación o participan en sus actividades y publicaciones el decidido empeño de esta nueva Junta que va a gobernar el Colegio en los próximos cuatro años, de continuar apoyando y de impulsar y ayudar a esta Fundación de cuyo prestigio, indudable prestigio, los registradores nos sentimos muy orgullosos”. Además, la decana hizo entrega de la medalla de la Fundación a Ernesto Garzón, distinción que fue recogida por Manuel Atienza, patrono de la Fundación, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante y discípulo del galardonado. La decana se sumaba así a este reconocimiento y valoraba “el esfuerzo y el trabajo que Ernesto Garzón Valdés desde la presidencia de esta fundación ha realizado desde su creación. Por ello queremos entregarle esta medalla en reconocimiento de una vida dedicada a los valores en defensa de la dignidad de la persona. ¿Qué les voy decir de la trayectoria de Ernesto Garzón? –continuaba la decana–. Ustedes la conocen perfectamente y la valoran en lo que le corresponde. Pero sí quería recordar que su defensa de la libertad y que su actitud ante la intolerancia política que sufrió durante la dictadura argentina le costó la expulsión de su cátedra y del servicio exterior argentino y le supuso el exilio abandona su patria y abandonar su patria”.
Esta situación vivida por Ernesto Garzón, forjó, en palabras de la decana, la formación de sus principios, “y ser fiel a los principios a veces obliga a tomar decisiones trascendentes que te hacen abandonar tu vida y tu esfera de confort. En esto Ernesto Garzón fue un ejemplo para todos nosotros”.
Tras la intervención de la decana del Colegio de Registradores fue el turno de Manuel Atienza, que realizó una sincera y personal semblanza del profesor argentino. Para Atienza, “la medalla es un reconocimiento a una exitosa y sorprendente empresa intelectual a la que en su día te empujó (pero fue un empujón amable y yo diría que casi consentido) nuestro común amigo Celestino Pardo y que luego, enseguida, contó con el apoyo de muchos otros registradores, juristas y amigos, y muy particularmente, claro, con el de Isabel de la Iglesia”.
Manuel Atienza, en su alocución, hizo hincapié en la notoriedad que ha alcanzado, dentro del mundo jurídico y académico, la Fundación Coloquio Jurídico Europeo. “Digo exitosa porque la Fundación Coloquio Jurídico Europeo ha celebrado ya más de cincuenta seminarios en los que han participado algunos de los juristas (en el sentido amplio de la expresión) más reconocidos e influyentes no sólo de Europa, sino también de América; seminarios que luego han dado lugar a una estupenda colección (con un elegante diseño que se le debe a Antonio Pau) que ha tenido además una réplica en Latinoamérica. Y lo de sorprendente tiene que ver con el hecho de que esa empresa de altos vuelos jurídicos no tenga su centro en la universidad, sino en una entidad básicamente vinculada con la práctica del Derecho: en el Colegio de Registradores de España. Como a ti te gusta repetir, España ha cambiado mucho en las últimas décadas; en más de un aspecto somos un país respetable y capaz de llevar a cabo tareas inimaginables en muchos otros”.
HOMBRE NOBLE
Continuó Manuel Atienza, tras contar alguna anécdota personal, señalando alguna de las características de la personalidad de Ernesto Grazón “y que encaja con toda exactitud en lo que Ortega y Gasset llamaba hombre noble, en el sentido de esforzado o excelente, y que contraponía al hombre-masa, al hombre vulgar. He acudido a mi ejemplar de La rebelión de las masas para buscar una cita apropiada y no me ha costado encontrarla (aunque sí leerla: la tipografía de los libros de la Colección Austral sí que se corresponde con la España de otros tiempos):
‘El hombre selecto o excelente está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone. Recuérdese que al comienzo distinguíamos al hombre excelente del hombre vulgar diciendo que aquél es el que se exige mucho a sí mismo, y éste, el que no se exige nada, sino que se contenta con lo que es y está encantado consigo. Contra lo que suele creerse es la criatura de selección, y no la masa, quien vive en esencial servidumbre. No le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente. Por eso no estima la necesidad de servir como una opresión. Cuando ésta, por azar, le falta, siente desasosiego e inventa nuevas normas más difíciles, más exigentes, que le opriman. Esto es la vida como disciplina –la vida noble-. La nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones, no por los derechos. Noblesse oblige’.
Para Atienza, la personalidad de Ernesto Garzón se definiría, además de por su cordialidad y elegancia, también por la constante gratitud que demuestra en todas sus relaciones. “Sé muy bien que tú estás completamente de acuerdo con la regla práctica que se sigue de la ley hobbesiana: debemos mostrar gratitud hacia aquellos de quienes recibimos beneficios sin pedirnos nada a cambio; y que lo único que considerarías objetable es que su justificación no vendría (o no vendría solamente) de la racionalidad instrumental (a lo Hobbes), sino (sobre todo) de la racionalidad propiamente moral, que para ti significa fundamentalmente la moral kantiana.” Una anécdota que rememoraba Manuel Atienza parece síntoma inequívoco de esa forma de ser del profesor Garzón. “Cuando en 1974 –apunta Atienza- el peronismo autoritario y de derechas te expulsó del servicio diplomático (de la Embajada de Bonn en donde eras agregado) y te quedaste en Alemania literalmente en la calle, recibiste en seguida un telegrama de Theodor Viehweg en el que el autor de Tópica y Jurisprudencia, que era a la sazón catedrático en la Universidad de Mainz, con la que tú colaborabas, te anunciaba que te enviaba su sueldo completo del mes «por razones de amistad». Desde entonces has tenido ese telegrama enmarcado y colgado en la pared, enfrente de tu mesa de trabajo, aunque estoy seguro de que no habrías necesitado de esa ayuda visual para sentirte agradecido de por vida por ese gesto”.