Luis María Cavello de los Cobos durante la jura del cargo como director general de los Registros y del Notariado.

“….hace con frecuencia lo que hace sin testigos…”
(Marcial, epig. 7,62,6)

Recibo el encargo de dedicar un recuerdo a Luis María. Vaya por delante mi profundo agradecimiento a cuantos compañeros y amigos nos han transmitido su pesar y, al mismo tiempo, su cariño y aprecio. Impagable.

Para comenzar, no tengo por menos que agradecer a nuestra Decana y su Junta el comportamiento y generosidad que han demostrado en el tratamiento de esta inesperada y dolosa situación. También, a nuestra Decana autonómica y su Junta y, como no, a quien tuvo como colaborador destacado, Javier Gómez Gálligo… en ellos se condensan todas las tareas que, Luis María, con sus aciertos y errores, dedicó una vida profesional: La muy grata condición de desempeñar el cargo de registrador de la propiedad.

Yo, por fraternal proximidad, tuve un poco más de suerte que muchos de los que trató y apreció, críticos o partidarios, desde que un tiempo ya lejano pero próximo -accedió de la mano de José Poveda a la Junta de Gobierno- , bien digo cercano, su obra es imperecedera. Permitirme este aserto. Trataré, como discípulo suyo no aventajado, de fundamentarlo.

Su visión le llevó a orientar nuestra carrera, siguiendo los dictados de la Asamblea de Barcelona y su lema “Un Registro abierto a la sociedad”-acierto, otro más, de Carlos Hernández Crespo y su Junta-. Entendió, como pocos, que la actuación del registrador, profesional y funcionario a la vez, tenía que estar orientada y dirigida, por tanto, a dotar de un plus de eficacia a la Legislación para la Defensa de Consumidores y Usuarios. Esta orientación, como todo nuestro Cuerpo legislativo, venía impuesta no ya por nuestra Constitución, sino por la transposición del Derecho Comunitario a nuestro Ordenamiento. De ahí que, como refuerzo a la hoy vocalía, pensase que era necesario abrir una Oficina de “representación” en Bruselas. Para ello, no sin contestación lógica por suponer un gasto, contó con el apoyo de la Junta de Gobierno y de José Simeón, también gran amigo y registrador. De su oportunidad no cabe la menor duda. Se canalizaron vía fax -carecía de correo electrónico el euro parlamentario de turno o el denunciante de pretendidas irregularidades- más de diez mil denuncias o consultas. 

De ésta actuación, derivó el tratamiento registral, que dio en multitud de artículos y conferencias, y sirvió de soporte legislativo a la “multipropiedad”, tan ligada al sector turístico y en una zona muy sensibilizada y acostumbrada a no proteger registralmente sus derechos, Canarias, donde ejerció gran parte de su fecunda carrera. 

La incorporación de nuevas tecnologías- informatización de los Registros- al folio real la inició en 1984… siempre defendió la aplicación de la informatización no como negocio, sino como una herramienta más al servicio de la función, de la profesión.

Comencé este escrito aludiendo a mi condición de discípulo. Así me considero, tuve un Maestro en muchos órdenes de la vida que, como nadie, cultivó desde la Historia a la Mística y la Filología, pero sin desatender ni por un momento a su condición profesional de Registrador. Siempre le gustó destacar el carácter profesional de la función registral

Qué decir del apoyo y modernización reconocida a los Registros Mercantiles. Desde medidas arancelarias, hasta apoyo al acceso bajo control del registrador a la información, a la Publicidad registral, supresión de la perversa manifestación de Libros y de la odiosa, por interpretable y acomodable a un interés, fotocopia. Tampoco fue pacífica la recepción de esta medida que perseguía evitar la creación de archivos pararegistrales.

Un paso más, en este proceso de modernización, supuso el impulso decidido a la Ley de Bienes Muebles. La creación del Registro de Condiciones Generales de la Contratación, avance, como pocos, en la incorporación al sistema registral de las “cláusulas de exclusiva” a las que Pio Cabanillas se refería en 1962. Su combinación con las “abusivas” centrarían otra de sus preocupaciones, la calificación de las hipotecas. Diez, quince años después, calificamos condiciones generales y abuso de posición dominante.

Con singular atención siguió y alentó la excepcional catalogación de los bienes del Estado y sus corporaciones que, con gran maestría, realizó el gran compañero y amigo Enrique Mariscal.

Alentó, en fin, la coordinación del sistema registral sobre el catastral por la distinta finalidad de uno y otro. Para ello, acompañado de Juan Pablo Ruano, visitó y estudió el sistema holandés.

Comencé este escrito aludiendo a mi condición de discípulo. Así me considero, tuve un Maestro en muchos órdenes de la vida que, como nadie, cultivó desde la Historia a la Mística y la Filología, pero sin desatender ni por un momento a su condición profesional de registrador. Siempre le gustó destacar el carácter profesional de la función registral.

Me dejo en el tintero actuaciones controvertidas en su momento que, quien sabe, con el devenir se convierten en realidades. Eso sí, siempre informó de sus proyectos a las Juntas de los Colegios Notariales y de Registradores. Antonio Pau, Decano y amigo, y su Junta son conocedores de ello, y la Asamblea de Decanos -informada personalmente- conocieron su talante: nada de imponer.

Para finalizar, dos hechos que, quizás desconocidos, fueron determinantes en su formación. 

Cuando terminó su carrera de Derecho -calificaciones más que brillantes-, iba a optar por preparar una oposición, muy de moda hoy. En mi haber, cabe el logro de que preparase Registros en la Academia de Ramón Sánchez de Frutos -Don Ramón- con mis temas. También se apuntó al cambio Manuel Vargas-Zúñiga… ambos ganaron la oposición antes que yo y, lejos de desanimarme, recabé siempre su ayuda. La encontré en lo que más necesita un opositor en esas horas negras de volver al Tema 1 y el Derecho Objetivo, COMPRESIÓN DEL DERROTADO, y que Ángel Sanz Iglesias aguantase el “rollo” con un estoicismo propio de su condición de notario.  Porque también Luis María preparó opositores. Y también me transmitió esa necesaria colaboración en la formación de tantos y tan buenos opositores. Siempre me recordaba que teníamos que exponer-cantar los temas como el maestro Leopoldo Sánchez-Gil. Alta Escuela. Discusiones de una altura jurídica en la preparación de los prácticos que causaban asombro, por la vehemente defensa de postulados, a Don Antonio Bartolomé, Mariano García Orduña, Pepe Raga, Fernando Picón, Francisco Javier Llorente, Miguel Seoane… y que tenía como interviniente, destacado, a mi cuñado José Manuel Hernández Antolín… Ya registradores, incorporamos al foro, al también cuñado José María Ramírez-Cárdenas y nuestro querido primo Manuel Hernández-Gil y Mancha.

Mi sensación es que el legado que nos transmitió está vivo, como él, en el corazón de tantos y buenos compañeros.

Desde su último escrito en tu Diario -“Padre me estás llamando”- y desde mi condición, ahora sí, de hermano un año mayor, GRACIAS MAESTRO Y SÉ QUE ME ESTÁS AYUDANDO. Estarás con nuestros padres y queridos difuntos. El hombre de la pipa -Fernando Rodríguez Rubio, recuerdas-, el “candidato independiente” en las elecciones a delegados de Facultad como me recordaba, días pasados, su querido amigo Íñigo Méndez de Vigo.

Mi agradecimiento destacado al registrador interino, Edgar Gascón, por todas las facilidades que, en momentos muy duros, me prestó en la entrega del Registro de Santa Coloma de Farners y a todos sus empleados.

A CHIQUI, MARTÍN y MIRIAN, envidiarlos porque acompañaron mucho y bien a LUIS MARÍA. A ti, MIRIAN, agradecerte que, como padrino católico, te acompañe, también, en tu toma de posesión como notario. 

POR SIEMPRE

Vaya nuestro recuerdo agradecido a las personas que desde la Escuela Pública al Colegio Privado nos formaron. Singularmente, a los Padres Reparadores. Desde el Fray Luis de León, salimos muchos registradores, verdad Manuel Hernandez-Gil, José Ernesto García-Trevijano, Luis San Millán, José del Valle, Ángel Valero, Galo Rodríguez Tejada y alguno se me escapa en estos momentos. Pero es una buena alineación registral.  

por Fernando Cavello de los Cobos y Mancha