La revista Registradores dedica este número a la transparencia. Transparencia no es solamente una bonita palabra que se pronuncia y queda inmediatamente vacía de contenido. La transparencia es un valor en sí misma. Es uno de aquellos elementos que inciden decididamente en la calidad de nuestra democracia.
La transparencia es, por supuesto, una obligación de los poderes públicos, pero también un principio inspirador de la gestión social y corporativa para todos aquellos que gestionan intereses públicos, como un verdadero antídoto contra la tentación de patrimonializar esos intereses sin obligación de rendir cuentas. Además, es un baremo fiable para medir el índice de desarrollo social; también para incrementar ese desarrollo y de ahí nace el vínculo entre la institución registral y la transparencia.
Hagamos un poco de historia y situémonos en el segundo tercio del siglo XIX. Una gran cantidad de inmuebles ha sido puesta en circulación en el mercado gracias a las leyes desamortizadoras y esa masa de inmuebles tiene un enorme potencial para financiar el desarrollo a través del crédito inmobiliario, pero la existencia de posibles cargas ocultas hacía impensable tal posibilidad, porque esas cargas ocultas que podían afectar a la garantía eran un enorme agujero de incertidumbre, incompatible con la confianza y la seguridad jurídica que requiere ese crédito inmobiliario. Se pensó entonces en una institución que diera transparencia y fiabilidad -primero- a las adquisiciones de bienes inmuebles y -posteriormente- a las cargas y gravámenes que pudieran constituirse sobre ellos, de forma que lo que no estuviera allí inscrito no existía ni podía perjudicar a los terceros que no hubieran intervenido en el negocio jurídico. Así nació el Registro de la Propiedad. Nació la institución en cuyo ADN se encuentra la publicidad de las situaciones jurídicas; la transparencia en el ámbito inmobiliario a través de un desarrollo reglado de los mecanismos de publicidad que respetan los derechos de los ciudadanos, tanto del que tiene inscritos sus derechos, porque sabe que al haber depositado sus datos en un instrumento de publicidad reglada puede conocer esas reglas del juego en todo momento, incluyendo un conocimiento cierto de que su situación va a ser objeto de publicidad, como del que solicita información, porque sabe que la negativa a su suministro puede ser recurrida, incluso judicialmente. El Registro es la esencia de lo publicitado y quien acude a su protección mediante la inscripción lo asume así con pleno conocimiento.
Pero la transparencia es también un valor tangible. A la transparencia no hay que tenerla miedo. Esa transparencia que permitió el desarrollo de instrumentos de ahorro e inversión que han permitido el acceso de millones de españoles a la vivienda a través de la hipoteca, reforzando la cohesión social y contribuyendo a la creación de la clase media, está de plena actualidad. El Registro de la Propiedad ha sido y es un elemento integrador de la sociedad mediante la transparencia, por eso es una institución moderna. La transparencia no pasa.
Al igual que en la esfera de la propiedad inmobiliaria es el Registro de la Propiedad el instrumento de transparencia, en el ámbito mercantil es el Registro Mercantil. Si en todas las relaciones jurídicas la transparencia es esencial, en el mercantil y precisamente porque en las relaciones comerciales el peso de la confianza es decisivo, la transparencia es insoslayable. La institución registral mercantil contribuye a que la figura societaria se utilice para lo que fue creada: como una forma de limitar la responsabilidad del emprendedor y de dar seguridad jurídica a sus relaciones comerciales y no con el objeto de oscurecer y desvanecer la identidad de quienes las conforman. A ello ha contribuido sin duda el nuevo Registro de Titularidades Reales en el Registro Mercantil que permite poner a disposición, sobre todo de las autoridades involucradas en la lucha contra el blanqueo de capitales, pero también al resto de sujetos obligados, información fiable y veraz facilitada por los administradores de las sociedades, no solamente de los titulares reales de las acciones y participaciones, sino también de las sociedades a través de las que se controlan otras. Transparencia unida al interés social en la lucha contra el blanqueo de capitales a través de una institución que, como decíamos anteriormente, permite al ciudadano también tener conocimiento del destino de sus datos.
En fin, transparencia no es una palabra vacua; es una filosofía que todos los que gestionan intereses ajenos -y especialmente los poderes públicos- deben incorporar a su rutina; pero como hemos visto, también puede ser una herramienta de desarrollo que se encuentra reflejada en ese libro abierto, emblema del Cuerpo de Registradores, de cuyo significado todos nos sentimos orgullosos. No hay que temerla.