«Lo que queda es la emoción de sentir que estás escribiendo la Constitución”
Miguel Roca Junyent recibe a la revista Registradores en su despacho de Madrid para hacer balance de los 40 años de la Constitución. Habla con entusiasmo de los logros de la Carta Magna en estas cuatro décadas y a veces incluso con emoción, cuando rememora el tiempo en el que el consenso de todos los partidos permitió sacar adelante un espacio de acuerdo para la convivencia plasmado en la Constitución, que con más del 90 por ciento fue refrendada por los españoles.
Cuál es el balance de los 40 años de la Constitución?
El balance es espectacular y lo tengo que explicar porque una afirmación tan contundente requiere fundamentación. Por primera vez en la historia de España hemos tenido una Constitución que ha durado 40 años, vigente en cada uno de los días. Ni el 23 de febrero interrumpió la vigencia de la Constitución, insólito en nuestra historia. Segundo, España nunca tuvo una Constitución que se hubiese concordado con tanto esfuerzo de participación política y de acuerdo mayoritario. Y tercer punto, es la primera Constitución que fue refrendada con un porcentaje de participación no igualado, equivalente al 90 por cierto de los ciudadanos. A partir de aquí puede haber críticas, puede haber recelos, denuncias, pero aun así debe decirse que es espectacular.
En estos años de vigencia, ¿ha envejecido la Constitución?
Evidentemente, pero no por las razones que se dicen, tales como que cada generación requiere su propia constitución, esto me parece un argumento muy inconsistente. Una garantía de la Constitución es su flexibilidad, por tanto su capacidad de adaptarse a los cambios, y ha sido posible que la Constitución ampare lo que legítimamente los representantes del pueblo quieran ir legislando de manera ordinaria. Entonces no veo la urgencia de la reforma, pero ni debo oponerme ni puedo oponerme. Lo que sugiero es que la Constitución que se hizo desde el consenso sea reformada desde el mismo consenso. Yo tengo un contrato con los ciudadanos porque les pedí en el año 78 que apoyaran esa Constitución y en Cataluña, y en toda España, nos dijeron sí el 90 por ciento. Se puede cambiar, sí, pero si tenemos que cambiar un 90 por ciento por un 50,1 por ciento, yo me sentiría incómodo.
¿Qué cree que debería ser cambiado en la Constitución?
Hay un punto que debe reformarse clarísimamente que es el Senado. Esta es una segunda cámara, estrictamente ideológica como el Congreso, no es territorial. Y, por tanto, nos falta un escenario donde los representantes de las comunidades autónomas puedan debatir entre ellas sobre el encaje de sus respectivas competencias en el modelo global y defender sus intereses del Estado autonómico desde una perspectiva común. Todos los países con estructuras federales o casi federales, y el Estado autonómico es esto, tienen un Senado muy pensado para esta configuración. Nosotros, sin experiencia en el año 77-78 sobre una vía federal, una vía autonómica, no lo resolvimos bien.
Puede haber otras cosas. Ahora se está hablando de la expresión de los disminuidos físicos que figuran en la Constitución. Por supuesto hay terminologías que pueden ser superadas, reformas puntuales que pueden hacerse, algunas de ellas no requerirían de un gran referéndum sino simplemente de reformas legislativas puntuales, pero que no se alteren los valores fundamentales de la Constitución ni su estructura.
“Algunos de los que hoy legítimamente critican o cuestionan lo que representó la Transición y la Constitución, solo les puedo decir que estoy encantado de que lo puedan hacer porque la libertad que ampara su crítica es la que hizo posible la Constitución del 78”
Existe el debate si las leyes deben hacerse por juristas o por políticos. En su doble condición de jurista y político, ¿qué debe primar para la elaboración de una ley?
Primero, yo siempre reclamo que participé en la Constitución como mero escribano, eran los ciudadanos los que nos dijeron lo que teníamos que hacer. Nosotros cogíamos la pluma y escribíamos lo que la sociedad nos decía. La Constitución es un documento político no es un documento de la Academia, es un documento de la soberanía popular. Y, por tanto, nunca quedará satisfecho el jurista estrictamente con una Constitución, siempre dirá: esto podría…, pero que lo digan en la Academia que es donde toca. La soberanía popular debe estar en el escenario del Congreso. La Constitución es un documento político, es más, yo digo que para mí la Constitución es más música que letra.
En estos momentos Cataluña atraviesa un momento difícil. ¿La reforma de la Constitución podría ayudar a solucionar los problemas en Cataluña?
La respuesta es muy sencilla, el problema de Cataluña no tiene su origen en la Constitución. Es un problema político. La Constitución tiene mucha capacidad de resolver problemas, si se quieren resolver en el marco de la Constitución. No le carguemos a la Constitución la responsabilidad que no está aquí. Hay ambiciones que pueden ser legítimas, no las voy a discutir. En la Constitución cabe lo que cabe y acepta toda reforma que se tramite a través de los propios procedimientos que la Constitución señala. Este fue el pacto que aprobaron los ciudadanos de Cataluña en una inmensa mayoría hace muchos años. Quiero recordar que la Constitución fue aprobada en Cataluña más que en otra parte de España.
¿Cómo contempla cuarenta años después la redacción de la Constitución?
Lo que queda son los grandes trazos, los colores, las imágenes más sobresalientes. Lo que queda es la emoción de sentir que estás escribiendo la Constitución. Recuerdo con emoción que al final de las sesiones de la ponencia hacíamos una rueda de prensa para decir de lo que se había tratado, y en los puntos en los que ya había acuerdo los explicábamos. En una rueda de prensa me tocó decir que nos habíamos puesto de acuerdo en un artículo relativo a la libertad de partidos políticos y sindicatos. Esto ahora parece ridículo pero en aquel momento era muy emocionante. Había posiciones ideológicas muy dispares, como Fraga o Jordi Solé Tura, o yo mismo o Gregorio. Éramos personas que procedíamos de mundos muy distintos que supimos construir una muy buena relación entre nosotros, que generó y formó una amistad y una confianza que es la más importante que descansa en el reconocimiento de la discrepancia. Esto es lo más importante. Es decir, cuando la amistad descansa en que piensas igual no tiene mucho mérito. Es un recuerdo muy intenso, muy vivo, muy emocionante, la sensación de estar construyendo.
Yo he tenido la desgracia de participar en el tiempo inicial de la acción política, de participar ya en lo más importante de mi vida, lo que quedaba era muy aburrido. Lo más importante es participar de entrada, es muy emocionante en la Constitución, la redacción de los estatutos de la Autonomía de Cataluña. Ya no le puedes pedir más a la acción política por eso al cabo del tiempo lo dejé. Pero, ya no le puedes pedir más, esto es lo que recuerdas, no las anécdotas. La emoción, el color, los atardeceres de Madrid desde la sala donde redactábamos la Constitución. Veías como oscurecía el día. Todo penetraba, el color, el olor, la amistad y la construcción.
Usted está participando en los actos conmemorativos. ¿Qué percepción tiene del desarrollo de estos actos?
A los actos conmemorativos la gente que viene, en un porcentaje altísimo, es gente que viene precisamente a celebrar y a conmemorar. Tengo la sensación que hay más satisfacción por lo que representó aquello de lo que a veces se explica. En el fondo, podemos estar muy orgullosos de como hicimos, entre todos, la Transición y que la gente lo está, los que no lo están, es porque no estuvieron y no se han percatado ni se les ha explicado la diferencia. Algunos de los que hoy legítimamente critican o cuestionan lo que representó la Transición y la Constitución, solo les puedo decir que estoy encantado de que lo puedan hacer porque la libertad que ampara su crítica es la que hizo posible la Constitución del 78.