“Felipe II es una de las principales víctimas, ni mucho menos la única, de la leyenda negra que labraron sus enemigos”


José Calvo Poyato es uno de los autores españoles más reconocido dentro de la novela histórica. Sus libros se han convertido en un referente para los lectores interesados en este género literario. Su última novela, Dueños del Mundo, tiene a Felipe II como principal protagonista, un rey del que Calvo Poyato nos dice que ha querido “dar una imagen que lo aleje de ese demonio negro del Mediterráneo como lo tildaron sus enemigos porque es de una falsedad absoluta”.


Como cordobés y lector de sus novelas, en primer lugar, decirle que es un orgullo para mí poder hacerle estas preguntas. 

Usted es autor de novelas, ensayos y biografías y desde hace ya muchos años con un gran éxito editorial. ¿Como historiador le preocupa ser fiel a los hechos que narra?

Permítame que, en primer lugar, le dé las gracias por ese orgullo de paisano. Busco ser fiel a los hechos, en el caso de que sea el historiador quien escribe el ensayo o la biografía. En el caso de que escriba una novela me tomo ciertas libertades que como historiador no podría ni debería permitirme. Ahora bien, me parce importante señalar que, al tratarse de novelas históricas, esas libertades literarias no pueden alterar los hechos. En ese caso la novela, en mi opinión, dejaría de ser histórica. Entre esas libertades está la de introducir personajes de ficción o tramas inventadas, pero ha de procurarse que tengan un encaje adecuado para la época histórica en la que se insertan. Tienen que resultar verosímiles.

También hay muchos novelistas de novela histórica que no son historiadores. ¿Los considera advenedizos o cree que esto es un camino abierto a todos? 

Creo que una buena parte de los autores de novela histórica no son historiadores y, como cuando hablamos de novela histórica estamos hablando de literatura, en absoluto es necesario ser historiador para escribir novela. En modo alguno, pueden considerarse advenedizos. Ese es un camino abierto a todo el que lo desee y se sienta con capacidad para hacerlo. Pienso, incluso, que el hecho de ser historiador puede ser un lastre a la hora de dar agilidad a la novela por aquello de querer profundizar en el acontecimiento histórico con mentalidad de historiador y no tanto como novelista. Al fin y al cabo, estamos hablando de novela.

“La incorporación de Portugal a la monarquía hispánica, en 1580, es uno de los hechos más brillantes de nuestra historia. Suponía que toda la península Ibérica quedaba bajo el dominio de un mismo rey”

Con su última novela Dueños del Mundo, podría decir que habla con cariño de Felipe II, de su faceta humana y de su compleja realidad, ¿es necesario rescatar al verdadero Felipe II de la leyenda negra? 

Felipe II es una de las principales víctimas, ni mucho menos la única, de la leyenda negra que labraron sus enemigos. Esa leyenda ha llegado a otros campos como la ópera Don Carlo, de Verdi, en la que Felipe II es presentado como un personaje siniestro. Todo ello ha influido en el imaginario colectivo de los españoles que ven en Felipe II, siempre vestido de negro, que por cierto era el color que impuso como moda —el negro brillante que se tintaba en España—, como un personaje poco atractivo. Era culto, construyó esa monumental obra que es San Lorenzo de El Escorial, mucho más que un monasterio. Su biblioteca es de las más valiosas del mundo, con ejemplares únicos que allí atesoró con la ayuda de Arias Montano y de Ambrosio de Morales. He querido dar una imagen que lo aleje de ese “demonio negro del Mediterráneo” como lo tildaron sus enemigos porque es de una falsedad absoluta. Tampoco fue un santo, pero su nivel moral está muy por encima del de muchos de sus contemporáneos, como Guillermo de Orange, o Catalina de Médicis.

La llamada Unión ibérica que narra la novela con la unión bajo la Casa de Austria de los territorios peninsulares y de ultramar españoles y portugueses es un periodo quizá poco conocido de la historia, ¿qué razones existen para ello? 

La incorporación de Portugal a la monarquía hispánica, en 1580, es uno de los hechos más brillantes de nuestra historia. Suponía que toda la península Ibérica quedaba bajo el dominio de un mismo rey. El imperio llegó a su cenit porque, como muy bien dice, con Portugal se incorporaban sus extensos dominios ultramarinos. En aquella monarquía no se ponía el sol y los españoles de entonces se sentían orgullosos de ello. Se consideraban dueños del mundo, como dejaron constancia en la moneda que se acuñó con el lema Non sufficit orbis. No le hemos dado la importancia que el hecho tiene. Quizá porque esa unión sólo duraría sesenta años y también porque a Portugal, estando tan cerca, los hemos mirado desde España con cierta distancia. Un grave error. 

 

Me ha encantado el mito del “sebastianismo” tras la derrota portuguesa de Alcazarquivir, y cómo se dilató en el tiempo lo que hoy llamaríamos bulo de la no-muerte del monarca Don Sebastián. ¿Fue tan importante en esa época? ¿Y cómo influyó en la restauración de la Casa de Braganza? 

La incorporación de Portugal a la monarquía de Felipe II no fue fácil. El proceso deriva de la muerte sin descendencia del monarca lusitano, don Sebastián, en el desastre que sufrió el ejército portugués en Alcazarquivir. Una parte importante del pueblo portugués no quería verse incorporado a aquella monarquía porque suponía perder su independencia e incluso sus señas de identidad que, por cierto, Felipe II y sus sucesores, respetaron escrupulosamente. Los portugueses se opusieron, incluso con las armas en la mano, por lo que los tercios de infantería, las mejores unidades militares del mundo en aquel momento, entraron en Portugal, a las órdenes de duque de Alba y acabaron con esa resistencia, tras la batalla de Alcántara en que derrotaron al prior de Crato, un bastardo que buscaba ocupar el trono y capitalizó ese rechazo a Felipe II, a quien las cortes portuguesas, reunidas en Tomar, eligieron como rey. Otra forma de resistencia fue difundiendo el rumor de que don Sebastián no había muerto y aparecería para reclamar su trono. Esa leyenda se alimentó desde el púlpito y caló en el alma portuguesa, perviviendo en el tiempo y llevando a algún impostor a hacerse pasar por don Sebastián. Incluso llegaría hasta el siglo XIX en la literatura. Por ejemplo, Patricio de la Escosura escribió El pastelero de Madrigal, sobre un supuesto don Sebastián que era pastelero en Madrigal de las Alta Torres.

“Busco detalles de la vida cotidiana como la indumentaria, la comida, las diversiones, las creencias, la vida en mesones, las posadas, las ventas. Se trata de pequeños detalles que son muy necesarios a la hora de armar la novela”

Además de sus conocimientos de la historia, ¿cómo se documenta para recrear una novela como la de Dueños del Mundo en la que además aparecen muchos temas sociales, culturales e incluso del lenguaje de la época? 

Escribir una novela histórica requiere un proceso de documentación -pienso que la documentación, en mayor o menor medida, es necesaria para escribir cualquier novela- yo busco, si puedo, alguna fuente primaria, bibliografía del acontecimiento y de los personajes históricos que van a desfilar por sus páginas. Si puedo me desplazo a los lugares donde acontecieron los hechos. Busco detalles de la vida cotidiana como la indumentaria, la comida, las diversiones, las creencias, la vida en mesones, las posadas, las ventas. Se trata de pequeños detalles que son muy necesarios a la hora de armar la novela. El lector de novela histórica suele estar muy pendiente de esos detalles y ha de procurarse que respondan a la realidad del tiempo que se novela.

Es muy interesante cómo va intercalando junto a los principales acontecimientos históricos una trama de ficción, que tiene incluso tintes detectivescos, ¿quizá es la parte más divertida y a la vez más difícil en la redacción de la novela? 

Sostengo, frente a otras opiniones, que escribir novela histórica no es fácil. Un lector amante de la historia quizá conozca el desenlace de la novela. Eso puede hacer que para muchos pierda interés porque ya conoce el final. Por ejemplo, en La ruta infinita, donde novelé la primera vuelta al mundo de Elcano, narré una horrible tormenta que zarandeaba a la nao Victoria, pero el lector sabe que no se hundirá, por muy terrible que sea esa tormenta. La victoria llegará a Sanlúcar de Barrameda. Por eso, una trama de ficción, puede llevar al lector, al tiempo que se desarrollan los acontecimientos históricos, a querer saber cómo concluirá. En el caso de Dueños del mundo es la aparición del cadáver de un boticario con fama de alquimista. ¿Quién lo ha asesinado y por qué? Teniendo en cuenta que Felipe II, como muchos de sus contemporáneos, creían que a través de la alquimia metales viles podían transformarse en oro o en plata, ¿hasta dónde llevarán las investigaciones de Diego de Paz?

Usted ha desarrollado en Andalucía una intensa actividad política y en su biografía se habla de usted como expolítico. ¿Es la política una faceta cerrada en su vida?

Esa es una etapa que cerré desde hace dos décadas cuando dimití como diputado en el Parlamento de Andalucía y portavoz del Grupo Andalucista. Dediqué algunos años de mi vida a ello, dejando temporalmente mi actividad como catedrático de Historia en bachillerato, adónde regresé cuando di por terminada aquella etapa. Considero que la actividad en política ha de ser temporal y cuando concluye volver al trabajo que uno desempeñaba con anterioridad. 

Sebastián del Rey