Desde que empezó la crisis, la sociedad española sueña cada fin de año con que el siguiente será el del adiós a las apreturas, el del inicio de la esperanza, de la recuperación, de la tranquilidad. ¿Lo será 2014? El consenso de los expertos apunta a una clara mejora macroeconómica, cuya intensidad varía en función del crisol que se utilice. Más allá de la validez de los pronósticos, lo evidente es que hay una serie de elementos que explican y justifican el optimismo. Es más, hasta se puede confeccionar un decálogo con ellos. En primer lugar, el dato: el Instituto Nacional de Estadística ya ha hecho oficial que el PIB del tercer trimestre del 2013 experimentó un crecimiento del 0,123%, con lo que se ha dicho adiós a la recesión. Un segundo factor es el espectacular ejercicio del sector turístico, con máximo histórico en cuanto a número de visitantes. Las exportaciones, la balanza exterior en números negros y la fuerte reducción del déficit comercial conforman el tercer gran elemento que hace sonreír. Un cuarto factor es el cóctel formado por una inflación controlada combinada con moderación salarial, que es el quinto. Una de las Bolsas más rentables de Europa y el bono a 10 años estable en torno al 4%, construyen el sexto punto del decálogo de la esperanza. Y un punto complementario con el séptimo, que no es otro que la mejora del sistema financiero y de los resultados empresariales. Un octavo aspecto a considerar es el gran número de operaciones que los fondos extranjeros están efectuando en el mercado inmobiliario español, algo que hace pensar que los precios han tocado fondo o están a punto de hacerlo y que los gestores de esos vehículos de inversión descuentan un rebote notable a medio plazo. El noveno punto a considerar es el cambio de discurso que han emprendido los directivos de las empresas españolas desde el pasado verano: “cómo ingresar más” ha desplazado en el orden de prioridades a “cómo gastar menos”. La guinda del decálogo la pone la decidida apuesta del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, por mantener los tipos bajos y la manguera para el sector financiero con el objetivo de apoyar el crecimiento.
Sin lugar a dudas, el gran drama que ensombrece cualquier expectativa es el paro. Hasta que la sonrojante cifra de casi seis millones de desempleados no disminuya drásticamente no se habrán superado definitivamente las secuelas de crisis
Naturalmente, a este puñado de razones para el optimismo cabe oponer otro con riesgos, sombras y tareas a emprender. Sin lugar a dudas, el gran drama que ensombrece cualquier expectativa es el paro. Hasta que la sonrojante cifra de casi seis millones de desempleados no disminuya drásticamente no se habrán superado definitivamente las secuelas de crisis. Para que esta situación comience a revertirse, hay dos elementos básicos que han de cambiar radicalmente: el crédito y el consumo. Mes tras mes, las estadísticas muestran tercamente que el volumen de préstamos continúa su tendencia descendente. Familias y empresas se quejan de que las entidades financieras no abren el grifo y éstas sostienen que no hay peticiones lo suficientemente solventes como para superar las barreras que les reclaman desde el Banco de España o el BCE. Un nudo realmente complicado de deshacer, pero de cuya resolución pende gran parte de la salida de la crisis. Un papel muy similar, el de tractor de la recuperación, es el que debe jugar el consumo, que ya ha empezado a dar algún síntoma, aún insuficiente, de revitalización. Mientras, el gran reto del Gobierno que preside Mariano Rajoy es hacer todo lo posible para que esas dos variables recobren el pulso a la vez que trata de controlar el déficit público y de que la deuda pública no se desboque más allá del 100% del PIB. Y todo ello en un horizonte político intenso y complicado, pues en 2014 y 2015 se suceden las elecciones europeas, las autonómicas y municipales, más las generales. Eso sin contar con lo que pueda suceder en torno al futuro de Cataluña o si comunidades como Andalucía apuestan por adelantar sus comicios. Y ya se sabe que el ruido político no es buen compañero de viaje de una economía que trata de coger aire.
En definitiva, todo parece indicar que 2014, esta vez sí, se presenta como el año del arranque real de la recuperación, pese a los evidentes riesgos que aún persisten.