Al celebrar los veinticinco años de esta revista, nos felicitamos del hecho de que un cuerpo de élite, formado por algunos de los mejores profesionales del derecho en España, decidieron abrirse a la sociedad, escuchar otras voces y amplificar las suyas. Fue una extraordinaria idea, consecuencia de la apertura a la sociedad de un grupo que tenía el riesgo de quedarse aislado en una cueva llena de papeles.

España, pero también el mundo, ha vivido un cuarto de siglo menos dramático que otros, pero que ha transformado en muchos sentidos las sociedades de una manera mucho más profunda de lo que aún ahora creemos. Empezamos desarrollando Internet, mientras hoy nos asomamos a la Inteligencia Artificial. Estábamos en el 11-S y la invasión de Irak, mientras hoy contemplamos las consecuencias del ocho de octubre y un realineamiento incierto de Oriente Medio. Disfrutábamos de democracias bipartidistas razonablemente estables, mientras hoy asistimos al poder ejercido por populistas de un lado y de otro. China se integraba aceleradamente en una economía global que trajo bienestar universal, mientras hoy ejerce un poder autónomo en todos los campos. Los Estados Unidos ejercían, unas veces para bien, y otras para mal, el liderazgo del mundo occidental que le había otorgado la Segunda Guerra Mundial, mientras hoy se retira aceleradamente de todo lo que no esté dentro de sus fronteras. 

Los últimos veinticinco años nos han dado muchas herramientas útiles, una técnica asombrosa que hace posible construir todo lo que imaginamos. La ciencia ha avanzado de manera exponencial. El mundo futuro está lleno de oportunidades, que podemos aprovechar o despreciar. Yo espero que el péndulo de la historia se repose, que los españoles recuperemos la confianza en nosotros mismos, que dejemos de mirarnos al ombligo y comprendamos nuestra posición en el mundo

En España, el sistema político aguantaba con dos partidos grandes que dominaban la escena política, situación que fue evolucionando, poblando izquierda y derecha con otros partidos, y otorgando a las minorías un poder del que antes habían disfrutado sólo limitadamente. Nadie pensaba en el año 2000 que pudiera gobernar quien no hubiera ganado las elecciones, mientras hoy el Gobierno lo es gracias al apoyo parlamentario de ocho grupos políticos. Vivíamos en la opulencia, mientras hoy domina la incertidumbre. Los asuntos autonómicos estaban presentes, pero no dominaban el debate político. La Unión Europea funcionaba como el ancla a la realidad que siempre habíamos ansiado, pero hoy carece de un liderazgo que nos ofrezca esperanzas. Nuestra riqueza relativa no ha aumentado, y muchos jóvenes ven un futuro peor que el de sus padres.

En definitiva, los últimos veinticinco años nos han dado muchas herramientas útiles, una técnica asombrosa que hace posible construir todo lo que imaginamos. La ciencia ha avanzado de manera exponencial. El mundo futuro está lleno de oportunidades, que podemos aprovechar o despreciar. Yo espero que el péndulo de la historia se repose, que los españoles recuperemos la confianza en nosotros mismos, que dejemos de mirarnos al ombligo y comprendamos nuestra posición en el mundo. Yo quisiera que volvamos a tener gobiernos razonables, que hagan causa de la unión, y no de la división. Tendremos que cerrar el proceso autonómico. Tenemos que diseñar una estructura legal pensada para el trabajo de este siglo, y no del siglo XIX. Debemos bajar impuestos, recortar regulaciones y elevar nuestra mirada para dejar de ver los riesgos y acoger las ocasiones que tenemos enfrente, sólo esperando a que las tomemos. Soy optimista. Si dentro de veinticinco años Registradores me brinda la posibilidad de escribir otro artículo, estoy segura de que podré escribir: “lo conseguimos”. Felicidades, Registradores.

Pilar García de la Granja