Esta temporada que finalizará con varias representaciones de Madama Butterfly, ha provocado el efecto de desanimar a muchísimos abonados, que aun manteniendo sus localidades las han prestado en ciertas óperas o han dejado de acudir, especialmente cuando se representaron obras del siglo XX. Esto es normal en el aficionado de Madrid pues está en ese momento en el que prende el fervor de escuchar ópera en directo, pero le tira para atrás la música dodecafónica. Ni qué decir tiene cuando se han exhibido óperas un solo día, ajenas completamente al repertorio más o menos tradicional. Había que ser muy perspicaz para saber elegirlas pues eso sí, todas estaban envueltas magníficamente bien en cuanto a intérpretes se refiere.
Ahora parece ser que los dioses que rigen los destinos del teatro se han percatado de que la música del siglo XX en ópera no vende mucho y han preparado una temporada parecida en actitudes, pero con un viraje copernicano de siglos y al barroco entramos y del barroco no salimos casi.
Para hacer una disección ordenada empezaré por las óperas que se van a poner de repertorio tradicional o sin ser habituales son de compositores conocidos. Vamos a detenernos una por una y a intentar desentrañar lo bueno, que lo hay, en cada una de ellas. Así comenzaremos por la obra de Cilea, Adriana Lecouvreur, que con dirección musical de Luisotti y escénica de MC Vicar va a ser interpretada por cantantes solidísimos de la talla de Ermonela Jaho o Elina Garanca y el resto de intérpretes a la altura de cualquier buen teatro de la ópera europeo. Le sigue Theodora de Haendel (la primera) dirigida por Bolton y cantada por Joyce DiDonato o Iestyn Davies, que son un lujo para una ópera larga que necesita una buena dirección de escena. Prosigue el bel canto representado por la ópera de Donizzetti, Maria Stuarda, donde brillarán sin duda cantantes de la talla de Lisette Oropesa, Ismael Jordi o Roberto Tagliavini. Para variar irrumpe después Tchaikovsky con su preciosa obra Eugenio Oneguin, toda ella con cantantes rusos pero dirigidos por un español entre los mejores, Gustavo Gimeno, que sucederá a Bolton en la dirección musical titular del teatro a partir del año que viene.
Ahora llega la parte española, preceptiva en todas las temporadas. La vida breve, de Falla. Con ella se reinauguró el Real y es habitual en los conciertos. Solo por escuchar sus danzas merece la pena el abono entero. Le acompaña una obra de un compositor español del siglo XXI, Jesús Torres, en estreno mundial bajo el título Tejas verdes. Del presente siglo saltamos al Mozart clásico Mitridate, re di Ponto. Fuera de las veleidades con los libretos de Lorenzo da Ponte, el buen y genial Mozart hacía en su temprana juventud aventuras sobre la composición de una ópera clásica. Será un gusto escucharla. La dirigirá Ivor Bolton y cantan, entre otros, Franco Fagioli, espectacular contratenor, o Pretty Yende y la revelación este año en el festival de Bayreuth, el tenor sudafricano de color Siyabonga Maqungo. Completan esta colección de óperas de repertorio una interesante e infrecuente novedad, El cuento del zar Saltán, de Rymsky Korsakof, bajo la inteligente batuta de Karel Mark Chichon, marido de la mezzo Elina Garanca, cuya dirección barrunta el éxito. Por fin algo que ya es patrimonio de la humanidad, La Traviata de Verdi, con tres magníficos solistas en los papeles principales: Nadine Sierra, Xabier Anduaga y Luca Salsi.
Terminada la temporada de ópera como sería en cualquier otro teatro de temporada con ensayos, multitud de representaciones y varios repartos, el teatro pone en valor una serie de óperas del barroco que solo se representan uno o dos o cuatro días, y puedo comprender este fenómeno dada la dificultad de programación de la carrera de los cantantes y los directores, pero que se lance el teatro a no endosar una o varias a los fieles abonados, que mucho me temo -y ya conozco varios- que se van a dar de baja. Esto ya sucedió con Mortier, que era un innovador incomprendido, aunque puso al Teatro Real en el centro del mundo de la ópera. La diferencia es ahora que las óperas que se van a ofrecer son clásicas en el sentido vulgar de la palabra y en la era de Mortier parecían modernas y extravagantes. Aquí ahora no va a suceder eso, pero me gustaría sinceramente ver todas las entradas vendidas de estas representaciones sobre todo con lo bien envueltas que vienen y lo que cuestan.
Ahora parece ser que los dioses que rigen los destinos del teatro se han percatado de que la música del siglo XX en ópera no vende mucho y han preparado una temporada parecida en actitudes, pero con un viraje copernicano de siglos y al barroco entramos y del barroco no salimos casi
Entrando en materia diré las que se representan un solo día: David et Jonathas, Alcina, Idomeneo, re di Creta, La Merope, L´uomo femmina y Jephtha. De estas destacar a Sandrine Piau para Alcina de Haendel y acompañada por Il Pomo d´Oro, la Freiburger Barockorchester para el Idomeneo de Mozart (dificilísima obra), la Academia de Música Antigua de Berlín para La Meope o las maravillosas voces de Spyres o DiDonato para el Jephtha de Haendel, también acompañados por Il Pomo d´Oro. Todas estas no cuestan un duro de escena pues son en versión concierto incluyendo Tamerlano de Haendel, que será dirigido por René Jacobs.
Se representarán dos días dos óperas de Giuseppe Verdi de su época de galeras (en sus comienzos) Attila y l Lombardi, destacándose para la primera las imponentes voces de Michael Fabiano, Sondra Radvanosky (una de las mejores soprano verdiana) y Artur Rucinski. Para la segunda (de la que me trae inolvidables recuerdos de cómo la cantaba Pavarotti), destacarán las voces de Miren Urbieta-Vega y Anna Pirozzi, y de un magnífico tenor, Francesco Meli.
Con estos mimbres se despacha la temporada y que Dios reparta suerte.
En cuanto al ballet vendrá el de San Francisco, el estatal de Viena y la Compañía Nacional de Danza. El lago de los cisnes, Don Quijote y Mahler se escucharán mientras se danza. Por fin los recitales son todos nuevos en general. Si me preguntaran asistiré al de Asmik Grigorian. Atención a Ludovic Tézier sin olvidar a Beczala. Que la disfruten los que asistan porque en la variedad -dicen- está el gusto.
Javier Navarro