De niña pude soñar, de joven pude elegir y de adulta he podido crecer.
Pertenezco a esa generación X que ha visto con naturalidad como las mujeres podían llegar a lo más alto. Una generación de mujeres que han podido contar, en palabras de Virginia Woolf, con “una habitación propia”.
Como funcionaria de la Administración General del Estado, siento que he desarrollado mi carrera administrativa en las mismas condiciones y con las mismas oportunidades que el resto de mis compañeros. Siempre me he sentido valorada y apreciada. Trabajo rodeada de mujeres y de todas aprendo y con todas comparto. Me quedo con su tesón y valía y me quedo con el respeto de los hombres con los que he tenido y tengo la suerte de trabajar.
Pertenezco también a esa generación que ha conocido de primera mano el relato de sus madres, abuelas y de tantas otras mujeres que fueron abriendo el camino. Una generación que no olvida y que ha sido testigo de avances tan necesarios como importantes.
Precisamente hace unos meses, se aprobaba el III Plan de igualdad de la Administración General del Estado bajo la coordinación de la Secretaría General de Función Pública. Este plan persigue un cambio estructural favorable a la igualdad entre mujeres y hombres y promueve hasta 68 medidas para alcanzar la igualdad real. La sensibilización, la formación, la capacitación, la mejora de las condiciones de trabajo, el desarrollo personal de las empleadas públicas, la corresponsabilidad y la conciliación de la vida laboral, personal y familiar son solo algunos de sus objetivos.
Permítanme la licencia de recordar, en esta revista de Registradores de España, las palabras de Don Jerónimo González Martínez que, en sus Estudios de derecho hipotecario y civil, fue consciente de la “dificultad de contrastar las conquistas de nuestra inteligencia con la realidad jurídica”
En mi opinión, todas estas medidas suponen avances y pequeñas conquistas necesarias para vencer barreras a veces invisibles y de las que no siempre somos conscientes. Pues lo cierto es que los estándares de la justicia no son inamovibles. Lo que hoy nos parece natural, antaño no lo fue y mañana no todo será igual.
Permítanme la licencia de recordar, en esta revista de Registradores de España, las palabras de Don Jerónimo González Martínez que, en sus Estudios de derecho hipotecario y civil, fue consciente de la “dificultad de contrastar las conquistas de nuestra inteligencia con la realidad jurídica. (…) No basta con atestiguar que una institución se encuentra en varios países y durante muchos siglos para admitir su justicia. Ninguno de vosotros vacilará en negar la legitimidad de la esclavitud y en excluirla de lo que para muchos constituye el derecho natural a pesar de que no hace siglos era una institución universal y en la actualidad todavía se halla arraigada”.
Don Jerónimo y su mujer Guadalupe educaron a sus hijas en la igualdad. Todas ellas tuvieron la suerte de poder estudiar una carrera y trabajar en una época en la que esto no era lo habitual.
Querido Don Jerónimo, querido bisabuelo, me hubiese gustado conocerte en persona. Me conformo con seguir tus consejos y no prescindir nunca de “esos ideales que en un determinado momento histórico señalan la curva jurídica en cuya tangente se halla la estrella polar de la justicia”. Gracias.
Maria Pía Junquera Temprano