La universidad es probablemente uno de los ámbitos en que la mujer ha podido desarrollar todo su potencial sin encontrar demasiadas trabas por su condición femenina. Afortunadamente queda muy lejos aquella época en que las estudiantes femeninas debían abandonar el aula cuando se explicaban temas considerados escabrosos especialmente de Derecho penal (aborto, estupro, violación, etc.) que, en opinión del catedrático de turno, podían herir su sensibilidad y por tanto no debían ser escuchados por ellas, aunque en el futuro, acabada la carrera, quisieran dedicarse a esa especialidad. Como lejos quedan también los tiempos en que eran pocas las mujeres que optaban por dedicarse a la carrera académica. Una carrera larga y costosa que implica sacrificios, pero muy satisfactoria para quienes hemos dedicado nuestra vida a ella.
No creo equivocarme si digo que hoy puede afirmarse que una de las actividades en las que sin duda está destacando la mujer es en el ámbito universitario, al menos, como he podido comprobar, en las distintas Facultades de Derecho en las que he desarrollado mi labor como catedrática, aunque se trata de un fenómeno que puede apreciarse en prácticamente todas las carreras universitarias, con la excepción, quizás, de las de ciencias en las que lamentablemente todavía existe un déficit notable tanto de alumnas como de profesoras, respecto de los varones, aunque parece que esa diferencia se va corrigiendo paulatinamente.
La mujer está destinada a desempeñar un papel esencial en algo tan fundamental como es la formación de las futuras generaciones de universitarios
En el resto de las carreras, aparte de que el número de estudiantes femeninas es claramente mayoritario frente al de varones (así sucede no solo en Derecho, sino, por poner algunos ejemplos, en Económicas y Empresariales o en Medicina), el papel decisivo que la mujer está desempeñando en el ámbito universitario se puede apreciar en el porcentaje cada vez más numeroso de mujeres dedicadas a la docencia e investigación en las distintas ramas del saber, mujeres que no se conforman con lograr un puesto en los primeros escalones del escalafón sino que aspiran a conseguir llegar a la cima de la carrera universitaria, y lo consiguen. El número de catedráticas es cada vez mayor en todas las especialidades, llegando prácticamente a alcanzar (o sobrepasar, incluso) la paridad en muchos casos y no por que se hayan establecido cuotas para lograrlo sino simplemente por méritos y capacidad objetivamente constatados y contrastados de aquellas que han alcanzado ese puesto. Esto supone, de un lado, que la mujer tendrá una importante influencia en la difusión y creación del conocimiento a través de la docencia e investigación realizadas en sus respectivas áreas de conocimiento. Y, de otro, que la mujer está destinada a desempeñar un papel esencial en algo tan fundamental como es la formación de las futuras generaciones de universitarios, lo que, si bien es un gran éxito justamente merecido, al mismo tiempo supone un importante desafío que estoy segura de que las mujeres que hoy ocupan esos puestos (y las que las sucedan), sabrán enfrentar con la dedicación y el entusiasmo que han venido demostrando hasta ahora.
La igualdad entre mujeres y hombres, que aún encuentra trabas en otros sectores, creo que, por fortuna, ya se está consiguiendo, con toda justicia y en beneficio de la sociedad, en el sector universitario español. Tengo la fundada esperanza en que ese logro se ampliará y consolidará en un inmediato futuro.
Carmen Alonso Ledesma