jueves, noviembre 21, 2024
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    ESPECIAL NÚMERO 100

    La felicidad es un diario con aroma de mantequilla

    Pocos momentos resultan más placenteros que leer el diario un domingo por la mañana, al lado de los cruasanes de mantequilla aún calientes. Puede que por ello las noticias dominicales tengan un aroma especial de bollería recién horneada. Quienes proclaman el fin de la prensa podrían también augurar el final de la felicidad doméstica. Desde pequeños hemos aprendido a disfrutar de aquellas cosas que nos provocan sensación de bienestar y que desencadenan momentos de dicha. Cuesta pensar que el placer sea el mismo con una pantalla con olor a plástico industrial sobre la mesa del comedor. Los diarios de papel son este bocado de alimento para nuestro cerebro que nos pone en marcha por la mañana, pero el fin de semana, cuando los periódicos son más voluminosos, porque los editores saben que es cuando los lectores disponen de más tiempo, adquieren la condición de regalo del conocimiento.

    Uno de los más bellos homenajes al diario de la hora del desayuno, que nos permite comulgar con el mundo en la paz más perfecta, en medio de los efluvios del café acabado de preparar, corresponde al escritor francés Philippe Delerm, que ha publicado dos libros sobre los momentos más singulares del hombre contemporáneo: El diario lo desplegamos en la mesa, entra la tostadora del pan y la mantequillera. Registramos vagamente en nuestro cerebro la violencia del siglo, pero tiene una aroma de confitura de grosella, chocolate y pan tostado… Bajo la perennidad de la cabecera, las catástrofes se vuelven relativas. Sólo están para salpimentar la serenidad del rito. La amplitud de las páginas, la medida de la taza del café, permite únicamente una lectura sosegada. Pasamos las páginas con precaución, con lentitud reveladora: más que absorber el contenido, lo que cuenta es disfrutar al máximo con el continente.”

    Nadie cuestiona que hoy leamos las noticias de los diarios en el móvil, la blackberry, el ordenador o el iPad, pero el gusto por las noticias en papel no desaparecerá y su capacidad de reflexión y análisis resultará imprescindible. No es sólo por una cuestión de sibaritismo informativo, ni tampoco de romanticismo periodístico, sino porque la prensa escrita –con una convergencia cada vez mayor con la digital, por supuesto– es un síntoma de la calidad democrática de un país

    Es cierto lo que dice Delerm, pero también lo es que el diario nos ordena el mundo que es profundamente desordenado, nos permite ver el rostro humano de las guerras más crueles, nos ayuda a interpretar los conflictos más inexplicables, a descubrir los valores emergentes en una sociedad. Los diarios son unas gafas de sol graduadas que evitan que la actualidad nos deslumbre y, a la vez, nos permiten observar la realidad en su justa medida. Italo Calvino sugería leer los diarios en la postura más cómoda posible, seguramente porque las cosas que ocurren ya nos incomodan lo suficiente.

    El sociólogo Philip Meyer escribió un libro titulado Vanishing Newspapers, que anunciaba la desaparición de la prensa en 2043, luego el propio presidente de The New York Times apuntó en Davos que este hecho se produciría en 2013, pero que no le preocupaba demasiado porque su grupo editorial se ganaría la vida con el periodismo en otros soportes. Nadie cuestiona que hoy leamos las noticias de los diarios en el móvil, la blackberry, el ordenador o el iPad, pero el gusto por las noticias en papel no desaparecerá y su capacidad de reflexión y análisis resultará imprescindible. No es sólo por una cuestión de sibaritismo informativo, ni tampoco de romanticismo periodístico, sino porque la prensa escrita –con una convergencia cada vez mayor con la digital, por supuesto– es un síntoma de la calidad democrática de un país. Y porque además constituyen un placer intelectual insustituible, más aún los fines de semana cuando el tiempo es más nuestro y los diarios tienen un perfume que no es el de la tinta. Como el del café o el del cruasán, que los días festivos nos saben distintos. 

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    Revista nº54

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