El Museo del Prado rinde homenaje al artista valenciano en el año que se conmemora el centenario de su muerte, y lo hace a través de una completa visión de su evolución como retratista. Para ello ha rescatado algunas de las obras que nunca habían sido expuestas en sus salas.
La sala 60 del edificio Villanueva, dedicada a la presentación de Colecciones del Siglo XIX, reúne en esta muestra una selección de los retratos de Sorolla que conserva la pinacoteca, a los que se unen las obras que forman parte de la colección permanente y algunos retratos de artistas del siglo XIX, entre ellos el de Martín Rico, adquirido recientemente por el museo.
La dedicación de Joaquín Sorolla (1863-1923) al retrato fue sobresaliente tanto por el número de obras que pintó como por su calidad. Su trabajo en su primera juventud con el fotógrafo Antonio García le familiarizó con la captación atenta del natural, aspecto que tuvo presente en su pintura ya en los años de su formación. Su desempeño le convirtió, en la primera década del siglo XX, en uno de los grandes retratistas de referencia internacional.
De las 23 pinturas del artista conservadas por el Museo del Prado 18 son retratos, incluidos los dos adquiridos en 2022: Martín Rico y Manuel Bartolomé Cossío, que se presenta ahora en el Museo. Buena parte de ellos, los menos conocidos, pues no están habitualmente en sala, se incluyen ahora en esta exposición, que conmemora el centenario del fallecimiento del artista. Su visión se completa con las obras que forman parte de la colección permanente en la sala 60 A, que se enriquece con el préstamo de la Institución de Libre Enseñanza del retrato de Francisco Giner de los Ríos, y en la 62 A, que reúne los retratos de artistas del siglo XIX, entre ellos cuatro pintados por Sorolla. También se expone por primera vez una fotografía de Sorolla que le realizó su suegro, el fotógrafo Antonio García, que tanto le influyó además en sus años de formación.
La contribución de Sorolla a este género revela, a menudo, su inspiración en los maestros antiguos, señaladamente Velázquez, como puede percibirse en los negros y grises de obras como El pintor Aureliano Beruete y de María Teresa Moret, quizá sus dos mejores retratos, así como en la ambigüedad espacial del primero.
La facilidad para la captación del natural en un instante, en el que el retratado se hace presente con una intensa sensación de realidad, es característica de todas estas obras. En ello Sorolla no solo era fiel a su visión naturalista sino también a la profunda percepción de lo individual propia de la gran tradición pictórica española.
Según señaló el director del Museo del Prado, Miguel Falomir, con esta exposición se satisfacen dos anhelos: sacar de los fondos pinturas que normalmente no están expuestas, y dar la bienvenida a España a las nuevas obras de Sorolla recientemente adquiridas, que destacan no solo por su valor plástico, sino también por ser los retratos de dos personalidades importantes en el siglo pasado.
Museo del Prado l Madrid. Hasta el 18 de junio l