El Prado ilustra con esta muestra la incansable búsqueda de realismo en el arte español del Renacimiento y del Barroco en todo aquello que afectaba a la envoltura de la figura.
Reflexionar sobre el éxito de la escultura policromada barroca y su complementariedad con la pintura, es el objetivo de esta exposición organizada por el Museo del Prado que, a través de una espectacular escenografía, reúne casi un centenar de esculturas de grandes maestros como Gaspar Becerra, Alonso Berruguete, Gregorio Fernández, Damián Forment, Juan de Juni, Francisco Salzillo, Juan Martínez Montañés o Luisa Roldán. Junto a ellas, pinturas y grabados que, como en un juego de espejos, las emulan o reproducen, y piezas clásicas que dan testimonio de la importancia del color en la escultura desde la Antigüedad.
La muestra, comisariada por el jefe de Departamento de Escultura del Prado, Manuel Arias Martínez, reivindica la importancia de la escultura policromada para una comprensión integral del arte español y presenta por primera vez al público cinco importantes obras recientemente adquiridas por el museo: Buen y Mal ladrón, de Alonso Berruguete, San Juan Bautista de Juan de Mesa y José de Arimatea y Nicodemo, pertenecientes a un Descendimiento castellano bajomedieval. La adquisición de estas creaciones permite el enriquecimiento de las colecciones de la pinacoteca con extraordinarios ejemplos del éxito de la escultura policromada y su complementariedad con la pintura.
La muestra analiza el fenómeno y el éxito de la escultura policromada, que inundó iglesias y conventos en el siglo XVII y que jugó un papel fundamental como apoyo en la predicación. La estrecha y perfecta colaboración entre escultores y pintores nos habla del elevado valor del color, que lejos de ser un mero acabado superficial de la pieza, era una parte esencial de ella sin la cual no se daba por concluida.
La estrecha y perfecta colaboración entre escultores y pintores nos habla del elevado valor del color, que lejos de ser un mero acabado superficial de la pieza, era una parte esencial de ella sin la cual no se daba por concluida
El color también contribuyó de manera decisiva a acentuar los valores dramáticos de estas creaciones, tanto las destinadas a los retablos como a los pasos procesionales. La gestualidad teatral, unida a la vistosidad de los ropajes, ya fueran esculpidos, de telas encoladas o de textiles reales, convirtieron estos conjuntos en unidades escénicas llenas de significados.
La exposición aborda también otros ejemplos de interrelación de las artes ligados a la escultura policromada, desde las estampas que ayudaron a difundir las devociones más populares, hasta los velos de Pasión que fingían retablos o las pinturas que, en un sugestivo ejercicio ilusionista, reproducían con fidelidad las imágenes escultóricas en sus altares.
Museo Nacional del Prado. Madrid • Hasta el 2 de marzo de 2025