El año 2025 culmina su primer trimestre con sobresaltos en la Historia española contemporánea por causas inimaginables tan solo hace un trienio. Hay tambores de guerra, aunque sean lejanos. O no tanto. Este es el apunte de urgencia de lo más inmediato.
Los 25 años de andadura de la revista Registradores han ido paralelos a acontecimientos, hitos, avances extraordinarios, pruebas y situaciones límite que han hecho emerger fortalezas y debilidades del país; el cómputo de unas y otras conduce al optimismo moderado, sin fanfarrias, pero con cierta satisfacción por el funcionamiento de las instituciones y el empuje de la sociedad.
El intento de sedición de una comunidad autónoma, impulsada por sus gobernantes de esos momentos; la tragedia en pérdida de vidas humanas de la pandemia del covid-19, con la paralización de la vida, en todos los órdenes; la afectación de la invasión de Rusia a Ucrania en 2021 y la actitud antieuropea de Estados Unidos, han zarandeado el armazón político, social, económico y de seguridad del país.
Del lado de los avances y los logros en estos 25 años, se coloca en lugar preeminente la destrucción de barreras obstaculizadoras de la igualdad entre mujeres y hombres. Sector por sector, la mujer se abre paso por sus propios méritos y la concienciación de los legisladores. Aún queda mucho por hacer y no puede bajarse la guardia.
Una transición de la dictadura a la democracia, de éxito indiscutido, sin negar fallas, carencias y dificultades, condujo al salto de España a la modernidad en los años 90 y, en los 2000 con la entrada en el euro. La crisis financiera mundial entre 2008 y 2011 golpeó violentamente al país con destrucción de empleo, de empresas, y recortes sociales inesperados. Hubo recuperación, aunque con secuelas aún presentes.
Los 25 años de andadura de la revista Registradores han ido paralelos a acontecimientos, hitos, avances extraordinarios, pruebas y situaciones límite que han hecho emerger fortalezas y debilidades del país; el cómputo de unas y otras conduce al optimismo moderado, sin fanfarrias, pero con cierta satisfacción por el funcionamiento de las instituciones y el empuje de la sociedad
Los problemas políticos no eran muy diferentes de los que aquejaban a democracias consolidadas aunque la singularidad del Estado autonómico, deseado y aceptado mayoritariamente, deparó un conflicto institucional, político, social y judicial que nadie supo prever. El intento de sedición auspiciado por el independentismo catalán, con un fuerte apoyo social, pero no total, puso al Estado en máxima tensión. Se activó el artículo 155 de la Constitución.
Entre octubre de 2017 y junio de 2018, la autonomía catalana fue intervenida por la administración central. El proceso judicial llevó a fuertes condenas de cárcel y a fugas del país de quienes no estuvieron dispuestos a ser juzgados. El Estado de Derecho funcionó, en medio de una convulsión social y política en la que, una vez más, España volvía a preguntarse por su ser y su identidad nacional.
El vértigo que produjo la pandemia del covid-19 sumió al mundo, y a España, en el miedo y la incertidumbre. Entre tinieblas se avanzó, gracias al esfuerzo y al empeño de los servidores públicos. Con luces y sombras, y siempre con el pesar de que se podía haber hecho mejor, el Estado funcionó. La Unión Europea demostró su fuerza y, sobre todo, su utilidad, al establecer reglas y decisiones comunes de protección.
Los efectos de una invasión militar lejos de España, Rusia sobre Ucrania, trajo consecuencias económicas directas y, de nuevo, los países europeos, volvieron a unirse en la autodefensa.
A pesar de las diferencias entre los 27, con alguno de los países en clara discrepancia con la mayoría, la identidad europea, emerge de nuevo. La convulsión que ha provocado en el mundo la actitud del nuevo presidente de los Estados Unidos, por su desapego al orden liberal, construido tras la segunda guerra mundial, y el desdén hacia Europa, ha provocado un nuevo avance en la cohesión del continente, con la inestimable ayuda del Reino Unido.
No será fácil afrontar el debate y la adopción de decisiones sobre la seguridad nacional, país por país. Tampoco internamente en España. Nadie pudo prever que en 2025 iba a abrirse la discusión sobre el clásico “cañones o mantequilla”. En España acaba de empezar a escribirse esa página de la Historia.