Foto: Carlos Villarejo

“Nunca he creído en crear desde el sufrimiento. Para mí, interpretar es un viaje que hay que disfrutar”


Es la hija menor del carismático cantautor Joan Manuel Serrat, pero ha forjado su propia carrera como actriz. Su popularidad le llegó con la serie de TVE Seis hermanas y, aunque confiesa que su vocación fue tardía, lo compensa con una enorme capacidad de trabajo y un gran amor por el teatro. Allí estrena Todos pájaros, de Wajdi Mouawad, una obra de la que el propio autor libanés ha dicho: “esta historia me trastorna hoy por lo que cuenta sobre nuestro tiempo, de nuestro mundo y de nuestra relación con el otro, con el enemigo, por así decirlo”.


Regresa a Wajdi Mouawad, ¿qué le atrae de sus historias?

Ya cuando hice Incendios, en 2017, me atrajo su matemática de la poesía; su manera poética y exacta de contar las cosas ofreciendo la información y el sentimiento justos. Y, por supuesto, la historia era un cañón. La nueva función, Todos pájaros, tiene todo eso y, además, tristemente, es una historia que está muy de actualidad, porque tiene de trasfondo el conflicto palestino-israelí, y eso supone una responsabilidad brutal y abrumadora para todo el equipo y todos estamos comprometidos con ella al cien por cien.

¿Y cree que esta función puede aportar algo de luz sobre el tema?

Todas las funciones son un reflejo de la realidad para que el público reflexione, independientemente de si se trata de una comedia o un drama. Y creo que ésta puede recordarnos el dolor que hay en muchos sitios y servir de catarsis emocional. Porque Wajdi tiene una poesía en la voz, una manera de explicar las cosas sin dejar que sean dolorosas, pintándolas de colores, que permite que nos identifiquemos en esos dolores y aporta una visión que no es unidireccional, sino que muestra que las cosas son mucho más complicadas de lo que pensamos viviendo donde vivimos, y que invita al diálogo, a mirar más allá y a no dejarse llevar por la inercia.

Concretamente, ¿qué me puede contar de Todos pájaros?

No deja de ser una historia de amor. Es un Romeo y Julieta del siglo XXI, sólo que, en lugar de Capuletos y Montescos, aquí hay palestinos e israelíes. Los protagonistas son dos chavales criados en Norteamérica, una tierra de promesas, que, buscando sus identidades, sus orígenes, acaban en una tierra y viviendo unas circunstancias familiares que les impiden constantemente estar juntos y evolucionar hacia un lugar feliz.

Hábleme de su personaje.

Interpreto a Wahida, la joven protagonista de esta historia de amor imposible. Ella es una estudiante neoyorquina, de origen marroquí, pero criada y educada en Estados Unidos, que se enamora de Eitan, un joven científico alemán de origen israelí que reside en Nueva York. Y juntos emprenden un viaje a Israel, en busca de las raíces de él. Pero se ven atrapados en un bucle de destrucción por el simple hecho de haberse enamorado perteneciendo a pueblos históricamente enfrentados.

Lo que más me gusta de su historia es que nada depende de ellos, lo que demuestra que hay muchas cosas que se escapan a nuestro control, que hay herencias que pesan mucho y que, en muchas ocasiones, estamos presos de nuestras circunstancias. Eso es lo que plantea esta función: hasta qué punto nos pesan las herencias de nuestros padres, nuestro abuelos, de nuestra tierra; si podemos o no luchar contra ellas o tenemos que mirarlas de frente y ver a partir de ahí qué hacemos, cómo actuamos.

“Hacer una función que tiene de trasfondo el conflicto palestino-israelí supone una responsabilidad brutal y abrumadora para todo el equipo”

Personalmente, ¿cree que estamos predestinados?

Viviendo en Occidente, tenemos la suerte de tener libertad para escoger, nos dan las herramientas para poder vivir nuestra vida a nuestra manera y resulta muy fácil opinar desde esa posición. Pero si algo he descubierto trabajando con Wajdi es que es muy fácil decir “yo no haría esto”, sin embargo, como demuestra esta obra, la vida es mucho más complicada de lo que parece y hay cosas que se escapan a nuestro control; podemos intentar luchar contra ellas, y a veces lo conseguiremos, pero, otras, no. Y si algo nos demuestra la época que estamos viviendo es que no hay que pensar que todo está hecho, porque, claramente, hay muchas cosas que fallan, que no están bien y aún queda mucho trabajo por hacer en ciertos asuntos. Por eso, lo que intento hacer en mi vida es no dejarme llevar y hacerme muchas preguntas. Mirar, investigar, razonar, son las herramientas perfectas para dialogar, y más diálogo es lo que nos hace falta.

Repite a las órdenes de Mario Gas, vuelve a compartir escenario con Vicky Peña e incluso el equipo empezó los ensayos con Nuria Espert, que tuvo que abandonarlos por “una dolencia transitoria” que la obligaba a guardar reposo. Son tres grandes de la escena en España con los que ya ha trabajado en otras ocasiones, ¿cómo le hace sentir?

Como una persona muy muy afortunada. Cuando empecé en esto, deseaba trabajar a las órdenes de Mario Gas y ésta es ya la cuarta ocasión en que lo hago, y estoy encantada; me parece un director excelente, uno de los grandes del teatro. Vicky Peña es una amiga, casi familia, porque durante casi tres años trabajamos varias horas diarias juntas en una función. Y, en cuanto a Nuria Espert, no tengo palabras; es un honor compartir escenario con alguien como ella, que ha hecho de este oficio lo que es hoy; ver cómo crea, el respeto que muestra por su trabajo y escuchar su inmenso conocimiento es impagable.

¿Hay algún profesional de la escena nacional o internacional con quien le gustaría trabajar?

Muchísimos. Entre los actores y actrices, me costaría elegir, porque son muchos y hay poco tiempo; lo que tengo claro es que repetiría con todos los que he trabajado hasta ahora. Eso sí, entre los directores, me gustaría trabajar con Andrés Lima o Pablo Messiez; y Marta Pazos y María Folguera, por ejemplo, están entre mis favoritas como dramaturgas.

¿Alguna vez se ha arrepentido de hacer un papel o de haber rechazado un proyecto?

Nunca. He tenido mucha suerte. Siempre me he sentido muy respetada y querida y doy las gracias por poder vivir de esta profesión.

¿Y cuál diría que ha sido el personaje más difícil al que se ha enfrentado?

Fue un reto interpretar a doña Inés en el Don Juan que se representa por las calles de la ciudad de Alcalá de Henares durante sólo dos días. Supuso trabajar en cinco escenarios diferentes, a veces bajo la lluvia, y con poco ensayo, pero con cientos de personas coreando los diálogos contigo. Una gran experiencia.

“El Premio Princesa de Asturias es un gran reconocimiento que ha hecho muy feliz a mi padre y toda la familia lo ha sentido así, aunque siempre me he sentido orgullosísima de mis padres, porque ambos son excepcionales”

¿Cómo se prepara para encarnar un nuevo personaje?

Depende de cada uno, pero lo más importante para mí es dar con la tecla que me une a ese personaje, porque a partir de ahí puedo empatizar con él y empezar a construirlo. Eso sí, nunca he creído en crear desde el sufrimiento. Para mí, interpretar es un viaje que hay que disfrutar.

¿Y es de las que se lleva los personajes a casa o no tiene problemas para dejarlos en el camerino?

No me cuesta dejarlos en el escenario o el set de rodaje. Me gusta ponerme en su piel antes de salir a escena, pero procuro soltarlo tras cada función; lo que sí me cuesta dejar atrás son las circunstancias que rodean a ese personaje. Es entonces cuando tengo que pensar que no se trata de mí, sino de un personaje al que interpreto; yo soy sólo la actriz que le da vida durante un tiempo limitado.

¿Qué debe tener un proyecto para que acepte participar en él?

El texto es lo más importante para mí. Me fijo en lo que me hace pensar y en cómo puedo comunicar esas palabras, porque creo que mi trabajo es similar al de un cuentacuentos. Ya sea para un público adulto o para todos los públicos, tenga más o menos cambios de vestuario, y vista de una época o de otra, mi trabajo es el de contar una historia.

EL PRINCIPIO

¿Cuándo y por qué decidió ser actriz?

Fue algo gradual. Me gustaba mucho el teatro, sobre todo Shakespeare y el teatro inglés, y mis padres me ofrecieron la oportunidad de viajar a Londres a estudiar. Mientras completaba mis estudios, no tenía claro qué quería hacer, porque me gustaba la escenografía, la dirección, la interpretación… Y, al terminar la carrera, quise probar como actriz y, desde entonces, no he dejado de trabajar y soy feliz en este mundo.

¿Qué es lo que más le atrae de la profesión?

Me gusta absolutamente todo lo que la envuelve. Principalmente, lo mío es amor por el teatro y me encanta salir de gira con una función.

MUY PERSONAL

¿Y cómo se las apaña con dos niños pequeños?

Tengo un marido excepcional y hacemos muy buen equipo. Creo que esa es la clave para conciliar y más con una profesión como la nuestra, que nos impide hacer muchos planes. Con Mérida, nuestra primera hija, resultó fácil hacer giras y compaginarnos, porque venía con nosotros y nuestros compañeros estaban encantados de ayudarnos a cuidarla. Con el nuevo peque, ya iremos viendo cómo nos organizamos.

Hablando de la familia, su padre (Joan Manuel Serrat) acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes, ¿qué significa eso para una hija?

Siempre me he sentido orgullosísima de mis padres, porque ambos son excepcionales. Pero este premio es un gran reconocimiento que ha hecho muy feliz a mi padre y toda la familia lo ha sentido así. Además, los días que hemos vivido en Oviedo con él han sido maravillosos.

¿Cómo era Candela Serrat de niña?

Un trasto. Dramática, pero muy buena chica y no hice sufrir a mis padres. Ahora veo muchos de esos rasgos en mi hija…

¿Y cuáles son sus principales aficiones?

Mis aficiones cada vez son más sencillas. Me gusta leer como si fuera un pozo sin fondo, me encanta viajar e ir al cine, pero tengo poco tiempo libre. Últimamente, si no estoy trabajando, que es mi pasión, estoy en familia, mi otra gran pasión, y cuando tenemos un hueco, nos juntamos con amigos en casa para charlar o jugar. 


Pasión por el teatro

Formada a caballo entre Londres y Madrid, se licenció en la prestigiosa London Academy of Music and Dramatic Art, más conocida como Lamda, una de las escuelas de teatro más antiguas de Reino Unido, en la que también han estudiado el ganador de un Oscar Jim Broadbent o los ganadores de un Bafta Chiwetel Ejiofor, Rose Leslie y Benedict Cumberbatch, su actual presidente. Después, completó sus estudios en el Laboratorio William Layton de Madrid.

Seis hermanas. Foto: RTVE

Comenzó en los escenarios en 2011, con La alegría de vivir y, desde entonces, ha desarrollado la mayor parte de su carrera artística en el teatro, que confiesa es su “gran pasión”. Allí ha participado en más de una docena de títulos, trabajando a las órdenes de grandes directores, como Mario Gas, Joan Ollé, Gustavo Tambascio o Juan Carlos Pérez de la Fuente; y compartiendo escenario con veteranos de la talla de José Sacristán, Nuria Espert, Vicky Peña, Jordi Bosch o Juanjo Artero.

En televisión, se estrenó en 2012, con la serie La Riera, de TV3, y después protagonizó Seis hermanas, en TVE, pero nunca llegó a rodar el largometraje Yerma a las órdenes de Emilio Ruiz Barrachina. Confiesa que son muchos los que le siguen preguntando por este proyecto, que iba a protagonizar con Geraldine Chaplin, pero que no llegó a hacer.

La isla del aire. Foto: David Ruano

Eso sí, está deseando trabajar en inglés y para ella sería un sueño poder hacerlo con la Royal Shakespeare Company.  

Gema Fernández