La exposición que se puede ver en el Museo Guggenheim Bilbao hace un repaso de la andadura de esta prolífica pintora sueca, pionera de la abstracción antes que Kandinsky o Mondrian, a través de una amplia muestra que incluye 110 piezas de sus Pinturas para el templo, obras fundamentales y audaces que han obligado a reescribir la historia del arte.


Cada vez menos enigmática para el gran público pero aún pendiente de estudios más exhaustivos ya que apenas mostró su trabajo en vida y su reconocimiento es reciente, Hilma af Klint es una exposición que hace un repaso de la andadura de esta artista desde sus primeras composiciones figurativas, de temática tradicional, y sus dibujos automáticos hasta las piezas ya elaboradas bajo la influencia del espiritismo, como las series Pinturas para el templo o Perceval, toda una exploración de lo oculto, además de acuarelas y cuadernos de apuntes de su último periodo. 

Dado que no logró encontrar espectadores que pudieran o supieran comprenderla, y que apenas compartía sus imágenes con las comunidades de corte esotérico de las que formaba parte, Klint tuvo la intuición de guardar y clasificar cuidadosamente su producción hasta que una sociedad venidera entendiese su arte pionero de abstracciones futuras, que guardaba estrecha relación con sus visiones espirituales y con la teosofía, la corriente del rosacrucismo o Rudolph Steiner y su antroposofía. Finalmente, su pintura se mostró en 1986, cuarenta y dos años después de su muerte; pero han tenido que transcurrir varias décadas más para que su magnífico legado ocupe el lugar que merece.

PIONERA EN LA REPRESENTACIÓN DE LO INVISIBLE

En 1906, Hilma af Klint se embarcó en su proyecto más importante e innovador, las Pinturas para el templo. A lo largo de casi una década, realizó 193 obras pictóricas y dibujos que se alejaban de las representaciones conocidas hasta el momento. Audaces, llenas de color y a menudo liberadas de las ataduras que implican las referencias al mundo visible, estas piezas exploran fuerzas y estructuras que según Af Klint estaban ocultas a la vista. Al ejecutarlas, la artista abandonó las convenciones de la tradición académica sueca y dirigió su atención a las corrientes científicas y espirituales de su época, incorporando ideas e iconografía de estos dos ámbitos y creando al mismo tiempo un vocabulario artístico personal y único. De esta forma se consolidó como una pionera en la representación de lo invisible.

Su pintura se mostró en 1986, cuarenta y dos años después de su muerte; pero han tenido que transcurrir varias décadas más para que su magnífico legado ocupe el lugar que merece

En este sentido, uno de los platos fuertes de esta exposición son la serie de estas Pinturas para el templo que, concebidas para ser instaladas en un templo helicoidal que nunca llegó a realizarse, exploran aquello que a simple vista permanece oculto. Entre ellas encontraremos un grupo de piezas dedicadas a Eros en las que se entremezclan el amarillo y el azul, que simbolizarían respectivamente lo masculino y lo femenino; o una decena de grandes pinturas de figuras, cada vez más abstractas, que ofrecen distintos grados de distanciamiento o cercanía entre el hombre y la mujer. Otro grupo fundamental de estas pinturas que ha recalado en Bilbao es el de La estrella de siete puntas, en referencia al símbolo de muchas tradiciones religiosas y ocultistas.

También tendremos la oportunidad de contemplar Los diez mayores, una decena de cuadros de belleza paradisíaca ligados a las cuatro etapas del desarrollo humano: infancia, juventud, madurez y vejez, y que por su monumentalidad es muy probable que, al menos en parte, los ejecutara en el suelo valiéndose de la técnica del temple, la empleada en los altares de las iglesias florentinas que la artista había podido admirar tiempo antes.

Culminan en el Guggenheim su serie de Pinturas para el templo tres retablos que debemos entender como compendio de aquel proyecto ambicioso en la forma y en el fondo donde manifestaba en ellos su convicción de que la evolución humana había de darse en dos direcciones, de lo divino a lo material y viceversa. El empleo de una lámina de metal aporta luminosidad y evoca, una vez más, el arte religioso tradicional.

Cierran la muestra la serie Perceval, el primer grupo de obras que Hilma af Klint realizó tras completar sus Pinturas para el templo, en la que continuó indagando en el significado de los mensajes que recibiría del mundo de los espíritus; la Serie del átomo, que consideraba como puerta de entrada al cosmos; piezas geométricas en las que círculos y cruces retratarían lo invisible y las acuarelas que integran Sobre la contemplación de flores y árboles, esbozos posibles de las fuerzas espirituales de la naturaleza en las que volvió a demostrar lo muy avanzado de sus técnicas, donde se valió de una esponja húmeda para aplicar la pintura, de modo que el movimiento del color sobre el soporte fuese libre, o fuesen los espíritus quienes lo dictaran. 

Museo Guggenheim Bilbao  • Hasta el 2 de febrero de 2025