La institución, tras un eficaz proceso de modernización de las antiguas organizaciones camerales, se ha volcado en la internacionalización de la empresa española.
La Cámara de Comercio de España cumple este año su décimo aniversario con ese nombre. La heredera del Consejo Superior de Cámaras nació con el propósito de modernizar el sistema cameral, que se había quedado anticuado después de más de un siglo de existencia, y potenciar la internacionalización de las empresas españolas, sobre todo de las pymes. Ese objetivo suponía, además, el aumento de tamaño de estas empresas, necesario para competir. A juzgar por los datos, se han cumplido bastante bien las expectativas. Desde 2014, las actuaciones de la institución que preside José Luis Bonet Ferrer han permitido mejorar la competitividad de 900.000 pymes, la internacionalización de 5,2 millones de empresas, la formación de más de 400.000 personas y la puesta en marcha de iniciativas empresariales de más 220.000 emprendedores.
A juicio del empresario catalán, que se puso al frente de la Cámara de España en la fecha de su fundación y logró aunar los intereses dispersos de todas las cámaras de España, representa un éxito colectivo de estas organizaciones. La capilaridad de la red de las más de 75 cámaras unido a la experiencia y la naturaleza de corporación de derecho público al servicio de los intereses generales ha facilitado una eficaz gestión, notable sobre todo en la canalización de los fondos europeos.
La situación económica actual ayuda. En 2023, lo hizo un 2,5%, lo que supone cuatro veces más que la media de la zona euro. El mercado laboral ha mejorado notablemente en el año y el sector exterior muestra signos de solidez. Son datos que demuestran que la empresa española está haciendo bien los deberes y que le han permitido a la secretaria de Estado de Comercio, Xiana Méndez, que acudió a la reciente asamblea general celebrada el pasado 8 de febrero en Madrid, razonar el interés que cobra el comercio exterior en la economía española. Desde el año 2008, la exportación en relación con el PIB prácticamente se ha duplicado, pasando del 24% al 45%, con especial crecimiento en los años posteriores a la Gran Recesión, es decir, los que coinciden con la existencia del nuevo organismo. Eso significa que, dado el alto grado de pymes que hay en España, se observe una mayor participación en el proceso de internacionalización.
Desde 2014, las actuaciones de la institución que preside José Luis Bonet Ferrer han permitido mejorar la competitividad de 900.000 pymes, la internacionalización de 5,2 millones de empresas, la formación de más de 400.000 personas y la puesta en marcha de iniciativas empresariales de más 220.000 emprendedores
Pero queda mucho camino que recorrer tanto a nivel cuantitativo como cualitativo. Ahí deben insistir las cámaras de comercio y las administraciones para acompañar a las empresas en la entrada a nuevos mercados y sectores de oportunidad e incorporar a su estrategia nuevos factores de competitividad, como son la calidad, la innovación, la marca, la formación, la digitalización y el cumplimiento de estándares de sostenibilidad y responsabilidad social exigentes. La prioridad consiste en seguir fomentando la competitividad y mejorar la capacitación del sector a través de diagnósticos individualizados, la formación y la dinamización de las zonas de venta, así como de los proyectos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Un ejemplo es el programa de Mentoring y Apoyo a la Internacionalización, que ha abierto una nueva convocatoria hasta el 31 de marzo y que básicamente se apoya en la figura de un directivo de una gran empresa con actividad exterior (mentor) que acompañan a la pyme en la redefinición de su estrategia internacional y la elaboración de un plan de acción.
La Cámara ha conseguido ofrecer una imagen de organización moderna, lejos de la decadente que ofrecían las antiguas cámaras de comercio, industria y navegación que se agrupaban bajo el Consejo Superior de Cámaras y suponían pocos alicientes a las empresas. De hecho, las empresas (y no solo los grandes grupos) se habían alejado totalmente de ellas y las pymes no se veían representadas.
Las Cámaras nacieron a finales del siglo XIX, herederas de las organizaciones gremiales, para representar los intereses generales de las empresas en el fomento del comercio y de la industria. Su implantación, que todavía sigue, era local, comarcal o provincial. Con la llegada de la democracia, su evolución no fue precisamente acompasada con la modernización del país. En algunos casos, se constituyó como refugio de reminiscencias del pasado. No fue hasta la ley de 22 de marzo de 1993 cuando se dio un avance con su configuración como órganos consultivos y de colaboración con las Administraciones Públicas en todo lo relacionado con la representación, promoción y defensa de los intereses generales del comercio, la industria y la navegación.
La organización, no obstante, siguió un proceso de decadencia en cuanto a su incidencia como representantes de las empresas. Estas se quejaban de que la cuota obligatoria que tenían que pagar no se veía reflejada en contrapartidas: apenas tenían relación con el Gobierno y, lo que es peor, con las patronales. Hasta que en enero de 2011, a raíz de la entrada en vigor del Real Decreto 13/2010, la pertenencia a las cámaras de comercio dejó de ser obligatoria y el discutido pago del Recurso Cameral Permanente desapareció. A partir del real decreto se aceleró la creación de la Cámara de España, que nació en 2014. La elección del empresario José Luis Bonet, entonces presidente de Freixenet y que cumple su tercer mandato desde 2022, fue un acierto. Bonet se puso las cámaras a la espalda consiguiendo que se las tenga en cuenta en todas las instituciones. Le tocó atravesar la crisis del procés catalán y, después, la de la pandemia y mantuvo el tipo. Su empeño en todos los frentes (político y económico) lo tienen muy en cuenta en el conjunto del empresariado y en las Administraciones.
Miguel Ángel Noceda