Ser mujer y ser periodista no bastan. Es habitual la mirada externa en busca de algún signo que nos ubique como partidarias o no de la causa feminista, o de una de ellas. ¿Eres una infiltrada en el mundo de ellos y respeta las reglas del juego masculino? ¿O eres aquella que utiliza su ascendencia para cambiar las cosas? ¿Acaso podrías tener impulsos revolucionarios?
En realidad, esto mismo se puede decir de cualquier mujer, porque no es suficiente con vivir y pelear por vivir, también hay que demostrar quién eres, en qué rincón de la partida juegas. Especialmente si estás en un sector con capacidad para influir en otras personas, como el periodismo o la política. Y en esta última, tanto como sujeto activo como pasivo. La historia está llena de ejemplos de todo tipo sobre cómo contribuyeron a la igualdad aquellas mujeres que consiguieron ser diputadas, alcaldesas, presidentas… ¿Pero también votan las mujeres con perspectiva de género? ¿Son de derechas si son sumisas o de izquierdas si tienen la vena rebelde? Quizás hubo tiempos en los que se podía hacer ese basto paralelismo (aunque con muchos matices), pero hoy vivimos una etapa de pensamiento líquido, que deambula y no se puede encasillar, a riesgo de llegar a caer en la contradicción. Y esto también afecta al feminismo.
Siempre que llega un 8 de marzo próximo a elecciones, los periodistas y analistas ahondamos en reflexiones sobre feminismo, ideología y política. Recordamos cómo ha influido la mujer y la adquisición de sus derechos civiles en el desarrollo de las democracias, las guerras y las revoluciones, sobre todo en el último siglo y en Europa.
En este ciclo electoral de la España de 2023 es muy posible que la perspectiva de género sea determinante, como estamos viendo en el debate público actual
El periodista andaluz Manuel Chaves Nogales prestó mucha atención al papel de la mujer en sus escritos como enviado especial a la Rusia soviética (1928) y más tarde en sus crónicas de la Alemania nazi (1933). Y siempre con España como referencia. “Súbitamente, la mujer rusa se encontraba en la calle, abandonada por el hombre y desprovista de sus seculares atributos, casi desnuda. Entonces no tuvo más remedio que sumarse a la revolución. Y lo hizo con el fervor que la mujer es capaz de poner en su esfuerzo cuando se cree investida de una misión providencial”. Era una acción “desesperada”.
De otro lado, el gran reportero puso de relieve la paradoja alemana, con una población femenina que Hitler devolvió “a la cocina de un manotazo”, pero que fue clave para encumbrarlo. Su temor al relatar esto en España era hacer muchos prosélitos para el hitlerismo, incluso entre los más puros demócratas, “porque si alguien tiene una dolorosa experiencia y un justificado temor acerca de la intervención de la mujer en la política deben ser, precisamente, los republicanos españoles”.
Son habituales en la Historia de España las referencias a esa tendencia de la mujer al conservadurismo político, el mismo que habría provocado la derrota de la izquierda en las primeras elecciones en las que pudo participar. Pero no son pocas las voces que dan la vuelta a esas teorías y achacan aquella derrota de 1933 a los propios males de la izquierda, al voto de castigo por la división interna y a los errores de un Gobierno republicano-socialista debutante en la política española. Aquella traición de la mujer en su primer acercamiento a las urnas quizás no fue tal y se trata de una excusa histórica.
En este ciclo electoral de la España de 2023 es muy posible que la perspectiva de género sea determinante, como estamos viendo en el debate público actual. Los cambios legislativos impulsados por el actual Gobierno, formado por la coalición de izquierdas, pretenden avanzar en derechos sociales, igualdad entre hombres y mujeres, así como la protección a las víctimas por motivos de género. Pero el resultado efectivo está siendo controvertido, como poco. Y de nuevo abre fisuras profundas dentro de la propia izquierda. Leyes como la del Solo sí es sí o Trans han provocado el enfado en un sector del feminismo clásico.
La oportunidad para la derecha es evidente. El PP actual ya no solo busca el voto femenino, ahora quiere el voto feminista. Tiene la oportunidad de recoger una de esas banderas que eran patrimonio de la izquierda, como también lo fue el nacionalismo catalán o el andalucismo, que ahora vive días de apogeo con el PP de Juanma Moreno.
Si la derecha política española consigue su objetivo se habrá consumado una nueva traición de la mujer a la izquierda que arriesga o será visto como un triunfo del feminismo, al imantar a sectores más conservadores por la fuerza de su voto.
Lola Quero