La primera gran manifestación feminista de España tuvo lugar el 30 de mayo de 1921, impulsada por Carmen de Burgos, intelectual que abrió para las mujeres muchos caminos, entre ellos, el del periodismo. No esperen, sin embargo, encontrar grandes crónicas de la época debatiendo sobre lo que aún tardaría diez años en aprobarse, aunque de forma efímera, para las españolas: su derecho de sufragio. El camino de la igualdad ha estado lleno de obstáculos y de silencio, cuando no, de insultos y agresiones. A De Burgos, primera corresponsal de guerra española, maestra y abanderada en la lucha por la igualdad, le llovían las críticas en vida y su enorme legado fue convenientemente oscurecido durante la Dictadura franquista.
Convencida de que la educación sería un arma liberadora para las mujeres, en sus memorias escribe: “Ocuparse de la educación de la mujer es ocuparse de la regeneración y progreso de la humanidad”. Debe ser por ello que todos los regímenes represores temen tanto universalizar la educación y, especialmente, que las mujeres tengan acceso al conocimiento. De los franquistas a los talibanes. Los estereotipos más rancios son fáciles de mantener cuanto menor es el grado de educación de una sociedad. Una mujer va a la universidad y al día siguiente se suelta el pelo, ya ven lo que ocurre en Irán, siguiendo la estela de paraísos de los derechos humanos.
Siguen siendo necesarias leyes y herramientas que favorezcan la igualdad de género.
Y conmemorar un día de la Mujer Trabajadora, aunque se trate de dos palabras redundantes
Pronto se cumplirán 91 años de la muerte de Carmen de Burgos. En España, las mujeres ya podemos acudir a las urnas, pero la senda hacia la equidad sigue cuesta arriba. Pese a ser mayoría en la Universidad, la mujer sigue siendo excluida de los puestos directivos de las empresas. Solo 130 de las mayores 600 firmas de Europa tienen a mujeres entre sus altos cargos. En los medios de comunicación solo el 22% son, somos, directivas. A esa dificultad la denominan “techo de cristal”, de cristal blindado.
Las niñas ya no quieren ser princesas, pero tampoco encuentran acomodo en el mundo de la ciencia, donde disminuye alarmantemente el alumnado de mujeres. Hace ahora 90 años una rusa, Valentina Tereshkova, se convirtió en la primera astronauta. Y hace unos meses, una leonesa, Sara García, ha sido seleccionada para ser la primera española que viajará al espacio exterior. Sara ha crecido en una sociedad democrática, en la que la igualdad se consagra en las leyes, pero no tanto en la práctica, lo que hace dudar a muchas de sus propias capacidades. Ella misma se confiesa como víctima del “síndrome de la impostora”: “Piensas que si no hay mujeres astronautas por algo será… Que seguro que no lo puedes conseguir. Somos nosotras las que nos limitamos”. Es la consecuencia de la falta de visibilidad, a menudo de forma intencionada, de los logros y del talento femenino a lo largo de la Historia. También tiene nombre propio de una de las discriminadas que alzó su voz en contra: “Efecto Matilda” (Joslyn). Ah, persiste también la brecha salarial, a idéntico trabajo, el mayor salario es masculino y singular.
Siguen siendo necesarias leyes y herramientas que favorezcan la igualdad de género. Y conmemorar un día de la Mujer Trabajadora, aunque se trate de dos palabras redundantes. Porque el trabajo ha sido la norma para las mujeres, con o sin acceso a la enseñanza, en el ámbito doméstico o fuera de casa. En la ciudad, y no digamos en el campo, donde pese a ser el pilar de explotaciones agroganaderas no pudo actuar como única propietaria titular hasta hace pocos años. Oficialmente son menos del 9%.
La primera registradora de la Propiedad tuvo también que pleitear para derogar la normativa que otorgaba exclusivamente a los hombres la posibilidad de opositar al Registro o a Notarías.
Por eso, en medio del ruido generado por la desinformación que campa libremente por las redes sociales, reconforta encontrar medios como la Revista Registradores, que ofrece tribunas desde las que reivindicar los nombres y los logros de quienes han ayudado a avanzar a la mujer y, con ella, como dijo Carmen de Burgos, a la Humanidad: “Quiero para ambos sexos, idénticos derechos, las mismas leyes e igual educación”. Nada más, pero nada menos.
Marisol López del Estal