El trabajo de corresponsal entonces ante la Unión Europea me permitió asistir al discurso del entonces presidente de la República Francesa, François Mitterrand, el 17 de enero de 1995 en Estrasburgo. Fue el último que pronunció ante el Parlamento Europeo y es recordado por su famosa advertencia a los eurodiputados sobre su responsabilidad para evitar el populismo y la eurofobia: «¡El nacionalismo es la guerra!» La guerra no es sólo el pasado, puede ser nuestro futuro, y son ustedes, señorías, los guardianes de nuestra paz, nuestra seguridad y ese futuro».
Pero el socialista francés también pronunció otra advertencia en defensa de idiomas europeos que consideraba amenazados por, entre otros, el español. «La cultura inglesa, estadounidense y española son las únicas que están en condiciones de hacer frente a los nuevos desafíos, y sea cual sea mi amistad por estos países, ¡prefiero hablar mi lengua antes que la suya!», exclamó. Y alertó en la Eurocámara de que no sólo estaba amenazado el flamenco, sino también el francés, el alemán y el italiano por una globalización dominada por el inglés y el castellano.
Mitterrand sabía bien que el dominio cultural es una ventaja económica y pocos discursos internacionales han puesto de relieve la gran ventaja estratégica que posee España y los beneficios que le proporciona ser la cuna de una lengua tan extendida en un mundo global.
La fuerza económica del español es sencillamente impresionante e inalcanzable para otros grandes países de la Unión Europea tras el Brexit. Según el último informe del Instituto Cervantes, las personas que hablan ya castellano alcanzan un poder de compra conjunto de alrededor del 9% del PIB mundial
La fuerza económica del español es sencillamente impresionante e inalcanzable para otros grandes países de la Unión Europea tras el Brexit. Según el último informe del Instituto Cervantes, las personas que hablan ya castellano alcanzan un poder de compra conjunto de alrededor del 9% del PIB mundial. Suman 591 millones y ninguna empresa exportadora o inversora con cierta vocación internacional pueda permitirse ignorar este mercado. «Si la comunidad hispana de Estados Unidos fuera un país independiente, su economía sería la séptima más grande del mundo, por delante de la española y la francesa», señala el informe. Y hay más datos: «Solo en los países donde el español es el idioma oficial o mayoritario se genera el 6,2% del PIB mundial». Se trata del tercer idioma más poderoso económicamente aunque a distancia de los dos primeros, porque el inglés acapara el 32% del PIB mundial y el chino, el 18%, al ser EEUU y China las dos primeras potencias. Pero ni siquiera el francés, con todo el poder de su comunidad francófona alcanza al castellano en este indicador.
Por todo ello es buena idea que el Plan de Recuperación para los fondos europeos incluya un llamado Perte de la lengua, para financiar con más de 700 millones proyectos que fomenten el castellano -sin olvidar otras lenguas cooficiales- en cualquier ámbito tecnológico y en la inteligencia artificial, además de su aprendizaje en el exterior del país.
El Gobierno justificó el lanzamiento de este plan llamado Proyecto Estratégico para la Recuperación ‘Nueva Economía de la Lengua’ para «maximizar el valor del español y las lenguas cooficiales en la transformación digital». «El proyecto pretende garantizar de forma prioritaria que la inteligencia artificial piense en español y que las empresas y ciudadanos hispanohablantes tengan un papel protagonista en el crecimiento y la creación de empleo de calidad», se señala en el documento. Y reivindica que «el español constituye, sin duda, uno de los principales activos económicos y culturales de nuestro país». Protegerlo y fomentar su expansión es un asunto claro de Estado e incluso europeo, porque de la fuerza del español se pueden beneficiar el resto de socios.
Mitterrand defendió la «excepción cultural» en el mercado único para proteger «la identidad cultural de nuestras naciones y el derecho de cada pueblo a desarrollar su propia cultura». «Están en juego», dijo, en comparación con el español. No sospechaba que la expansión de la lengua de Cervantes sería incluso financiada treinta años después con fondos europeos, pero el dirigente francés vio claro que hay un tesoro al otro lado de los Pirineos que es increíble que no se aprecie en algunas partes de España.
Carlos Segovia