“En los últimos cinco años el porcentaje de ciudadanos que apoyan la permanencia de su país en la UE se ha incrementado notablemente”
Eres funcionario del Parlamento Europeo desde 1990. Desde entonces has desarrollado toda tu vida profesional en la casa, has podido trabajar mano a mano con españoles ilustres, José María Gil-Robles entre muchos otros, y has vivido grandes eventos que configuran nuestra actualidad; la firma del tratado de Maastricht, Lisboa, el de Ámsterdam, la incorporación de nuevos países, el Brexit, una pandemia mundial y, por desgracia, una guerra en nuestras fronteras. ¿Cómo ha cambiado la Bruselas a la que llegaste con la que vives hoy en día?
Ha cambiado mucho, porque se ha convertido en la verdadera capital de la Unión Europea, que ya es una potencia mundial en muchos ámbitos. La lista de competencias comunitarias se ha ido ampliando con cada reforma de los Tratados y las diferentes crisis vividas en Europa han obligado a los estados miembros de la UE a tomar conjuntamente decisiones importantes en temas que a priori son todavía competencia nacional. Bruselas es ahora una ciudad con una presencia de diplomáticos, periodistas o representantes de los intereses más variados igual o incluso mayor que Washington, prueba de la importancia que la UE ha tomado en innumerables materias.
Has enfocado tu trabajo al sector de la comunicación, has sido portavoz del presidente del Parlamento, desde 2006 portavoz de la Institución, director general de Comunicación desde 2017… su voz e imagen. Viendo cómo ha evolucionado todo el sector de la comunicación durante los últimos años, ¿cuáles son las principales vías que utilizáis para la difusión de vuestros mensajes?
Todas las que la tecnología nos permite. Cuando yo empecé, las relaciones con la prensa se gestionaban por teléfono o enviando comunicados por fax, uno a uno. Y la comunicación directa con los ciudadanos era muy limitada: algunos eventos organizados por nuestras oficinas en los Estados miembros y el envío de una revista mensual, poco más. Ahora estamos en contacto permanente con centenares de periodistas, tenemos presencia activa en casi todas las redes sociales y en todas las lenguas oficiales de la Unión, sitios web que permiten seguir la actividad parlamentaria en directo, un programa de visitas que nos permite recibir a un millón de ciudadanos cada año, podemos lanzar campañas de comunicación cuando se acercan las elecciones europeas y utilizamos herramientas sofisticadas de seguimiento de la opinión pública y de lo que publican los medios. Nada que ver con hace veinte años, pero probablemente poco que ver también con la manera en que se comunicará en veinte años más.
Durante los últimos dos años, hemos presenciado una sucesión de eventos internacionales que han supuesto un terremoto en la vieja y estable Europa. La salida del Reino Unido, distensiones con otros estados miembros, una pandemia terrible y, ahora, la desgracia de la guerra. En todos estos casos, la Unión ha dado una respuesta firme que ha sido muy bien difundida. Para los responsables como tú y tu equipo de dar una respuesta y tranquilizar a los ciudadanos de toda Europa, ¿cómo han sido esos momentos de crisis?
Cada crisis es diferente y todas son un reto importante. Es verdad que la unidad con la que la UE ha respondido ante el Brexit o a algo tan grave como la pandemia o como una guerra de anexión en suelo europeo ha facilitado mucho las cosas a la hora de comunicar. Cuando los europeos tuvimos que confinarnos a causa del Covid no solo hubo que pasar de una comunicación ordinaria a una de crisis sino adaptar todos los instrumentos para poder ejercerla. Durante las primeras semanas hicimos un gran esfuerzo para apoyar a los gobiernos de cada país a informar sobre cosas tan esenciales como las medidas de protección ante el virus. No era el momento de hablar de otra cosa. Más tarde ya pudimos concentrarnos en explicar las medidas que la UE iba tomando y más concretamente la aportación del Parlamento a las mismas, incluido el plan de recuperación de 750 mil millones de euros o el apoyo a una estrategia de vacunación verdaderamente europea.
La crisis del Brexit fue diferente, porque la propia realidad ha ido poniendo a cada uno en su sitio y en cuanto a la guerra lo más importante y difícil es contrarrestar las masivas campañas de desinformación que lanza el Kremlin, porque defender la democracia es incompatible con usar sus mismas armas.
“Bruselas es ahora una ciudad con una presencia de diplomáticos, periodistas o representantes de los intereses más variados igual o incluso mayor que Washington, prueba de la importancia que la UE ha tomado en innumerables materias”
Eres un espectador privilegiado de la realidad política europea. En el Parlamento están presentes prácticamente todas las sensibilidades políticas de los estados miembros. ¿Cómo es vivir rodeado de tanta variedad política? ¿Se nota realmente la aparición de nuevos grupos parlamentarios frente al clásico bipartidismo?
En eso el Parlamento también ha cambiado mucho, siguiendo la estela de la mayoría de parlamentos nacionales. Antes bastaban dos grupos parlamentarios (populares y socialistas) para lograr una mayoría holgada, ahora ellos dos ya no pueden aprobar nada sin la ayuda de un tercero o incluso un cuarto grupo, lo que ha abierto el abanico de combinaciones posibles en un Parlamento cada vez más político, que legisla sobre temas en los que las diferencias ideológicas pueden ser más importantes (medio ambiente, inmigración, políticas sociales…) que cuando hace 20 años se legislaba en asuntos relacionados con la implementación del mercado interior. Los funcionarios de la Institución, especialmente los que nos dedicamos a la comunicación, hemos de ser capaces de trabajar con todo el mundo, vengan de donde vengan, porque todos han sido elegidos por los ciudadanos, pero es verdad que a veces algunos nos lo ponen muy difícil.
Durante mucho tiempo los ciudadanos europeos hemos asistido como espectadores a la realidad y actividad de las instituciones europeas. Sin embargo, durante los últimos tiempos, hemos visto lanzar iniciativas dirigidas a fomentar la participación ciudadana, ¿de dónde surge esa preocupación y como la estáis canalizando?
De la evidencia de que en un mundo en el que los ciudadanos pueden tener presencia pública diaria a través de las redes sociales y utilizarlas para ejercer su influencia en muchos ámbitos su relación con la política no puede reducirse a votar cada cuatro o cinco años o a afiliarse a un partido, algo que ya muy poca gente hace. Hay que buscar fórmulas complementarias para canalizar la interacción entre ciudadanos e instituciones políticas y evitar que estas pierdan legitimidad. La reciente Conferencia sobre el futuro de Europa, en la que ciudadanos elegidos por sorteo trabajaron codo con codo con los representantes de las instituciones europeas y de los parlamentos nacionales aprobando propuestas sobre cómo ha de evolucionar la UE en los próximos años ha sido un paso importante en este sentido, pero habrá que dar otros y, a su vez, consolidar instrumentos ya existentes, como las iniciativas legislativas ciudadanas o los grupos de discusión prelegislativa.
Durante los últimos años, han surgido voces que ponían en duda el proceso de integración europea. Sin embargo, la reacción europea a la pandemia y su papel en la lucha de Ucrania parecen haber acallado esas críticas. ¿Cree que el euroescepticismo ha perdido seguidores por la buena gestión que se ha hecho de estas crisis?
El Brexit, la pandemia y la guerra han abierto los ojos a muchos ciudadanos sobre las ventajas de hacer las cosas juntos. No lo digo yo, lo dicen las encuestas. En los últimos cinco años el porcentaje de ciudadanos que apoyan la permanencia de su país en la UE se ha incrementado notablemente, sobre todo en los países en los que el euroescepticismo estaba más presente. Al mismo tiempo, como consecuencia de ello, los partidos políticos que propugnaban salir de la UE -todos los tenemos en mente- han eliminado ese párrafo en sus programas y lo han sustituido por llamadas a la “reforma de la UE” o por propuestas de renacionalización de algunas políticas comunitarias, pero no van más lejos, porque si están en la oposición no quieren perder votos y si llegan al gobierno no quieren perder los múltiples recursos y ventajas que supone formar parte de la Unión y aún menos la protección que esta ejerce en tiempos cada vez más complejos.
Enrique Maside