“Yo nací el mismo día que te proclamaron Rey”. Es lo que un niño de Badía del Vallés le dijo a Felipe VI quien, junto a la Reina Letizia, visitó ese municipio barcelonés el pasado 23 de junio. “Pues sí que soy viejo”, contestó el monarca al pequeño que, dada la fecha, acababa de cumplir 11 años, los mismos que han transcurrido desde que el 19 de junio de 2024 el hasta entonces Príncipe de Asturias llegó al trono e hizo público su lema: “Una monarquía renovada, para un tiempo nuevo.
Nos costó referirnos a Felipe VI como Rey. En las primeras semanas aún nos salía decir “el Príncipe ha hecho…”, “el Príncipe ha dicho”, pero pasada una década y un año lo que cuesta es reconocer a aquel joven algo tímido y, en ocasiones, temeroso de acercarse a la gente, en el actual Rey que interactúa con cuantos ciudadanos se cruza en sus actividades públicas, sobre todo en aquellas en las que los vecinos salen a la calle para saludarle. El Rey más formal de los discursos oficiales y actos institucionales, siempre cordial pero, a menudo, más distante, se transforma en una persona cercana y atenta a lo que le dicen en la calle los ciudadanos de a pie.
En este último año, con motivo de la conmemoración del décimo aniversario del reinado, los Reyes han multiplicado su presencia en diversas localidades españolas. No solo en actos más o menos formales, sobre todo lo han hecho por el simple, y al mismo tiempo complejo, objetivo de conocer y que les conozcan. Un discurso del Rey, y más en los tiempos que corren, siempre tiene poderes taumatúrgicos, pero su presencia hace unas semanas en la lonja de pescado de Ribadeo (Lugo), pujando junto a la Reina, por un lote de merluza, impacta más en la ciudadanía y, sobre todo, proyecta la imagen de que tanto don Felipe como doña Letizia no son ajenos a los problemas cotidianos de los españoles.
La Reina, curiosa siempre e intensa, a veces, es sin duda el espejo en que en los últimos años se ha ido mirando el Rey para conectar con la gente, pero poco a poco, él mismo se ha ido transformando y, puedo dar fe de que se siente verdaderamente a gusto cerca de los vecinos. Algunos se emocionan, otros simplemente sienten curiosidad, pero cómo no puedes conmoverte cuando una señora de casi cien años de Guadalupe (Cáceres), por poner un ejemplo, le dice al Rey que lo quiere como a un hijo. O cuando otras mujeres, colocadas detrás de una valla esperando un saludo, le cuentan a la Reina que han ido a la peluquería como si la presencia de los Reyes en su pueblo fuera la Fiesta Mayor, o cuando unos estudiantes de Erasmus en Amsterdam (Países Bajos) explican al Rey cómo van sus estudios y él les pregunta también por los detalles de su vida fuera de la universidad. “Quien volviera a ser estudiante”, es la frase que el Rey pronuncia, también, en algunos actos académicos, poniendo de relieve el buen recuerdo que tiene del tiempo en que aún gozó de cierta libertad.
Si importante ha sido la influencia de la Reina Letizia en la manera de presentarse en público, también lo ha sido en la forma de expresarse. Es habitual que en los discursos oficiales, que no admiten muchas florituras, el Rey introduzca algún elemento de cercanía. Lo hizo el día en el que, después de haber pasado un fin de semana de esquí, apareció con la cara enrojecida en un foro económico y comenzó sus palabras pidiendo disculpas por el aspecto de su cara y, seguidamente, reconociendo que no se había puesto la protección adecuada para protegerse del sol.
Pero si algo completa la imagen del Rey es su papel como padre. No puede ocultar su orgullo delante de la princesa Leonor vestida de uniforme, pero tampoco el cariño con el que trata tanto a la heredera como a la infanta Sofía en las ocasiones más informales. Se nota que quiere y es querido y eso traspasa a sus actos públicos y, por eso, en los últimos años se le ve más a menudo sonriente que serio, sin que eso signifique que no adopte la solemnidad debida cuando la ocasión lo requiere.
Felipe de Borbón llegó al trono en circunstancias difíciles. Los últimos años del reinado de su padre, Juan Carlos I, no fueron fáciles y al nuevo Rey le tocó ir haciendo camino en unos tiempos en los que sectores, sobre todo los más radicales, de la clase política y también de la sociedad empezaban a cuestionarse la viabilidad de la monarquía. Los nuevos aires llegaron enseguida y el hecho evidente de que los Reyes salgan a la calle y mantengan contactos directos con la gente de a pie ha sido fundamental en la aceptación de la Corona como una institución cercana y necesaria. O, al menos, así lo veo.
Mariángel Alcázar