Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1962), licenciado en Derecho económico por la Universidad de Deusto, es ministro del Interior desde junio de 2018. Fue vocal del CGPJ durante los años 2013 a 2018, coincidiendo en esa etapa con Vicente Guilarte. Juez de profesión, es autor de un libro en gran medida autobiográfico titulado Ni pena ni miedo.
Vicente Guilarte (Bilbao, 1953) es catedrático de Derecho civil. Ha desarrollado toda su carrera académica en la Universidad de Valladolid, donde se licenció, compatibilizando su actividad universitaria con el ejercicio de la abogacía. Lleva vinculado con el Colegio de Registradores desde el año 2003, al que ha retornado tras la breve etapa en que presidió el CGPJ. Es autor de numerosos libros y estudios exclusivamente centrados en materias vinculadas con el Derecho civil e hipotecario.
Vicente Guilarte. Querido Fernando, la primera cuestión que es oportuno despejar es el origen de nuestra amistad.
Fernando Grande-Marlaska. Efectivamente, pues a menudo vinculan en el tiempo tal relación con nuestra común designación como vocales del CGPJ cuando data de mucho antes. Coincidí con tu esposa, de apellido ella Herrero, yo Grande, ya en el Tribunal de oposiciones a juez en el año 1987. La proximidad alfabética de los apellidos nos acercó en un primer momento y esa cercanía semántica pronto se transformó en una gran amistad que, con los altibajos derivados del distanciamiento geográfico que nuestras tareas propiciaban, perdura hasta nuestros días. Ella es mi amiga, tu, en aquel primer momento eras un adosado (risas) aunque pronto nos integramos en un mismo círculo íntimo de afectos al que algo más tarde se incorporó, se adosó, Gorka. Realmente es una amistad que perdura en el tiempo, y sin cuya presencia no concibo muchos momentos de mi vida, sobre todo los de aprendizaje.
VG. Ciertamente es así, como lo es que hemos consolidado desde entonces una relación que a mi particularmente me ha resultado enormemente gratificante. Hemos compartido no solo oficios públicos sino mesas, manteles y viajes. Y así hasta hoy. Hasta nuestra cena hace unos días que, por cierto, pagamos nosotros pues, entre amigos, hay que respetar escrupulosamente el turno.
Mis primeros recuerdos ciertos tuyos son de Santoña, ya juez. Los de Madrid y la Escuela Judicial, entonces ubicada en la capital, resultan algo más desvaídos pues yo estaba a otra cosa, fácil de imaginar, que me ocupaba todo el tiempo. Hubo, sin duda, también pequeñas vicisitudes molestas de aquella época: una almeja, ciertamente traidora, que me atribuló en la continuidad viajera por tierras francesas tras una visita que os hicimos a Bilbao. Recuerdo sin embargo con especial agrado un encuentro de fin de semana en Luxemburgo desde donde hicimos una pequeña excursión por los impactantes castillos alemanes del Mosela. Lo dije en alguna intervención pública: la nostalgia es sentimiento gratificante pues disipa los tormentos de la memoria y permite vivir en el tiempo estático y ya marginal de los recuerdos felices. No otra cosa surge de esta conversación.

“Durante mis cinco años en el Consejo General del Poder Judicial, y ya siendo amigos de largo recorrido temporal, fuimos capaces de reinventar la relación, de forjar nuevas complicidades alejadas de lo que había sido hasta ese momento”. Fernando Grande-Marlaska
FGM. Al margen de tal realidad es lo cierto que donde hemos convivido más intensamente fue en los años del CGPJ precedidos de una amistad en un grupo común, donde se integraban nuestras amigas M.ª José y Almudena, junto con Alfonso y Pablo, varios de ellos registradores. Y sobre todo con Mercedes a quien acompañamos, yo ya ministro, en su último viaje una lluviosa tarde en Pontevedra donde te vi llorar por única vez. Nos quedó el consuelo de que nuestra amiga aprovechó una existencia intensa que vivió quizás más deprisa que los demás. Mercedes era la razón, la transparencia en el discurso, la amiga permanente.
Pero tienes razón, durante mis cinco años en el Consejo, y ya siendo amigos de largo recorrido temporal, fuimos capaces de reinventar la relación, de forjar nuevas complicidades alejadas de lo que había sido hasta ese momento. Creamos por así decirlo, una sección a la que ya no pertenecían ni Feli, ni Gorka. Creo que, en estos últimos años, algo más alejados físicamente, y aun cuando no ha sido fácil, hemos mantenido la complicidad.
VG. Ya que has hablado de Mercedes, mi desconsuelo fue por lo sorprendente y por lo que suponía de trance irreversible. Hay gente que por su valía consideras imperecederos y su abrupta decadencia vital te desgarra. Me pasó unos años antes con Jorge Requejo, también registrador, compañero de colegio, de infancia, pubertad y juventud, luego de alegrías y sinsabores, aunque estos con él al lado, raramente se producían. Era todo alegría y ganas de vivir.
FGM. En el CGPJ compartimos también vivencias interesantes. No obstante, en esos primeros años, en que ni tu ni yo estábamos en la Comisión Permanente, nuestro devenir fue relativamente plácido. Pudimos conversar de lo que nos preocupaba y también de lo que nos animaba a seguir persuadiendo de las necesarias mejoras en la Administración de Justicia. No creo que tuviéramos mucho éxito. Después de mi marcha al Ministerio tú has sido testigo de lo que yo entiendo una decadencia que nunca debió producirse. Pero si me gustaría dejar constancia de tu empeño en que aquello cesara. Y tu trabajo como presidente, tu filosofía de la vida y de la cosa pública como un compromiso permanente, hizo posible lo que era una demanda inatendida.

“Últimamente me he convertido en un lector compulsivo –en viajes, en atardeceres tristes hurtados al paseo, en desvelos vespertinos y nocturnos–, básicamente de autores españoles coetáneos pues sus vivencias y problemas son los míos”. Vicente Guilarte
VG. Plácido para mi pues fui vocal irrelevante ya que sorprendentemente alguien me estabuló en la Comisión disciplinaria, aunque como civilista desconocía los entresijos del derecho sancionador. La ignorancia, que mis compañeros de Comisión suplían, me rindió impunista. Para ti no fueron tan plácidos pues en aquellos años, ya al frente de lo penal de la Audiencia Nacional, y sobre todo en los anteriores, en sus Juzgados Centrales, forjaste una imagen de juez valiente e independiente firmemente asentada en el imaginario popular. El libro autobiográfico que escribiste y en cuya presentación recuerdo estuvo Muñoz Molina lo refleja.
FGM. Reitero que para ti no fue tan plácido, al principio quizás no tan complejo, pero fuiste en último término un actor fundamental para hacer posible lo que era una cuestión de ética democrática.
VG. Por cierto, ¿cuáles fueron las razones de que te vinieras a Madrid?
FGM. Yo había hecho prácticamente toda mi vida en Bilbao, también la profesional. Sin embargo por aquellos años la situación era un tanto compleja, puedo decir que para nosotros resultaba incluso asfixiante. Esa fue la razón fundamental, creo que la recojo en el libreto al que has hecho referencia, y que no sirva de publicidad. El terrorismo de ETA llevaba marcando la vida de todos los españoles durante décadas, principalmente la de sus víctimas a quienes nunca seremos capaces de reconocer la entidad de su sacrificio. Pero de una manera especial en Euskadi y en Navarra, la convivencia era aún, si cabe, más difícil. Esa fue la razón principal de nuestra llegada a Madrid. Luego ya vino lo demás, la Audiencia Nacional, y el poder colaborar con los grandes referentes de la lucha contra ETA: Policía y Guardia Civil en su derrota, siempre con los instrumentos que nos ofrece el Estado de Derecho. Y aquí sigo.

“Recuerdo con especial agrado un encuentro de fin de semana en Luxemburgo desde donde hicimos una pequeña excursión por los impactantes castillos alemanes del Mosela. Lo dije en alguna intervención pública: la nostalgia es sentimiento gratificante pues disipa los tormentos de la memoria y permite vivir en el tiempo estático y ya marginal de los recuerdos felices”. Vicente Guilarte
VG. Hablando de cambios hubo otro sin duda trascendente como lo fue tu salto a la política. Al hilo de ello, para comenzar, hay una pregunta que trae causa de una afirmación que creo leí a uno de los protagonistas novelados de Muñoz Molina quien, con ocasión de su Sentencia de divorcio, expresaba la sorpresa ante su lectura pues era condenado por faltas conyugales que desconocía haber cometido.
La pregunta es si, en el ejercicio de tu cargo, no has tenido a veces esa misma sensación pues no pocas veces los gacetilleros se ensañan con quien poco ha tenido que ver con eventos acaecidos. Es como escuchar en la estación críticas furibundas a mi amigo, conciudadano vallisoletano, como responsable del ramo, por un retraso del AVE de cinco minutos. Hay mucho tonto que quiere publicitar de esta manera su ideología política que los demás no tenemos ningún interés en conocer.
FGM. Efectivamente uno lee a veces críticas que entiende inmerecidas pues en poco he influido para que se produjeran. Digamos que utilizando conceptos de tu derecho civil, alguno de los cuales aún recuerdo, se nos hace responsables, sin culpa alguna, de hechos totalmente imprevisibles. La crítica sería admisible cuando una vez producidos no se procurara atajar sus consecuencias, o si previamente no se ha trabajado en hacer lo posible e imposible en que el servicio público vaya mejorando. O si, a la vez, no se ponen los remedios para que en el futuro lo imprevisible pueda atajarse mejor. Sin duda alguna los márgenes de mejora en todos los ámbitos humanos son importantes. Lo relevante es que estemos dedicados a la mejora en todo momento, como la mejor forma de prevenir y, si procede, responder con la mayor eficiencia. Hay que aceptar, aunque sea triste, que en la política actual la crítica sea como dices y, a la vez, que no nuble el recto proceder de tu conducta encaminándolo a contentar al crítico en lugar de atender a su solución.
Ya que hablas de responsabilidades públicas tú también las has tenido, ¿cuál es tu sensación tras el paso por la presidencia del CGPJ? Ya te he comentado, y sin que me pueda la pasión de la amistad, que creo que solventaste con mucho decoro una tarea que se había envenenado.
“Sabes perfectamente cómo no puedo entender el día a día sin los libros. Pero también es cierto que en estos últimos años he tenido que renunciar a una relación tan intensa como la que acostumbraba. No solo leerlos, subrayar todo aquello que entiendo significativo por la razón que sea”. Fernando Grande-Marlaska
VG. Sin duda fue un privilegio en el que poco tuvo que ver el mérito y capacidad sino la longevidad. Lo explicaba con la anécdota de un alumno que preguntado por los requisitos para contraer matrimonio se arrancó diciendo que tener figura humana y llevar 24 horas desprendido del claustro materno. El viejo artículo 30 del Código civil. Le faltó alguno más concreto. Pues bien, yo era quien antes de mis compañeros se había desprendido del claustro materno, allí, en Bilbao, para pronto reintegrarme a mi ciudad vallisoletana. Ello me daba una cierta libertad –no me debía a la cooptación de entre mis compañeros ni a un designio autocrático o partidista— pero también diluía sin duda mi legitimidad. En todo caso procuré defender la independencia judicial y coadyuvar a la renovación del CGPJ. Hice no pocas propuestas que no fueron muy bien recibidas por algunos de mis compañeros y que si bien en alguna medida propiciaron la renovación, no tuvieron mucho éxito a la hora de hacerlo. Mi obsesión, no lograda, ha sido que los nombramientos de la cúpula judicial no se sometieran exclusivamente al juego del principio democrático –obtener trece votos de veinte— sino conjugarlo con el principio de mérito y capacidad. Esto no es como elegir un presidente de Comunidad de Propietarios donde solo juega el tener un mayor número de vecinos amigos que tu oponente.
FGM. En tu etapa al frente del CGPJ habría algunos momentos buenos, ¿cuáles destacas?
VG. Sin duda el aplauso espontáneo de la última promoción cuando entré en la Escuela Judicial a darles una charleta. Aunque pronto se atemperó el ataque de vanidad padecido pues una compañera comentó que el aplauso era debido a que sabían ya que me iba.
También me resultó muy gratificante cómo fue recibido el discurso que pronuncié en la entrega de despachos, celebrado incluso por el Rey, quiero creer que me lo dijo con sinceridad. Y como no, la amistad con algunos vocales, no muchos, que creo imperecedera.
Lo más dramático, la muerte de Victoria Cinto cuyos maravillosos ojos azules se tornaron de plomo muy prematuramente.
En todo caso eres tú quien has tenido una vida pública mucho más intensa y duradera que la mía. Y antes de que nos hables de lo bueno y de lo malo rescato unas palabras de un buen amigo, quien luego nos presidió, pero que en su día ocupó el Ministerio de Interior y que, cuando fuiste nombrado, comentó que había sido el cargo más exigente de los que había servido.
“Yo ya aspiro a poco. Por el momento mi galeno amigo y las pastillas que receta garantizan la continuidad de mis pulsos. Profesionalmente, pues he dejado de consolidar trienios ya que el sistema me ha expulsado de la Academia, aspiro a que me sigan acogiendo como hasta ahora mis queridos registradores”. Vicente Guilarte
FGM. Sin duda el cargo, como todos, ha tenido momentos muy buenos y otros que no lo han sido tanto. Empecemos por los primeros. Yo siempre digo que para aquellos que creemos en el servicio público, para quienes nos hemos dedicado al mismo durante toda la trayectoria personal, ser ministro del Gobierno de tu país representa el mayor honor. Y cualquier sinsabor que puedas tener, que en este ministerio son algunos, quedan perfectamente compensados. Poder intervenir en las políticas de seguridad pública, considerada en su integridad: lucha contra la criminalidad, la convencional y la cibercriminalidad, la protección civil, la seguridad vial, la protección internacional, tratando de construir un espacio de convivencia es un auténtico privilegio y, evidentemente, una gran responsabilidad. Y en ello trabajamos con incremento de efectivos, mejorando la formación y las condiciones de trabajo, deviniendo un referente internacional en materia de seguridad. Sin duda alguna todo ello, el haber incrementado, para hacerlo posible, el presupuesto del ministerio en más de un 31% en los últimos siete años es un elemento de satisfacción.
Como te digo no puedo obviar que personalmente también he padecido sinsabores, y estos vienen definidos por los fallecimientos de nuestros agentes, policías y guardias civiles en el ejercicio de sus funciones, y por quienes han sufrido graves lesiones. El riesgo que asumen para garantizar nuestra seguridad es máximo, así que nuestra deuda con ellos es también máxima. Por eso puedo sentir que el seguir avanzando e incrementado la inversión en esta materia es nuestro deber, y en ello continuaremos, sin ningún tipo de complacencia. Todo lo contrario, siendo conscientes de lo mucho que queda por recorrer, como el mejor tributo a esos héroes a los que hacías y hago referencia.
Desde luego no puedo tampoco dejar de recordar todos los asesinatos machistas, la violencia vicaria. Cada uno de estos asesinatos es un golpe imposible de asumir, pero seguimos incrementando los medios, la formación y la cooperación interinstitucional para hacer frente a la mayor lacra que sufrimos. Debemos sentirnos satisfechos de haber alcanzado recientemente el Segundo Pacto de Estado contra la Violencia de Género del que solo se ha desmarcado la ultraderecha. Y no puedo olvidar a los miles de inmigrantes que fallecen tratando de llegar a Europa. Ese sin sabor nos lleva a incrementar la lucha contra quienes trafican con los inmigrantes poniéndoles en riesgo vital. Siempre digo que hacer frente a la migración irregular es plenamente compatible con la migración legal, segura y ordenada.
VG. Yo también tuve sensaciones que me hubiera gustado no percibir. Concretamente me abrumó el asesinato de David y Miguel Angel en la bocana del puerto de Barbate, pues, en alguna medida, las dificultades en el trabajo de los jueces de campo de Gibraltar afectaban al CGPJ. Hice lo posible, no era mucho, para intentar solucionarlo pues las circunstancias que rodearon el caso resultaban aterradoras. A los nuevos jueces les dije que nunca se olvidaran de David y Miguel Angel, que volvieron, ya inertes, a la tierra gaditana y leonesa por aceptar el oficio de defendernos a todos nosotros.
Pero, debemos cambiar de tercio, para ir a un terreno más amable consustancial con la revista que nos acoge. ¿En qué lecturas te afanas hoy, si es que el tiempo libre de que dispones te lo permite?
“La verdad es que me considero una persona afortunada, así que solo puedo pensar en seguir caminando hacia una meta imaginaria: ser feliz. Mientras tanto seguir trabajando en lo que verdaderamente aprecio: la cosa pública”. Fernando Grande-Marlaska
FGM. Sabes perfectamente cómo no puedo entender el día a día sin los libros. Pero también es cierto que en estos últimos años he tenido que renunciar a una relación tan intensa como la que acostumbraba. No solo leerlos, subrayar todo aquello que entiendo significativo por la razón que sea. También el girar visitas semanales a mis dos librerías favoritas, sumergirme en las novedades, siempre en los clásicos, en sus nuevas ediciones. No es que lo haya abandonado, pero tanto la lectura, como las visitas a esos templos, se han resentido en cierta medida.
Últimamente quizás por ello, me dedico más a la relectura, hace años la descubrí. Estoy volviendo a leer el Ulises, en cada relectura me parece distinto, como cualquier otro. Me ocurre lo mismo con Proust (En busca del tiempo perdido). Y qué decir de Memorias de Adriano (Marguerite Yourcenar), siempre en mi mesilla, como los Ensayos de Montaigne.
Como nuevas lecturas, cada una en su estilo, muy diferentes: Animales difíciles (Rosa Montero), la compleja Septología, sus tres volúmenes (Jon Fosse), Enfermos antiguos (Vicente Valero) y Las despedidas (Jacobo Bergareche). Todas distintas, pero siempre indagando en la razón de la existencia, de la propia y de la ajena, así como de los grandes retos éticos en que nos conducimos.
Hablando de la realidad más acuciante, de los personajes protagonistas, no siempre en positivo, acabo de leer El Mago del Kremlin (Giuliano Da Empoli).
¿Y tú?
VG. Últimamente me he convertido en un lector compulsivo –en viajes, en atardeceres tristes hurtados al paseo, en desvelos vespertinos y nocturnos–, básicamente de autores españoles coetáneos pues sus vivencias y problemas son los míos. Es evidente que la vida se me estrecha y me da señales de que le voy siendo prescindible, y por ello quizás busco en los libros solución a unas angustias que no tengo. Y no se bien porqué de esta necesidad pues mi ámbito familiar, como bien sabes, integra todas mis carencias emocionales y evita mis insanias.
Repaso mis últimas lecturas. Y describo como tales a las que aún no han transitado hasta estanterías lejanas proclives al olvido. Lo último, en ello estoy, El mejor libro del mundo donde Manuel Vilas nos narra sus inquietudes, las de un hombre de 60 años, muchas de las cuales percibí hace una década. Poco antes Pombo, Álvaro, para mí un descubrimiento tardío. Su atribulado personaje de El exclaustrado me llevó a Santander 1936 cuyas dos páginas finales, aún esperadas, resultan impactantes. Me piden que regrese la siempre interesante guerra civil en la pluma de Andrés Trapiello. He tenido la suerte de conocer a Gutiérrez Aragón y he leído con gran interés su libro autobiográfico Vida y maravillas. Y lo mismo digo, el conocimiento personal, de Juan Tallón. Su Obra maestra propició la lectura de su última novela, El mejor del mundo. En línea expresiva de realidades propias Martínez de Pisón, algo más joven que yo, con su Ropa de casa. Es lo cierto que con estos libros autobiográficos de mis coetáneos cada vez disfruto más quizás por haber compartido muchas de sus vivencias. Y no puedo olvidar, y recomendar, lo último de mi amigo Rubén Amón quien con Tenemos que hablar nos ilustra sobre cómo conversar y, paralelamente, sobre cuándo estar callados. Libro plagado de interesantísimas reflexiones que todos debiéramos asumir.
No han transitado aún hasta el olvido de baldas más remotas otras recientes lecturas con las que he disfrutado: Juan Manuel de Prada, y su novedoso tratamiento de aspectos colaterales de la guerra civil en Mil ojos esconde la noche, Elvira Lindo A corazón abierto y Luis Landero pues su genial Lluvia fina me ha llevado a leer su Ultima función. Algún otro, aún no marginado en estanterías lejanas, no merece la cita.
FGM. ¿No lees otros géneros?
VG. Ciertamente, pues al igual que en su día, por recomendación de mi padre, me sedujeron las memorias barojianas de hombres de acción como el conspirador Aviraneta o el inquieto Shanti Andía, leo con gusto cuantas aventuras nos cuenta Pérez Reverte. El mar, para los castellanos, tiene indudable atractivo. Incluso puedo con Posteguillo y su héroe. Devoro también cuanto publica Pierre Lemaitre y siempre permanezco expectante a la espera de Eduardo Mendoza, Muñoz Molina etc., etc.
Ayer, bajo los calcetines que se amontonan en mi mesilla, rescaté y leí un cuento, La Mortaja de Miguel Delibes, admirado vallisoletano que fue. Y en los fondos de este cajón reposan, pues nunca transitarán al olvido de estanterías lejanas, libros de culto: las poesías de García Lorca, Macondo y la Ciénaga mágica de los 100 años de soledad, tan importante para mi formación como los Fundamentos de Derecho civil de D. Luis Diez Picazo, pues la tediosa enseñanza del Derecho civil exigía no poca imaginación. Guardo allí también la sublime confesión, mágica pero real, de haber vivido de Neruda.
Y quizás para cerrar esta conversación nos debemos preguntar qué esperamos aún de la vida, si bien tu respuesta debe ocupar más espacio pues, al menos biológicamente, es evidente que te queda mucho más camino por recorrer que a mí.
FGM. Esa es la preguntar que nos hacemos desde que tenemos uso de razón, quizás antes. La verdad es que me considero una persona afortunada, así que solo puedo pensar en seguir caminando hacia una meta imaginaria: ser feliz. Mientras tanto seguir trabajando en lo que verdaderamente aprecio: la cosa pública. Aprender a cuidar a los amigos y a compartir con ellos ese tiempo necesario. Y salud, mucha salud para que todo pueda ser bastante más fácil. Todavía nos queda mucho por compartir y aprender.
VG. Yo ya aspiro a poco. Por el momento mi galeno amigo y las pastillas que receta garantizan la continuidad de mis pulsos. Profesionalmente, pues he dejado de consolidar trienios ya que el sistema me ha expulsado de la Academia, aspiro a que me sigan acogiendo como hasta ahora mis queridos registradores, siempre y cuando les sea de una utilidad que procuraré persista. Personalmente espero no olvidar nunca la suerte que he tenido con el entorno que me rodea en el que siempre tendrás un papel importante. Venga lo que venga, querido Fernando.