Cien revistas para un Registro histórico. Cien números impresos que se suman a un mismo fin: aportar claridad, estabilidad y seguridad jurídica a todo tipo de operadores. Porque esa es la necesaria labor de los registros. Y cien testimonios de algo mucho más grande y profundo: un colegio nacido en 1934 de la mano del ministro de Justicia Figuerola y del presidente de la República Alcalá Zamora.
La historia nos persigue. Por mucho que no queramos verla y pretendamos eludirla. Y nos da lecciones.
Y de hecho, si tomamos ese mismo número, el cien, y lo aplicamos a la realidad certificada hace cien años, podríamos comprobar que, efectivamente, la historia nos da lecciones.
Entramos en 2023. Y hace un siglo, aquel 1923, registraba un hecho especialmente grave: la llegada de una dictadura, la de Primo de Rivera tras el golpe de estado del hasta entonces capitán general de Cataluña. Su mandato se extendería hasta su dimisión el 28 de enero de 1930 y su sustitución por la denominada «dictablanda» del general Dámaso Berenguer.
Pero la historia ha registrado igualmente lo ocurrido en los años previos.
Y esa historia nos habla de la incapacidad previa -entre los años 1918 y 1920- de alcanzar pactos entre los grandes partidos. Nos habla de tres votaciones en ese período para elegir a los diputados del Congreso. Nos habla de la llegada al poder de Eduardo Dato (líder del Partido Conservador) en medio de una fuerte tensión y de su posterior asesinato. Nos habla de un grave deterioro del prestigio de la denominada Restauración borbónica. Y hasta nos narra unos resultados electorales en 1920 fraccionados con 174 diputados para Dato, 45 para Manuel García Prieto (del Partido Liberal), con el resto de escaños tremendamente repartidos entre un interminable listado de formaciones, incluido ya el Partido Radical de Alejandro Lerroux.
La historia nos persigue. Por mucho que no queramos verla y pretendamos eludirla. Y nos da lecciones. Y de hecho, si tomamos ese mismo número, el cien, y lo aplicamos a la realidad certificada hace cien años, podríamos comprobar que, efectivamente, la historia nos da lecciones
Pero, sobre todo, nos cuenta, como describe el historiador Carlos Seco Serrano, que en absoluto se acabó con la tensión con aquellas elecciones. “Presidió un Gobierno en un momento difícil, condicionado por la crisis de posguerra y la grave situación en Cataluña”, señala.
Y cien años después, cien situaciones similares.
Atrás había quedado el turno entre el Partido Conservador de Cánovas del Castillo y el Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta. Y la llegada de las Juntas de Defensa, las exigencias de los partidos independentistas catalanes que reclamaban la modificación de la Constitución de 1876 y el impacto económico de la Primera Guerra Mundial, terminaron de desestabilizar un esquema cogido con alfileres. La huelga del 13 de agosto de 1917 y la muerte de hasta 220 personas por los enfrentamientos terminaron de dibujar un panorama de tensión que tuvo su colofón un 8 de marzo de 1921, cuando Eduardo Dato, subido en su coche a la salida del Palacio del Senado, fue asesinado a balazos.
El 13 de septiembre de 1923 el General Miguel Primo de Rivera impuso la dictadura. Formó gobiernos militares bajo el manto de un supuesto partido denominado Unión Patriótica. Hasta que dejó el poder a finales de enero de 1930, en medio de una profunda crisis y vacío de poder que llevaría hasta la Segunda República, a un continuado aumento de tensión y a una historia triste y lamentable conocida por todos.
Todo ello es historia. Todo ha quedado registrado para la posteridad. Igual que el éxito de una democracia y Constitución -la de 1978- que nos ha dado los años de mayor progreso y bienestar de nuestra historia.
Lo dicho: cien números de revista que deben ser muchos más. Cien años de historia de los que debemos aprender. Y muchos propósitos de estabilidad y constitucionalismo para un muy delicado nuevo año.
Carlos Cuesta