Leopoldo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín
La felicidad del jurista
La única vez que oí hablar en público a Jaime Guasp fue al final de una comida que el Consejo de Estado organizó con motivo de su jubilación en el verano de 1983. Guasp hizo una despedida alegre, que incluyó el estribillo de un famoso tango (“Adiós, muchachos, compañeros de mi vida”).