sábado, noviembre 23, 2024
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    ESPECIAL NÚMERO 100

    Una posible declaración de deberes

    Supongo que a ustedes les dice algo el nombre de Jostein Gaarder, ese filósofo noruego que logró convertir un libro de historia de la filosofía para adolescentes, El mundo de Sofía, en un auténtico best-seller en medio mundo. Se cumplen ahora diez años de su edición en España, y Gaarder acaba de visitar Madrid invitado por su editorial. Entre las cosas que dijo durante esos días a la prensa, leo esta frase que me llama poderosamente la atención: “Si el siglo XX fue el de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el XXI debe ser el de la Declaración de Deberes.” Interesante reflexión, desde luego. Acudo antes que nada a revisar el texto de esa Declaración Universal de Derechos Humanos, que fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Sus treinta artículos son demasiado largos para ser resumidos aquí, pero, en realidad, aluden a cuestiones básicas y elementales sobre las condiciones necesarias para la dignidad de las personas: libertad, igualdad, paz, educación, justicia, sanidad, representatividad política, adecuada situación laboral y económica, etc. Por desgracia –pienso– la inmensa mayoría de los habitantes del planeta no ha alcanzado ni de lejos casi ninguno de esos derechos. En buena parte del mundo siguen existiendo la tiranía, las guerras, la tortura, la esclavitud más o menos disimulada, el hambre, el terrorismo, la falta de medios sanitarios, la corrupción política y judicial, el racismo, el desprecio total a las mujeres y a los seres más débiles, y otra enorme cantidad de circunstancias que generan a diario terribles dramas individuales y colectivos. Sólo noso-tros, los privilegiados que hemos nacido en los países occidentales, podemos afirmar que la mayoría de esos derechos son garantizados por nuestros sistemas. O que, cuando menos, tenemos la posibilidad de alzar la voz para exigirlos, en medio de todos los fallos y debilidades que también sacuden a nuestros imperfectos –pues humanos– regímenes. 

    Se trata de pequeños gestos cotidianos, de actitudes personales de compromiso que permitirán construir, de ser practicadas entre todos, un mundo mejor

    Demasiado a menudo nos olvidamos de que cualquier derecho va acompañado por fuerza de un deber de similar categoría ética. Supongo que a algo así es a lo que quiere referirse Gaarder al hablar de esa futura Declaración de Deberes. Y es que no se trata sólo de recibir pasivamente: si aspiramos a mantener esos privilegios para las generaciones futuras, si queremos que nuestros descendientes no se vean sometidos a los totalitarismos que, en cualquier momento y en cualquier lugar pueden volver a surgir sin que apenas nos demos cuenta, si pretendemos además extender los derechos humanos a todos aquéllos que aún no disfrutan de ellos, debemos realizar entre todos el esfuerzo. Puedo imaginar el contenido de esa supuesta Declaración Universal de Deberes: mantenernos siempre alerta frente a las tentaciones fáciles de la codicia y la corrupción, colaborar razonablemente con nuestros impuestos en el reparto económico en aras del bienestar común, cumplir con nuestras pequeñas obligaciones de ciudadanos solidarios, participar de forma activa en la democracia, exigir a los gobernantes y a los grandes poderes económicos la política más justa para con los desfavorecidos, utilizar nuestro aún desconocido potencial como consumidores para obligar a las empresas más fuertes y depredadoras a ser a su vez justas y responsables, obligarnos al cuidado de un medio ambiente que entre todos estamos deteriorando a marchas forzadas y que debemos dejar en herencia a quienes nos sucedan sobre la superficie del planeta… No creo hablar de imposibles. Se trata en su mayor parte de pequeños gestos cotidianos, de actitudes personales de compromiso que permitirán construir, de ser practicadas entre todos, un mundo mejor. Quizá, sin necesidad de ponernos apocalípticos, el único mundo posible. Porque éste en el que estamos viviendo da la sensación de llevar directa y rápidamente a la catástrofe total.

    Revista nº25

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