Cuando la mujer avanza, la sociedad avanza. Si nos comparamos con generaciones anteriores, afortunadamente, nos damos cuenta de que mucho hemos avanzado las mujeres en presencia y representatividad en distintos ámbitos de la sociedad, y en la vida política y empresarial, en general. No obstante, todavía queda mucho por andar, techos de cristal que romper y muros que derribar.
Cuando hablamos de innovación y tecnología es bastante recurrente visualizar a referentes masculinos detrás de determinados hitos de nuestra historia y pocas somos las personas que, tras los sectores socialmente masculinizados, somos capaces de ver y de hecho vemos a mujeres que han hecho historia y que son hoy referentes en innovación en diversos ámbitos de la ciencia.
Hoy sabemos que gracias al trabajo de muchas mujeres como Katherine Johnson, el hombre llegó a la Luna, que la española Ángela Ruiz Robles creó en 1949, el libro mecánico, precursor del electrónico o que la americana Grace Hooper fue mujer pionera en ciencias de la computación y la primera programadora del MarkI, el primer ordenador electromecánico, construido por IBM y enviado a Harvard en 1944.
Precisamente con su nombre, Grace Hopper, hemos llamado al cable submarino con el que Google que unirá a EEUU con Reino Unido y España, gracias al uso de 16 pares de fibra óptica. Y es que un tema de justicia social es dar visibilidad y reconocimiento a aquellas mujeres que han contribuido al avance tecnológico que nos permite hoy vivir mejor como sociedad.
Reducir el sesgo tan arraigado que nos invita a pensar que las carreras tecnológicas tienen género es un deber que tenemos como sociedad. En España, y según el Libro Blanco de las Mujeres en el Ámbito Tecnológico, elaborado por el Ministerio de Economía y Transformación Digital, sólo el 2% de mujeres trabaja en el sector tecnológico. Tenemos que tener en consideración la brecha de talento que tenemos en Europa y, en concreto, en España, donde por alguna razón, la rama STEAM (Science, Technology, Engineering, Arts and Maths), la ciencia y tecnología no terminan siendo carreras atractivas para las mujeres.
No podemos prescindir del talento femenino que, al margen de sus competencias técnicas, en muchas ocasiones, aporta a las organizaciones diversidad, puntos de vista y un estilo de gestión centrado en las personas, empático e intuitivo
¿Qué ocurre entonces? ¿Cómo es posible que algunas de las carreras con mayor proyección de futuro no sean vistas como una alternativa para las mujeres?
Vislumbramos un horizonte no tan lejano donde la empleabilidad y las oportunidades laborales irán necesariamente de la mano de la capacitación digital, que será un requisito imprescindible para optar a un puesto de trabajo, de la misma manera que desde hace años atrás lo viene siendo hablar inglés.
Las oportunidades profesionales estarán en áreas como, por ejemplo, la analítica de datos o la ciberseguridad, entre otras. Lo cierto es que pese al auge de la demanda de determinados perfiles tecnológicos en las empresas, quedan vacantes sin cubrir por falta de esa fuerza laboral altamente especializada.
En este contexto, no podemos prescindir del talento femenino que, al margen de sus competencias técnicas, en muchas ocasiones, aporta a las organizaciones diversidad, puntos de vista y un estilo de gestión centrado en las personas, empático e intuitivo.
Cada vez más la multidisciplinariedad toma fuerza, y no sólo dentro de la empresa, sino en lo que respecta a la formación o educación. En este sentido, y frente a una tradicional separación entre rama de Ciencias y rama de Letras, que nos tocó vivir a quienes estudiamos ya hace unos cuantos años, veremos como irán teniendo más relevancia las carreras o formación cruzada o mixta, con combinaciones como Filosofía y Matemáticas, Ciencia de datos y Bellas Artes y, por supuesto, Derecho y Tecnología.
Esta última ya ha tomado una gran fuerza como área de especialización en los despachos de abogados y escuelas de negocio, para preparar a la fuerza laboral que tendrá que enfrentarse con el entramado de complejas regulaciones que afectan a la economía digital, desde la privacidad, a la seguridad, competencia, fiscalidad o protección de consumidores.
La perspectiva y presencia femenina en las organizaciones y, en particular, en el ámbito tecnológico con mayoritaria presencia de hombres, aporta una mayor diversidad que redunda en claros beneficios. Los condicionantes históricos y de tradición, junto a los estereotipos y el desconocimiento, han venido formando barreras que es importante derribar.
Porque cuando las mujeres avanzan, la sociedad avanza.
María Álvarez Caro