En los archivos del entonces aún presidente de EEUU, Richard Nixon, consta un telegrama confidencial de la Embajada de su país en Teherán con una información que acababa de obtener. El Sha de Irán había mantenido un contacto en aquel noviembre de 1973 con el presidente egipcio, Anwar el Sadat en el que cuestionaba el uso que estaban haciendo del petróleo como arma política contra el que apoyaba a Israel. «Si las naciones consumidoras de petróleo son sometidas a presión económica, los lobbies judíos aprovecharán la oportunidad de utilizar esa política de embargo en su beneficio presentándola como un chantaje diseñado, entre otras cosas, para causar sufrimiento este invierno a niños y ancianos». Eso indicaba el Sha a Sadat, según la Embajada de EEUU. «Así que sería mejor en este momento poner fin al embargo».
Ni Sadat ni el rey Faisal de Arabia Saudí hicieron caso a esta recomendación y mantuvieron durante demasiados meses el plan de embargo que había sido pactado previamente en agosto en una extraña gira del presidente de Egipto. Se había reunido no una, sino varias veces en Jeddah con el rey Faisal y después en Damasco con el presidente Hafez al-Assad, entre otros. Después, cuando Sadat y al Assad atacaron por sorpresa territorio ocupado por Israel en el día sagrado hebreo de Yom Kippur, el 6 de octubre, quedó claro para qué sirvió esa gira. Además de preparar la ofensiva sirvió para el plan de usar por primera vez como arma política la energía de moda en aquellos años, el petróleo. Faisal anunció días después de la ofensiva que la OPEP dejaba de vender oro negro a EEUU y a otros Estados europeos que estaban respaldando a Israel.
España podía en cambio seguir importando por la política proárabe del dictador Francisco Franco, pero fue un error creer que eso blindaba a su economía, entonces animada por el llamado III Plan de Desarrollo que planteaba un alegre objetivo de crecimiento del 7% anual en toda la década.
La Guerra de Gaza ha servido para rememorar lo sensible que es el precio del gas y el petróleo a cualquier conflicto en la región se utilice o no como arma política
El enviado especial del New York Times en la época, Henry Giniger, narró en diciembre el cambio que se vivía ya en Madrid: «Hace unas semanas, los españoles se felicitaban por ser tan buenos amigos de los árabes y, por tanto, por estar a salvo del embargo petrolífero y sus consecuencias, pero el estado de ánimo ha cambiado radicalmente a medida que poco a poco el país descubre que la política proárabe, que incluye el no reconocimiento de Israel, no es garantía contra los problemas. La preocupación, cercana al pánico en algunos casos, ha desplazado a la petulancia».
La factura energética de España se triplicó en 1974 mientras menguaban los ingresos por un turismo internacional que se frenaba. La inflación llegaba al 20% y la economía española entró en una desaceleración que terminaría desembocando años después en los Pactos de la Moncloa para intentar devolver al país al crecimiento y al empleo.
La Guerra de Gaza ha servido para rememorar lo sensible que es el precio del gas y el petróleo a cualquier conflicto en la región se utilice o no como arma política. Por eso conviene recordar dos lecciones de aquella crisis de 1973: una economía vulnerable como la española nunca es inmune a una crisis internacional, aunque esté creciendo coyunturalmente más que otras comparables; y el diálogo entre los grandes partidos y los pactos de Estado son receta fundamental para salir adelante.
Otra moraleja es que la transición energética siempre es larga y que el petróleo y el gas son y seguirán siendo cruciales durante décadas para la economía mundial. De hecho, su demanda en España no ha dejado de crecer en estos 50 años, ni siquiera tras la apuesta renovable.
Tras recibir aquella información desde Irán, Nixon señaló públicamente que, aunque quizá se pondría fin pronto al embargo, el daño estaba hecho. Por tanto, hizo esta proclama: «Hay que conseguir que EEUU sea independiente de la energía exterior en 1980 y vamos a apostar por la energía nuclear». Hoy como ayer, se busca alternativa a los hidrocarburos y no depender de una región tan tristemente condenada a la guerra.
Carlos Segovia