Es un honor para mí estar en la entrega de este premio, al Poder Judicial, base pilar fundamental en un Estado de Derecho y en una democracia como la nuestra. Gracias al Colegio de Registradores también por estos premios, decimoquinta edición ya, y gracias por haberme invitado.
Decía Gumersindo de Azcárate, que precisamente da nombre a estos premios, en un libro que publicó en 1885 que se llamaba El régimen parlamentario en la práctica, que “es interés de la patria mantener por encima de las diferencias que dividen a sus hijos el imperio de aquellos principios que por referirse a lo que llamaremos moralidad pública, no pueden ser objeto de discusión, ni motivo de divergencia”. Esa moralidad pública que Gumersindo de Azcárate relacionaba directamente con esas corrientes regeneracionistas de finales del XIX, definía una forma de hacer política. Quizá la única forma de hacer política. Servir al ciudadano, hacerlo con entrega, hacerlo con ejemplaridad. Todo lo que esté fuera de esos estándares no es servicio público y hay que extirparlo cuanto antes.
Este jurista, este historiador, este catedrático, este político que da nombre a estos premios y que tanto hizo por nuestro país, era un hombre de Estado, un defensor de las libertades, un defensor del derecho de la libertad de pensamiento. Vivió en una España que necesitaba cambios y fue un gran reformista, apostó por las reformas para poder cambiar y adaptar las instituciones a la España de la época, modernizar la España de la época. Es necesario, todo avanza, y cuando te quedas parado te quedas atrás. Por tanto, esa necesidad de reformas del siglo XIX, creo que es una necesidad que nos acompaña durante nuestra vida pública y que hemos de abordar para mejorar la instituciones, para mejorar la vida en nuestro país.
“Hemos llevado a cabo reformas para conseguir que el Poder Judicial, hoy premiado, lo sea por ser un poder del Estado imprescindible en una democracia, en un Estado de Derecho, y también para ser un servicio público del siglo XXI, que dé respuesta a los ciudadanos en un tiempo ágil, en un tiempo rápido, a sus demandas de ejercicio de los derechos”
Como ministro de Justicia, tengo el honor de tener contacto bastante frecuente con los que han ocupado esta cartera del Ministerio de Justicia en las últimas décadas en democracia, alguno presente, estoy viendo en alguna de las mesas, como Fernando Ledesma, y tenemos unas conversaciones que realmente son transparentes, muy constructivas, muy enriquecedoras, al menos para mí, de personas que han estado en la cartera de Justicia, y que con toda libertad, de pensamiento, de criterio, explican lo que ellos vivieron y lo que ellos creen que ahora hay que hacer. Aprendo mucho de ellos, y me da la sensación, escuchándoles, que en el Ministerio de Justicia ha habido una tradición, y es que todos los ministros han querido llevar a cabo reformas importantes de la Justicia, necesarias, que se han ido anunciando, pero que finalmente no han visto la luz, y en ese contexto de casi frustración legislativa, de intentar llevar a cabo reformas que necesitaba la Justicia, esas reformas que otros ministros han intentado llevar a cabo, estamos, humildemente, intentando realizar, desde este Ministerio, en esta legislatura.
Reformas que se han anunciado una y mil veces, inaplazables muchas de ellas, y que finalmente no veían la luz por distintos motivos. Estamos llevando a cabo algunas de esas reformas. Ya hemos llevado a cabo otras para conseguir que el Poder Judicial, hoy premiado, lo sea por ser un poder del Estado imprescindible en una democracia, en un Estado de Derecho y también para ser un servicio público del siglo XXI, que dé respuesta a los ciudadanos en un tiempo ágil, en un tiempo rápido, a sus demandas de ejercicio de los derechos.
Creo que España es, sin duda, una democracia plena, un Estado de Derecho, un ejemplo para otros países en la Unión Europea y fuera de la Unión Europea, que nos miran como hemos conseguido en España en 50 años de democracia, en 40 años desde que nos integramos en la entonces Comunidad Económica Europea, estos avances en nuestro país, para que nos miren con envidia sana fuera de nuestras fronteras y, para eso, evidentemente, ha sido imprescindible un Poder Judicial al que hoy se premia, que es un pilar fundamental de la democracia, con jueces y magistrados que ejercen su labor con rigor, con profesionalidad, con sometimiento a la ley, con independencia, con imparcialidad, imprescindibles para un Estado de Derecho como es el nuestro.
Hemos hecho, humildemente lo digo, grandes avances en materia de Justicia. Hemos multiplicado por doce el presupuesto que teníamos, hemos llevado a cabo proyectos en materia de digitalización que han valido premios en el Banco Mundial. Pero no nos conformamos. El 1 de julio entrará en vigor la primera fase de la implementación de los Tribunales de Instancia, que sustituirán a los Juzgados Unipersonales que nacieron en 1835. Los Tribunales de Instancia son imprescindibles para que tengamos más flexibilidad, para que podamos crear más plazas de jueces y magistrados con un menor coste, para que haya mayor posibilidad de dar respuesta efectiva los ciudadanos y lo hagamos con un menor coste y con menor carga de trabajo en nuestros jueces y magistrados.
“Es un honor poder participar en la entrega de este premio al Poder Judicial, como homenaje, como trayectoria a lo que hacen los jueces y magistrados de nuestro país, con sometimiento a la ley, con rigor, con esfuerzo, con mucho trabajo, con independencia y con imparcialidad”
Y esa es la línea que queremos seguir, mejorar continuamente el Poder Judicial con leyes que algunas tienen 40 años y otras más de 140 años, y seguir avanzando en esas reformas de las que seguro que Gumersindo de Azcárate estaría orgulloso, conservando, y esto es importante, lo esencial del Poder Judicial, por lo que hoy se le premia, la excelencia, el prestigio, la reputación, el respeto exquisito con el que hemos de tratar cualquier resolución judicial y a cualquier persona que se dedique a ejercer la función jurisdiccional; respeto exquisito con absoluta lealtad, que no es óbice, obviamente, cuando no se comparte una resolución judicial, para poder utilizar el sistema de garantías, de recursos, o para el uso de la libertad de expresión, poder también opinar sobre una resolución judicial, pero siempre con respeto institucional y sobre todo personal.
Hace un año, termino ya, el Poder Judicial estaba en una situación difícil. Hace un año el Poder Judicial estaba bloqueado, llevaba más de cinco años y medio sin renovarse, y algunos, pocos, contra viento y marea, pensábamos que no se lo merecía el Poder Judicial y que no se lo merecía nuestro Estado de Derecho, y trabajamos mucho para conseguir esa renovación, que finalmente se hizo con un gran pacto entre las dos fuerzas políticas esenciales en nuestra democracia. Ese pacto dio normalidad institucional al Poder Judicial renovando el Consejo, y dio futuro a los jueces y magistrados de este país que podían desarrollar su carrera profesional y la promoción que les correspondía.
Por tanto, permítanme que, humildemente, diga que para mí es un honor poder participar en la entrega de este premio al Poder Judicial, como homenaje, como trayectoria a lo que hacen los jueces y magistrados de nuestro país, insisto, con sometimiento a la ley, con rigor, con esfuerzo, con mucho trabajo, con independencia, con imparcialidad y, por tanto, creo que es, sin duda, un premio bien entregado del que yo también participo en felicitar a todos los miembros de la carrera judicial en la figura de su presidenta.