Antonio Pau, jurista y escritor, director general de los Registros y del Notariado entre los años 1990 y 1993, dialoga con Sofía Puente, fiscal y directora general de Seguridad Jurídica y Fe Pública, sobre Herejes, última obra publicada por Pau. Además de su condición de juristas y directores generales, comparten el interés por la literatura y coincidencias tan improbables como haber vivido un tiempo en Tánger. De hecho, Antonio Pau regala a Sofía Puente un ejemplar de su obra Tánger entonces, y esta por su parte le obsequia con la obra Herejes luteranas en Valladolid. Durante el encuentro, la directora general se interesó también por la próxima obra del escritor, que tendrá por objeto la relación de Manuel Azaña y Madrid.
Sofía Puente. Acabas de publicar tu ensayo Herejes. Tu obra es llamativamente dispar en cuanto a temática, desde Rilke a Tánger, maneras de huir y ser felices en Manual de escapología o Gatuperios, dedicado a los gatos de tu vida. ¿Cómo surgen los temas en tu obra? ¿Qué te lleva a escribir sobre algo y en este caso concreto sobre los herejes?
Antonio Pau. Pues de verdad que es una pregunta difícil de contestar. Decía Borges que el autor no elige sus libros, son los libros los que eligen al autor. Mi experiencia, efectivamente, es esa: de pronto te viene un tema en el que no habías pensado, y te viene con toda claridad, a veces con su estructura detallada. Otras veces, lo que sucede es que habías pensado en un tema, y entonces no era el momento de escribirlo. Pasa el tiempo y de pronto es como si ese momento hubiese llegado y te pones a escribir. Lo decía Julián Marías: los libros tienen su momento. Con Herejes me ha pasado eso. Yo tenía idea, desde hace años, de escribir sobre ellos, y su momento llegó.
Por otra parte, la heterogeneidad de cuanto he escrito, que naturalmente reconozco, puede que tenga algún hilo conductor, algún vínculo que le dé una coherencia de conjunto. Yo, como no lo veo desde fuera, no tengo panorama sobre mi propia obra. Y perdona por lo de “obra”, que suena un poco rimbombante.
“La herejía es una actitud ante la vida. Es la actitud de aquellas personas que, por una parte, tienen unas ideas que defender y, por otra parte, tienen la valentía de exponerlas, a riesgo incluso de su propia vida”
S.P. Tus 22 herejes, son herejes en la acepción clásica de la palabra, aquellos que se apartan de los dogmas establecidos en una religión. Sin embargo, entiendes la herejía como una actitud ante la vida, como una indisciplina obligada en todo ser humano que piensa y debe mantener una postura crítica y valiente ante lo que lo rodea y cuestionar la información que recibe.
A.P. Sí, efectivamente, la herejía es una actitud ante la vida. Es la actitud de aquellas personas que, por una parte, tienen unas ideas que defender y, por otra parte, tienen la valentía de exponerlas, a riesgo incluso de su propia vida. Y está en relación, como tú dices, con una actitud crítica ante la vida: son personas que no aceptan la información, o las ideas recibidas, sin más ni más, sino que la juzgan con criterios propios. La palabra griega hiéresis quiere decir eso, criterio, opinión. El hereje era, simplemente, un hombre de criterio. Es en el siglo III cuando la palabra hereje cambia de sentido y empieza a referirse a quien sostiene unas ideas equivocadas.
S.P. Hoy la disidencia requiere valentía. La consciencia de que opinar distinto a lo políticamente correcto o a lo aceptado mayoritariamente genera problemas, personas cualificadas cuya visión sobre determinados temas aportaría distintos enfoques prefieren no opinar antes que verse sometidas a la posible descalificación, en suma, ¿no crees que avanzamos hacia un mundo en el que cada vez hay más pobreza en el debate o en el que no hay posibilidad de debatir serenamente sobre casi nada?
A.P. Sí, hoy falta, quizá, ese segundo rasgo que debe tener el que piensa de manera distinta, y es el de la valentía de exponer sus ideas y jugarse la vida en ello. Pero no toda la culpa es suya: en la sociedad falta tolerancia. Esa falta de tolerancia hace que, como tú dices, el disidente se retraiga para no verse sometido a la inmediata descalificación y marginación.
Y la consecuencia es, efectivamente, esa: que el debate se empobrece. Lo empobrece la tiranía del pensamiento único, que es implacable con el que se salga de su cauce.
S.P. Uno de los principales atributos de los herejes, como repites en el libro, es que “siempre fueron fieles a sus ideas”, y querría conocer tu opinión sobre si ese ideal absoluto de fidelidad a unas ideas, sin abandonarlas nunca, no es quizá incompatible con la actitud propia del sabio o del hombre inteligente que tiene pocas certezas y muchas dudas. ¿Hay fidelidades mejores que las propias ideas?
A.P. Bueno, ser fiel a sus ideas no quiere decir que esas ideas sean inmutables. De sabios es rectificar, como dice el refrán. El hereje, o el disidente en general, puede ir matizando sus ideas, o incluso cambiándolas en algún aspecto, y él puede seguir siendo fiel, lo que pasa es que será fiel a lo que en cada momento considere más acertado. No me parece indigno cambiar de ideas, cuando esa evolución ha respondido a una íntima honradez intelectual.
“En la sociedad falta tolerancia. Esa falta de tolerancia hace que, como tú dices, el disidente se retraiga para no verse sometido a la inmediata descalificación y marginación”
S.P. “Querer saber más de lo necesario” es lo que le reprochaban al Maestro Eckhart, o ese “zapatero a tus zapatos” de Jacob Bohme o “seguir su propio camino y no el camino marcado” a Miguel de Molinos, son en realidad expresión de lo mismo; las sociedades instruidas son menos manipulables, los individuos que reciben una información, la contrastan, profundizan, reflexionan y la cuestionan de manera crítica, se conforman menos con los mensajes, como los que en este momento recibimos, mensajes simples y sin matices. ¿Crees que se nos quiere más conformistas y que no sepamos más de lo necesario?
A.P. No sé en qué elementos de la sociedad estás pensando cuando haces tu pregunta utilizando una forma impersonal: “se nos quiere más conformistas”. ¿Quién nos quiere más conformistas? Tienes razón en lo que dices: se nos quiere más conformistas, desde luego, en eso estoy de acuerdo. Pero ¿quién? ¿Los políticos? A los políticos, en general, los tengo respeto. Tengo experiencia de haber ejercido cargos con gobiernos de signo contrario y de haber tratado a muchos políticos. Yo, sinceramente, sólo he conocido a políticos que quieren el bien común, es verdad que cada cual desde su perspectiva, que puede ser muy distinta. ¿La sociedad es la que nos quiere más conformistas? Desde luego, la sociedad es la que no tolera desviaciones del pensamiento común. ¿Quién forma ese tiránico pensamiento común? ¿Los medios de comunicación? Puede ser. Los medios de comunicación adoctrinan a la sociedad –cada uno desde su propia ideología- y en ese sentido fomentan la intolerancia, porque dan una visión concreta y parcial de la realidad, y rechazan rotundamente lo que no coincida con ella.
S.P. En tus 22 herejes hay mujeres. Me gusta especialmente Isabel de la Cruz, cuya herejía fue “pensar por su cuenta” y fue condenada por hablar y adoctrinar siendo mujer y siendo iletrada. El denominador común en todas ellas en aquella época es que ser mujer y pensar era ya de por sí sospechoso y, por tanto, la mayor herejía.
A.P. Desde luego el trato a la mujer, en este ámbito de la herejía, fue atroz. Como tú dices, a Isabel de la Cruz la condenaron por ser mujer. A los valdenses los condenaron porque entre ellos había “predicadoras”. La persecución de las brujas, y la quema de tantas de ellas, se produjo porque eran mujeres. Las frases sobre la mujer que aparecen en el libro Martillo de las Brujas, escrito por dos grandes teólogos medievales, unas frases que transcribo en el libro, son atroces. Se podría poner infinidad de ejemplos de absoluta desconsideración de la mujer. Y desconsideración es una palabra muy suave.
S.P. “Conviene que haya herejes”, dice San Pablo. Si conviene que haya herejes, ¿quiénes son los herejes de nuestro tiempo? ¿Necesitamos perspectiva histórica para poder reconocerlos, o en este momento ya sabemos quiénes lo son?
A.P. Si, desde luego que conviene que haya herejes. Sólo si hay disidentes avanzará la sociedad. Si todo el mundo es conformista, es evidente que la sociedad se estancaría indefinidamente, y no daría ningún paso adelante. Yo no me atrevería a dar nombres concretos en respuesta a tu pregunta. Estoy pensando en algunos, pero si los citara me dejaría a otros muchos fuera. Además, como tú dices, necesitamos perspectiva histórica para reconocerlos. Lo que está claro es cuál es el “retrato robot” de esos disidentes necesarios: gente con ideas claras y con valentía para exponerlas. Gente con buena voluntad que quiera mejorar la sociedad, y marque una orientación hacia el futuro. Siempre se ha dicho que esa es la tarea de los intelectuales. Por el lado de la sociedad hace falta tolerancia y respeto: de poco vale que haya intelectuales valientes, y solo por el hecho de que sean más afines a cierto sector ideológico o político, sean rechazados sin escucharles o sin leerles por quienes están en otros sectores ideológicos o políticos. La sociedad, dicho en términos machadianos, tiene que buscar la verdad, la verdad que sea útil a todos, no “su verdad” de cada fragmento de ella. Para eso hace falta que la sociedad sea más tolerante y más respetuosa. Ya la verdad es que no lo es. A nadie le interesa lo que piense el otro, por el simple hecho de que es “otro”. Habría que recordar a Unamuno, y cómo descomponía la palabra “nos-otros”; los “otros” son también “nos”: entre todos formamos una misma sociedad, una misma humanidad.